domingo, 27 de octubre de 2013

Obligando a leer

Como una novela” habla de muchas cosas, pero de todas ellas una me ha estado vueltas en la cabeza desde que terminé el libro, no es otra que la obligación que imponemos a nuestros hijos a la hora de leer y de lo contraproducente que, según Pennac, esta actitud puede ser.

No pertenezco a una familia muy lectora, yo creo que más por falta de oportunidades que por falta de interés, tal vez, por eso mismo, en mi casa los libros siempre han sido objetos casi sagrados, a los que había que cuidar y de alguna manera respetar. No recuerdo que nadie me obligase a leer, sólo recuerdo el placer que me producía descubrir historias que descubrían otros mundos mucho más interesantes que el que delimitaban la A5 y las vías del cercanías. Mis tesoros eran un balón de reglamento blanco impoluto de la marca Adidas y el carnet de la biblioteca del colegio.

Me encantaba leer, seguro que no por falta de algo mejor que hacer, leer era algo en si mismo maravilloso, y sin embargo no puedo comprender cómo llegué a tener ese amor por los libros, un conocimiento que necesito con urgencia ahora que soy padre y veo como junta torpemente las sílabas un niño de seis años. Porque si Pennac nos habla de los peligros de la televisión, no sé que diría ahora que nos enfrentamos a enemigos mucho más poderosos. La televisión misma ha evolucionado a canales temáticos de dibujos animados, cine sin salir de casa, consola de videojuegos, y hay mucho más, ordenadores, tabletas, juguetes que parecían imposibles apenas una docena de años.

¿Qué hacer? ¿Rendirse de antemano, dejar que sea el propio niño el que encuentre su camino? ¿O forzar de manera firme pero sutil para que ese camino sea el correcto? Porque sí, seguro que todos concluimos fácilmente que el secreto está en no dejarle abusar de nada, en racionar los minutos que le dejamos dedicar a cada cosa, pero esa estrategia de fácil no tiene absolutamente, porque los niños son insaciables y son capaces de dedicar todo el tiempo del mundo a una cosa con tal que dicha cosa les guste. Por eso cada vez que les quitamos un videojuego y se lo cambiamos por un libro estamos consiguiendo algo tan perverso como que el primero sea un premio y el segundo algo asimilable a un castigo. La fastidiamos.

Sinceramente admito que me enfrento a ello impotente, usando los pocos trucos que tengo a mi alcance, comprando libros ilustradísimos llenos de animales salvajes e imponentes dinosaurios, leyéndole cosas que sé que le pueden interesar, pero claro, ¿qué puede ser más interesante que un Pokémon? El respondería sin dudar que otro Pokémon más evolucionado. Soy pesimista, porque si esto me pasa a mí, que leo a diario al alcance de sus indiferentes ojos, qué no pasará en otras casas en las que leer sea un hecho inexistente, qué será de todos esos niños que jamás han visto a nadie con un libro en las manos.


Este post es un mensaje lanzado al aire, una petición de ayuda para que me contéis cuál es vuestro plan, para que me digáis cómo pensáis hacer de vuestros hijos personas activas en busca de aventuras y conocimientos, para que me saquéis del pesimismo pensando que vienen generaciones de receptores pasivos que no estarán dispuestos a cambiar las maravillas de un libro por un esfuerzo que consideran innecesario. Porque pienso en lo que nos cuenta Pennac y en la desesperación a veces creo que puede estar equivocado, que nuestros mayores eran más brutos pero más sabios, que tal vez la letra con sangre entra y que leer obligar a alguien a leer, como el que obliga a terminarse un plato, puede que no acabe siendo tan malo.

3 comentarios:

  1. Yo me leí un libro que se llama cultura basura, cerebros privilegiados que hablaba de que los videojuegos, las películas, las series van siendo más complejas cada vez y que ahora tiene bastante poco de pasivo.

    De hecho, los niños son cada vez más listos.

    Con eso no quiero decir que no haya que intentar que lean, ni mucho menos. Yo lo intento como puedo. Ahora les dejo si quieren con la luz encendida por la noche un rato para que lean. Y de momento funciona. Más con C que con J, pero poco a poco...

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  2. Yo te puedo ayudar poco. Sin embargo, creo que un niño hace tiempo, sin videoconsolas, también tenía otros competidores al libro muy potentes. Hay cosas que siempre han sido parecidas, y principios que no fallan, como que a más esfuerzo, mayor recompensa.

    No sé, no sé nada en realidad. Pero gente que no lee la ha habido en todas las épocas.

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  3. Yo no tengo hijos, pero creo que haría lo que hicieron conmigo: leerme mucho de pequeña, plantear el rato de lectura como algo divertido y como premio, que me vean leer...y cruzar los dedos. Sólo hay que obligar lo que sea obligación por deberes...si no le gusta, no le gusta. Y tampoco pasa nada. Para ti será terrible porque sí te gusta leer, pero es una afición, si lo intentas forzar, igual consigues el efecto contrario.

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