- ¿Y a ti cómo te gustaría morirte?
- Pues mira, leyendo un libro de 824 páginas estaría bien. A ser posible, en la 823, más que nada para conservar el interés hasta el fin de mis días.
Os contaré que el año pasado, ND propuso como libro La máquina de la muerte y a todos nos pareció de lo más adecuado para celebrar el ecuador del año, si bien en el último momento el propio ND, que es hombre prudente, transmutó en Séptimo de Caballería y nos libro de terminar de manera tan abrupta como descriptiva el valle de lágrimas en el que se habían convertido los seis primeros meses del 2013.
Desde El animal moribundo, que nos dejó con mal cuerpo a todos, pasando por la tragedia de Un matrimonio feliz o la peripecia hasta Harvard de una pequeña homeless con vocación de delincuente en Quemar la noche, siguiendo con la pobrecilla Paula, que en paz descanse y la amargura de Algo va mal de Tony Judt, estábamos ya todos sin un mal clinex que llevarnos al lagrimal y anegados en suspiros cuando tuvimos un momento de relajación con Bayard, que nos enseñó Cómo hablar de libros sin haberlos leído. Tengo para mí que ND, además de prudente, es un hombre previsor, si bien su libro llegó tarde para evitarnos pasar por Los años de Laura Díaz, un libro que me permitió reconocer las ventajas de la lectura creativa, una finesse inventada por Bichejo. En fin, Bayard fue un respiro, un tomar carrerilla hacia Jane Eyre, un dramón de toma pan y moja que puso en suerte a John Irving y su Última noche en Twisted River, que menos mal que era la última, porque si llega a ser la primera todavía estamos por aquí leyéndolo. Y luego Como una novela y Doña Perfecta, Pennac y Galdós, o sea, un huevo y una castaña.
Y ya llegamos al final del año, dispuestos a leer Las lunas de Júpiter, de Alice Munro, que ha tenido a bien ganar el premio Nobel y que viene a sustituir a Tres mujeres fuertes, de Marie Ndiaye, que de momento sólo ha ganado el Goncourt, y eso parece poca cosa para este selecto club. ¿Que por qué no hemos leído a Ndiaye? Pues básicamente porque yo no tengo personalidad ni dotes de mando. Esto y que no era un libro fácil de encontrar, así es que se condenó prácticamente un mes después de haberlo elegido. He de decir que quien conozca a Bichejo sabe que no es en absoluto una persona insistente, de manera que el hecho de que preguntara cada dos días “¿Y para Diciembre qué leemos, y para diciembre qué leemos? Le toca a Carmen, le toca a Carmen, le toca a Carmen...” sabe que tenía como único motivo alargar el sistema de elección de libros que es, de lejos, la parte más divertida del club. Una lástima que esto sólo suceda una vez al año.
Este sistema de elección, el año pasado, fue muy sencillo: cada uno proponía cuatro o cinco libros y el resto elegía tres entre ellos. Después se contaban los electores que había tenido cada libro, y ya está. Como éramos cuatro, tocábamos a tres libros cada uno. Existe el veto, y lo hemos usado especialmente para descartar los libros que ya hemos leído para que no pasen por el club. Para evitar japoneses no ha hecho falta, porque a casi todos nos espeluznan. Esto del veto tiene también su punto de originalidad, probablemente perdida, y es que Livia ha decidido por su cuenta que el veto vale para una cosa y para su contraria, y así, en un doble mortal con tirabuzón, nos propuso libros que ya había leído ella, algunos incluso que había olvidado, si bien en el caso de Laura Díez esto último no tenga explicación. En fin, que Livia ha inventado el recontraveto, que es algo muy meritorio. Sin embargo, yo diría se ha dejado perdonar porque con una entusiasta reseña en su blog nos animó a leer, fuera de programa, Todo lo que era sólido, de Muñoz Molina, un libro que habría que poner como material obligatorio en primero de bachillerato.
