viernes, 30 de noviembre de 2012

Escribir para uno y que te lean millones


Del libro de 84, Charing Cross Road, hay algo que me ha dejado pensativa y es que se trata de cartas reales y, si entiendo bien, sin corregir. Es decir, que son cartas escritas sin una motivación literaria (me refiero a estilo en el que están escritas, evidentemente su contenido sí es literario).

Hace años, me fui a estudiar al extranjero. Era el año 86 y yo no sé si es que las tarifas telefónicas eran más caras que ahora, pero desde luego yo llamaba a mi casa una vez cada quince días como mucho, porque una conferencia era algo muy caro. Así es que escribía cartas. Y me carteaba con muchas personas, entre familiares y amigos.

Recuerdo la impresión que me produjeron dos personas en concreto, de entre todas las que me escribieron, cuando leí sus cartas. Una prosa cuidada, una gramática y una ortografía perfectas, las ideas ordenadas, y un contenido de interés. O sea, unas cartas deliciosas. El resto escribía de una manera más cuidaba de cómo hablaban, desde luego (el medio escrito suele estar más cuidado siempre), pero por lo demás todos eran reconocibles. Y normales. Fue algo tan inesperado que hoy, casi 30 años después, lo recuerdo perfectamente.

Cuando uno escribe para comunicarse en privado, nunca atiende a cuestiones de estilo. Digamos que la función poética del lenguaje pasa al final de nuestras prioridades, o no existe excepto para las expresiones corrientes. Mirad si no vuestro correo electrónico, cómo escribís cada día y los escritos que recibís. Ahora, como entonces, la mayoría de nosotros no atiende a cuestiones formales, no trata de que suene bonito, no piensa en hacer un escrito literario cuando escribe un informe o una felicitación de Navidad. Pero este libro está bien escrito.

Hay un librito de un autor alemán que se llama “Contra el viento del norte” en el que dos personas se intercambian emails. Es una ficción, y por lo tanto, es exigible que el estilo esté cuidado (otra cuestión es que lo esté). Otro libro que he leído recientemente y que comenté (La sociedad literaria de Guernsey...) es también una ficción, y el estilo también aparece en el libro, es exigible a la autora. Pongo esos dos ejemplos para contraponerlos a “84 Charing Cross Rd”.

Este libro es real, es decir, estos señores escribían así.  Sí, ya sé, es un ambiente cultivado y lector, pero...

A ver, se abre el debate. ¿He dicho una tontería o no? Estoy dispuesta a cambiar de opinión...



lunes, 26 de noviembre de 2012

El teatro y el libro

Ya lo dije, yo conocí este libro a través de la obra de teatro. El domingo 19 de marzo de 2006 fui al teatro Fígaro a ver la adaptación dirigida por Isabel Coixet y protagonizada por Carmen Elías y Josep Minguell. 

Recuerdo que me encantó y que me fui corriendo a la FNAC a comprarme el libro, que devoré, y en el que aún conservo el programa y mi entrada...una de las pocas cosas que conservo de aquella época.

También recuerdo el mosqueo con Isabel Coixet, al leer lo que escribe sobre la obra y que os copio aquí

Siempre he contemplado el teatro con el mismo respeto reverencial con el que he considerado a la literatura. Resulta pues paradójico que la primera obra teatral en la que trabajo sea una obra que habla, entre otras cosas, del amor, de la fascinación que ejercen sobre nosotros los libros. Pero desde el momento en que leí (en su formato original) la obra de Helene Hanff, sentí (como han sentido miles de lectores en todo el mundo) que el mundo del que habla 84 Charing Cross Road estaba asombrosamente cerca de mis obsesiones: el paisaje de los sentimientos ocultos, del amor como proyección, de las cosas que no se dicen porque no necesitan decirse, de la soledad como vocación. Helene Hanff y Frank Doel se escribieron cartas durante veinte años y nunca se conocieron. El espectador de esta obra sólo dispone de una hora y media para conocer a esta pareja insólita y fascinante y para vivir con ellos las dos décadas de un romance en el que nunca se pronunciaron las palabras "te quiero". Mi único deseo es, que a la salida de la representación, el espectador, parafraseando a la propia Helene Hanff, se diga: "Yo viví aquello. Yo estuve allí. Yo me emocioné"

A ver, que sí. Que tiene razón en casi todo. Ya hemos hablado de lo evocadora que resulta la transcripción de esas cartas, y de lo bonito que es que esas personas a las que separaba un océano y un manera de vivir tan diferente, se apreciaran y se preocuparan los unos por los otros. 

Pero: ni me creo que fuesen los mejores amigos los unos de los otros, ni muchísimo menos que allí hubiese un romance oculto. Pero ni de coña. Cada vez que he vuelto a leer el libro he buscado indicios, y nada. Sólo encuentro simpatía mutua que no pasa de amistad...en algunos momentos una cierta complicidad, de esa que se da cuando descubres a otra persona tan chalada por algo como lo estás tú. Y reconozco que es que me toca la moral que de todo haya que sacar un romance. Si fuesen dos señoras también lo hubieran sacado? No lo creo. No sé si era por vender más entradas o qué, pero me puso de mal humor hace seis años. Y me sigue poniendo cada vez que lo leo.

