George y Roberta viven juntos desde hace relativamente poco. Roberta tiene dos hijas de un anterior matrimonio, y abandonó a su marido porque se convirtió en aburrido, porque no la llenaba, porque no la excitaba, porque se dio cuenta de que no le quería.
Valerie trabajaba con Georges en un colegio, y cuando Roberta dejó a su marido, se fue a vivir con ella. Fue así como se conocieron Georges y Roberta. Al principio surgio la fascinación del uno por el otro. El la vio como alguien alegre, divertida, atractiva. Ella le vio a él como una persona bromista, fuerte, un hombre misterioso y reflexivo a veces, que quería dejar el colegio y dedicarse a la escultura en una granja que se acababa de comprar, tranquilo, dedicado a criar gallinas y a plantar verduras. Los dos tuvieron una primera impresión.
Decidieron irse a vivir juntos.
La vida ha cambiado y no es como hubieran imaginado ninguno de los dos. Roberta tiene accesos de tristeza, está deprimida. Deprimida en una casa que le ahoga, en la que no tiene nada que hacer y en donde no quiere hacer nada. Una casa que se le viene encima. George no se dedica a la escultura, sino a reparar la casa poco a poco, con sus manos, de forma metódica e implacable, y a su aire. No es una casa que comparten, sino que es la casa de George.
Roberta, a sus 46 años, se ve vieja. Teme a George, que se comporta a veces de manera implacable. Roberta se siente humillada. Ha cambiado, y tiene los nervios destrozados. George la ha agraviado, le ha dicho que tiene los brazos fláccidos, y sabe que la encuentra vieja y fea. George es capaz de hacer daño, con sus palabras, con su actitud. Roberta teme que haga daño a sus hijas, igual que se lo ha hecho a ella. ¿Y él? El piensa que ella y sus hijas son unas perezosas y está ya harto de tener que convivir con ellas.
Los dos tuvieron una primera impresión y ahora mantienen una relación fracasada. Sin embargo, viven en una apariencia de normalidad. Las dos hijas de Roberta pasan unos días con ellos en su granja, y sólamente una de las hijas, la mayor, se da cuenta de cómo ha cambiado su madre, hasta el punto de escribir en su diario "si esto es amor, yo no quiero ni un poco".
Con estos mimbres, Alice Munro narra la visita que hacen George, Roberta y sus hijas a casa de Valerie. Nos describe el comportamiento de todos, nos deja ver la crueldad de George y la derrota de Roberta, su intimidad actual, su relación de apariencia con el mundo. De vuelta a la granja, un camión sin luces se salta un stop y están a punto de tener un accidente mortal. Ni siquiera tienen tiempo de asustarse, sólo pueden quedarse perplejos, aplanados, desconcertados. George y Roberta ya están muertos sin necesidad de accidente.
El relato termina así:
- ¿Estáis muertos, chicos? - dice Eva (la hija pequeña), sacándoles de su ensimismamiento - ¿no hemos llegado a casa?
No tengáis la menor duda: Alice Munro lo cuenta muchísimo mejor que yo...
Te tengo que dar la razón, hay que hacer un libro resumen de los mini relatos de Alice Munro, dejarlos todos en una página y que te lo puedas leer en media hora. ¡Cuánto sufrimiento se le ahorraría a la humanidad!
ResponderEliminarPuede que sea por mi situación personal, que es muy particular, pero leo esta historia, que posiblemente sea de las mejores (y si me sacas la de las ancianitas te prometo que podemos acabar en una reyerta) y lo único que pienso es que George y Roberta son unos tristes y más simples que el asa de un cubo. Porque en este mundo al que hemos venido a sufrir nadie se muere por nadie y menos en vida.
Eso sí, te prometo por la pierna derecha de Diego Costa que he disfrutado más leyendo tu post que leyendo el libro, quiera decir eso lo que quiera decir.
George y Roberta no son unos tristes, sino unos personajes que sufren. Y que probablemente terminarán separándose, aunque eso no lo dice el relato.
EliminarQue no te guste cómo escribe, bien. Pero sí hay una historia detrás de cada relato.
Claro que no lo dice el relato, si lo dijese este ameno debate carecería de sentido.
EliminarY es justo al contrario, me encanta como escribe, por eso me resulta una estafadora (dicho con todo el respeto) porque sabe que escribe muy bien y con eso camufla que sus historias son, como dice ND, pompas de jabón.
Pues no creas. Cuanto más pienso en ello y más después de leerte más pompa de jabón me parece. No transmite nada, aburre hasta querer dejar de leer. Además de dejar historias sin principio ni final.
ResponderEliminarTodo eso que ves lo pones tú. Igual podrías hacerlo mirando un cuadro en blanco.
No hay historia. Y si la hay, como te parece, la cuenta tan mal que a la única que le ha dicho algo en el club es a ti.
Me parece estupendo que te diga todo eso, y no niego que esa historia se pueda sacar de su relato. Lo que sí que digo que o varios sufrimos narcolepsia o escribe de una manera tan súmamente aburrida que los árboles (los peñazos sería más acertado) no nos han dejado ver el bosque (el pedregal).
El principio y el final lo da por entendido: nacen y luego mueren XDD
EliminarSí hay historia, yo no me la estoy inventando ni estoy interpretando nada, ni me la estoy sacando de la chistera. Todo esto que cuento está en el relato, no es una interpretación mía! Otra cuestión es que te aburra su forma de escribir, pero sí cuenta historias. El que te aburra, pues claro que no te lo discuto.
No es que aburra, que sí. Es que a mí me haces un examen después de leerlo y no podría poner nada porque no se me queda. Pasa por mí como si fuera un fantasma. Y no solo me ha pasado a mí.
ResponderEliminarLo lees sin llegar a la historia, sin que - no ya que te interese - sino sin que te enteres.
Que algo también tendrá esta señora cuando a varios nos ha pasado exactamente lo mismo, digo yo...