viernes, 18 de abril de 2014

Gabriel García Márquez

Sea sincero, lector, ¿cuántos principios de novela puede recordar y recitar de memoria, palabra por palabra? Ojo, no digo "reconocer", que entonces nos vamos ¿a la docena, al medio centenar?, digo recitar palabra por palabra; no sé usted, lector, pero yo sólo dos, allá vamos:
En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de adarga en astillero, rocín flaco y galgo corredor.
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella remota tarde en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro... 
Hace años, un brillante alumno de bachillerato que se soñaba escritor -y escribía muy bien, le deseo éxito y creo sinceramente que lo tendrá- me decía, desanimado, que para qué escribir si Cervantes ya había llegado a la cúspide hace siglos dejándonos mudos, que nadie podía superarlo o siquiera emularlo y que estaba pensando en rendirse y no escribir porque no le veía sentido si por muy bueno que llegara a ser no se podía llegar al nivel de Cervantes en el Quijote... sonreí y me limité a decir un nombre: Gabriel García Márquez; mi alumno me devolvió la sonrisa y se le fueron todas las penas porque, decía, García Márquez había demostrado que Cervantes no lo había dicho todo y que había caminos por explorar.

Allá por el pleistoceno, cuando estaba en la facultad, tendíamos a preguntarnos unos a otros por nuestras novelas favoritas; leíamos tanto entonces (por motivos obvios, éramos estudiantes de filología hispánica) que las preferencias bien podrían cambiar de un año para otro; nadie dijo nunca Cien años de soledad como novela favorita y una de mis compañeras, por si acaso, preguntaba siempre por ella para recibir siempre una misma respuesta "bueno, es que esa es obvia, no cuenta"

Lo curioso -y mejor- del asunto es que Gabriel García Márquez no es el autor de una sola novela magistral, tiene varias que, si bien no están a la altura de Cien años de soledad (¿hay alguna obra de Cervantes a la altura de Don Quijote?) son fantásticas, de primerísima línea y muy por encima de la época que le tocó vivir; tanto es así que él estaba convencido de que la novela que perduraría sería El amor en los tiempos del cólera (curiosamente a mí se me hizo bola); ahí queda El coronel no tiene quien le escriba, Crónica de una muerte anunciada, toneladas de cuentos, Noticia de un secuestro y, cuando ya pensábamos que era muy mayor se descuelga con Memoria de mis putas tristes, tan tierna, tan verdadera...

Ayer se nos fue y a mí, que soy lo opuesto a una persona sensiblera, se me escaparon un par de lágrimas... Es la tercera vez que la muerte de un escritor me hace llorar y, o mucho cambia la cosa, o será la última.

Ha sido un inmenso placer compartir tiempo en la tierra contigo, querido Gabo, gracias por todo; te has ido un jueves santo, el mismo día que Úrsula Iguarán, espero que Melquíades haya ido a recibirte... y oye, si como le pasó a él te aburres de estar muerto, estaremos encantados de recibirte de vuelta. Descansa en paz.

2 comentarios:

  1. A mi también se me hizo pesado "El amor en los tiempos del cólera", por más que él dijese que ese era su gran libro... el que perduraría.

    Un saludo.

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  2. Yo también sufrí al enterarme de su muerte, realmente uno de mis sueños era llegar a conocerlo, cruzar unas palabras con él y preguntarle tantas cosas sobre sus libros. Leí casi todos sus escritos y su forma de relatar realmente me cautivó. Cuando me crucé con cien años de soledad y crónicas de una muerte anunciada, iba en la secundaria, volví a leerlos y otros más, a inicios de la universidad.
    Saludos,

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