Vosotros veis algún tipo de indicio de un sentimiento más allá de la camaradería entre Helene y Frank??

jueves, 22 de noviembre de 2012

Bibliofilia

Uno de los temas de los que trata el libro del que estamos hablando este mes es la bibliofilia. El deseo o la satisfacción por tener físicamente determinado libro, edición o ejemplar y por otro lado también justo lo contrario, la decepción por no encontrar aquello que se busca.

El otro día, a propósito de este libro y de los recuerdos que le suscitó, Di publicó un post sobre sus recuerdos de este libro y llevaba por título has besado alguna vez un libro?

Yo confesé haberlo hecho. En momentos de emoción y en los que percibo profundamente la excepcionalidad de lo que estoy leyendo lo he hecho. Besar las páginas, besar la portada, el lomo dejando el libro un momento para contemplarlo y volverlo a coger para seguir leyendo. No sé como me retrata algo así, supongo que como una persona algo desequilibrada o un friki de los libros sin curación posible.

Pero por otra parte, a mí no me gustan los libros viejos de hojas amarillentas y que huelen a polvo. Nunca me han gustado. Prefiero infinitamente más el olor a tinta y papel nuevo de mi colección de Calvin & Hobbes que ese papel acartonado y con ese olor picante que se desprende cuando lo abres.

Además tampoco me gusta leer un libro que venga anotado o señalado en demasía y no es solo por el hecho de estropear el libro. Por ejemplo, hay una opción en el kindle que es mostrar subrayados de otros lectores o los párrafos más subrayados en general. Pero eso lo deshabilito en cuanto tengo ocasión. Para mí leer es un acto íntimo entre el escritor y el lector. Punto. Habrá a quien le guste compartir citas y experiencias mientras lee o cuando se enfrenta por primera vez al libro. No es mi caso. Para una relectura podría entender esas reflexiones de otros sobre los mismos textos o para charlar merendando o tomando un café o, ya puestos, un buen gin tónic, pero eso es post lectura.

Ya digo que la forma en que cada lector se enfrenta con el libro es diferente y en modo alguno excluyente respecto a otras. Por ejemplo, yo voy cambiando y ahora doblo esquinitas de los libros de papel para señalar páginas que me han gustado. Eso se lo debo al proceso de reflexión lectora que me ha proporcionado este mundo de los blogs y el club de lectura. Esa reflexión sobre lo que he leído, compartirlo con quien quiera leerlo y obligarme a poner en claro ideas y sensaciones es una de las mejores cosas del blog. Y si eso supone que hay que doblar alguna esquinita, ¡pues se dobla!

Otro punto de mi bibliofilia es el encaprichamiento inmediato con un libro que tiene que ser mío lo más rápido posible. Por ejemplo me pasó con el tercer tomo de alianza editorial de Los Papeles Póstumos del Club Pickwick de Dickens. No empecé a leerlo hasta que tuve asegurado el tercer tomo, cosa que me llevó bastante tiempo y bastantes sufrimientos. Cierto es que este libro me lo leí enseguida una vez conseguido, pero otras veces mi furor se aplaca al conseguirlo. Ya tendré tiempo de leerlo. Lo cual es un poco absurdo dado que has empleado mucho tiempo en buscarlo, lógicamente, para leerlo.

Este año me he leído un libro que compré hace cinco o seis años con ganas de leerlo inmediatamente. Hay algún libro de Conrad (a sus pies, siempre a sus pies) que he comprado y que aún no me he leído y me pasó con el de Juan Belmonte, matador de toros, que compré hace varios años y hasta este no me lo he leído.

El libro tiene algo que me atrae poderosamente. Podría decir que es el libro como objeto, pero no sé yo si es eso exactamente, aunque tiene que ver con su posesión. También me pasa con libros digitales que busco y persigo por el ciberespacio para que luego, una vez conseguido, languidezca en la biblioteca del Calibre junto a otros libros como en un cementerio de elefantes del que es probable que no salga leído.

En fin, como siempre he terminado divagando y hablando de otras cosas distintas a las que tenía en la cabeza cuando empecé a escribir esta entrada.

Si queréis podéis contarnos vuestras filias (o fobias) con respecto a los libros. ¿Soy un bicho raro? ¿Compartís alguna de mis manías?, ¿todas? ¿Os enfadaríais porque no os mandaran los diarios completos de Pepys sino "una miserable colección de FRAGMENTOS del diario de Pepys, obra de un entrometido editor al que más le vale estar pudriéndose en la tumba"?

Hablad, por favor.
 

domingo, 18 de noviembre de 2012

La firma invitada...quién será

Queridos cobloggers y público en general (vamos, los cuatro fanes que tenemos): hoy en este nuestro blog tenemos un colaborador misterioso...quién será? Es él o es ella? Bloguero o tuitero? Espero que os resulte divertido tratar de identificar quién ha escrito todo lo que viene a continuación, y que le/la/lo digáis muchas cosas, para que triunfe lo más grande.



