Será el tercer post que escribo sobre el libro de Edith Wharton.
No es que el libro me haya entusiasmado, más bien al contrario. El libro me
pareció en muchos momentos muy pesado, pero por lo que contaba, no tanto por la
escritura.
La escritura es ligera, narra, cuenta peripecias y no tiene descripciones excesivas. No es que me molesten las descripciones en los libros, en absoluto. Pero pienso que sólo los grandes pueden escribir páginas y páginas con descripciones (sean de lugares o de sentimientos, o de sensaciones) sin que tires el libro por la ventana. ¿Se puede ser un grande de la literatura sin saber describir con el lector enganchado al libro e incapaz de soltarlo de las manos? Yo lo dudo. Pero esto de los escritores es como el tenis: jugar, jugamos casi todos, pero Nadal y Federer sólo hay dos. Es la élite, y Wharton no me parece que ande entre ellos. Esta es mi mi opinión, que es sólo mía y que además, no lee casi nadie en este blog con eco.
Entonces, quedamos en que lo que contaba me parecía pesado. Los anhelos de una chica de permanecer en un ambiente social sin tener los medios para ello y cuyo único camino para lograrlo es el matrimonio. Pudiera parecer que esto es inevitable, algo como el destino feroz que te lleva de un ronzal irremediable, y que por ello te atosiga, y te zarandea, y elimina de ese camino fatal cualquier alternativa. Pero no, esta pánfila tiene otras alternativas. Veamos.
Alternativa 1: taparse la nariz y ser consecuente. Tiene varias oportunidades. Total, lo que pretende, aunque lo llame matrimonio, es ponerse de puta. Pues, chica, si tu destino es ser puta, asúmelo y aguanta.
Alternativa 2: Renunciar a esa sociedad y ponerse a trabajar. En vez de pedir para jugárselo al bridge, también puede pedir para poner una tiendecita. O a muy malas, irse al campo, que allí se vive más barato. O de señorita de compañía. A ver, ¿no sabe cantar? Pues, venga.
Lo que me parece muy pesado del libro es tener que leer páginas y páginas sobre la peripecia de una persona que tiene otras alternativas. No es el mundo en el que vive el que la empuja, no es la sociedad cruel, no es la condición de mujer lo que ata a Lily. Lo que ata a Lily es su estulticia, y, si no son tratados con humor (ácido o dulce, me es igual), los libros sobre bobos me aburren mucho.
¿Puedo estar viéndolo con mis ojos de mujer del siglo XXI? Es posible. Pero si hay dos cosas que han funcionado perfectamente desde que el mundo es mundo, es el oficio de puta y el ascensor social que va para abajo. Si el libro hubiera ido por alguno de estos dos caminos tal vez me hubiera gustado más. Y sin necesidad de buenas descripciones.
Llego tarde, porque tienes la razón y he contado casi lo mismo en otro post...qué desastre!!
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