Los libros de cartas siempre me han parecido una excusa para no construir un argumento lineal, recuerdo Nubosidad Variable de Martín Gaite, un libro que me gustó y sin embargo el falso estilo epistolar me pareció de lo más forzado (yo al menos jamás he escrito una carta así y mira que he escrito cartas). 84CCR sin embargo, consigue que las cartas sean y parezcan ser de verdad. ¿Esto perjudica el estilo?, pues seguro, pero es una novela epistolar que por fin parece realmente epistolar y no algo disfrazado de carta.
Pero empecemos por el principio: Helene es una petarda, la recordaba como una petarda y tras un rehojeo muy por encima para escribir este post me he convencido de que ciertamente es una petarda. Vale se nos gana el corazón con sus dádivas, vale demuestra ternura y generosidad…pero a mi me ha recordado esa gente gafotas que escribe un blog para contar sus frikeces porque no se las aguantan ni en su casa (me incluyo en la definición…hijo mío mas vale que tienes un blog porque si no ¿quien te soportaría esas idioteces de las que escribes?).
Uy Frank me has mandado la Biblia Vulgata pero es en chino mandarín y yo la quería en chino de Manchuria que falta de respeto, osea osea superosea… (no es textual pero como si lo fuera). ¿Qué esta tipa sea insufrible es lo importante? pues no….ya hemos comentado otras veces que el hecho de que el personaje te caiga mal, no conlleva que la novela sea mala (recuerdo el odioso Bascombe de Ford sin ir mas lejos y sin embargo el periodista deportivo lo recuerdo con agrado).
¿Es un libro raro? me parece que si, ¿Las cartas están en un estilo pulido y atrayente? realmente no. ¿Tiene un argumento que te haga devorar las páginas? tampoco. ¿Entonces…?
84 CCR es un libro que evoca…de hecho lo que más me gusta de él, es lo que no sale en el libro, lo que hace que pienses que ha sucedido entre una fecha y otra, la imaginación que te provoca imaginar los periodos que van de una carta a la siguiente…como cambian los personajes de año en año, imaginar que sucede en esa librería hasta que llega la carta de Helene, las relaciones del protagonista con sus compañeros, lo que pensará la familia de Frank en esa relación que supera lo aséptico y profesional para saltar a lo personal…ver como Helene se hace vieja acompañada de sus manías insoportables de toda la vida, como pierde y encuentra trabajos rodeada de libros, y como Londres se convierte en ese lugar imaginario que le han regalado los libros y no quiere que la realidad le estropee.
El libro da, en mi opinión, para muchos temas más pero no quiero usurpar casa ajena con mis elucubraciones noctámbulas: Por ejemplo ahora que los pedidos se hacen por un formulario frío de amazon qué queda de la relación personal con los libreros, ahora que ya no se escriben cartas…(bueno si que se escriben en forma de mail, pero la contestación llega en 3 minutos) donde queda la emoción de la espera y de la contestación …
No conocía el libro de nada, la autora ni me sonaba, pero un día compartiendo latrocinios literarios con Bichejo (coautora de este blog y de otras tropelías de las que soy fan) me lo recomendó en un cruce de mails. Me lo puse a leer por encima, de la manera más incómoda posible, es decir en la pantalla del ordenador (era mi etapa prekindle) y me atrapó para no dejarlo hasta acabar. Ayer recibí un mail de Bich que para mi sorpresa, me invitaba a hacer un post para este club de gafotas. Como podéis imaginar fue todo un honor para mi que solo soy aspirante a gafotas. Así que cumplo con los deberes y por primera vez en mi vida bloguera hago un post para otros con sumo gusto y encanto.
Lo dicho buenas noches, saludos cordiales y gracias a Bich y sus amigos por la invitación.

PS_: acostumbrados a los ladrillos de 700 paginas que se estilan en este blog, este libro creeríais que era un Tbo ¿no?

jueves, 15 de noviembre de 2012

84, Charing Cross Road

El libro que te invitamos a que debatas con nosotros durante este mes es 84, Charing Cross Road de Helene Hanff.

A través de sus páginas nos encontramos con la relación epistolar que se inició en la inmediata posguerra entre Helene Hanff y los trabajadores de la librería Marks & Co que, con la excusa de la búsqueda de libros raros y antiguos de segunda mano, se prolongó durante dos décadas. 

84, Charing Cross Road no es sino un canto de amor a los libros, a la lectura y a las relaciones que se cimentaron sobre una pasión compartida.



Los cuatro lectores residentes en este Club de lectura 2.0 han hecho las consiguientes reseñas que puedes leer en los enlaces y se pasarán el próximo mes hablando sobre lo que ocurre en la librería situada en el número 84 de Charing Cross Road ¿nos acompañas?

Carmen

Bichejo

Desgraciaíto

Livia