Ha sido un año muy divertido, dicho esto con la ventaja que otorga el haber pasado el trance. Ninguno de los libros que hemos leído ha sido celebrado por todos, a falta de leer a la Munro. Y eso que a mitad de año se incorporó Newland después de haberlo meditado mucho y tras publicar reseñas sin atenerse al corsé que imponía el calendario. También sin derecho a elegir títulos en este año 2013, lo cual tiene el inconveniente de tragarse los puros que eligen otros, pero la indudable ventaja de no equivocarse. Supongo que el enamoramiento que ha vivido con Irving le habrá compensado de otras desdichas, aunque no hay nada comparable a escoger un libro y luego atenerse a la crítica de tus co-bloggers.
Una vez dicho esto, se comprende que este año hemos sido cinco para elegir los libros de 2014. Podríamos haber mantenido el sistema de voto, pero hemos preferido innovar. Pero eso ya os lo contaré otro día, así es que nada de darse de baja aún. Aquí os quiero ver a todos, que sois pocos, pero muy heroicos.
Este sistema de elección, el año pasado, fue muy sencillo: cada uno proponía cuatro o cinco libros y el resto elegía tres entre ellos. Después se contaban los electores que había tenido cada libro, y ya está. Como éramos cuatro, tocábamos a tres libros cada uno. Existe el veto, y lo hemos usado especialmente para descartar los libros que ya hemos leído para que no pasen por el club. Para evitar japoneses no ha hecho falta, porque a casi todos nos espeluznan. Esto del veto tiene también su punto de originalidad, probablemente perdida, y es que Livia ha decidido por su cuenta que el veto vale para una cosa y para su contraria, y así, en un doble mortal con tirabuzón, nos propuso libros que ya había leído ella, algunos incluso que había olvidado, si bien en el caso de Laura Díez esto último no tenga explicación. En fin, que Livia ha inventado el recontraveto, que es algo muy meritorio. Sin embargo, yo diría se ha dejado perdonar porque con una entusiasta reseña en su blog nos animó a leer, fuera de programa, Todo lo que era sólido, de Muñoz Molina, un libro que habría que poner como material obligatorio en primero de bachillerato.
Ha sido un año muy divertido, dicho esto con la ventaja que otorga el haber pasado el trance. Ninguno de los libros que hemos leído ha sido celebrado por todos, a falta de leer a la Munro. Y eso que a mitad de año se incorporó Newland después de haberlo meditado mucho y tras publicar reseñas sin atenerse al corsé que imponía el calendario. También sin derecho a elegir títulos en este año 2013, lo cual tiene el inconveniente de tragarse los puros que eligen otros, pero la indudable ventaja de no equivocarse. Supongo que el enamoramiento que ha vivido con Irving le habrá compensado de otras desdichas, aunque no hay nada comparable a escoger un libro y luego atenerse a la crítica de tus co-bloggers.
Una vez dicho esto, se comprende que este año hemos sido cinco para elegir los libros de 2014. Podríamos haber mantenido el sistema de voto, pero hemos preferido innovar. Pero eso ya os lo contaré otro día, así es que nada de darse de baja aún. Aquí os quiero ver a todos, que sois pocos, pero muy heroicos.
¡no había veto sobre libros ya leídos hace un año! Pero da igual, compro eso del "recontraveto" XDDDD (me haces llorar de risa con cada post, maldita!)
ResponderEliminarEsto promete....
ResponderEliminarYa, ya lo sé, querida Livia, pero me ha venido bien ponerlo, por aquello de echarle sal al post. XDD.
ResponderEliminar¡Hombre, Hermano E, un heroico!
¿Ni un sólo japonés os agrada? Son raricos....pero algunos tienen su punto.. como la Kirino.
ResponderEliminarPara el año que viene propongo que uno de los libros los elija el público! Jajajaj
Esperaremos vuestras reseñas, como siempre.
Qué pesada soy...me parto. La lectura creativa no se valora lo suficiente, tengo que perfeccionar el método, pero es un gran invento.
ResponderEliminarSaramaga, de los japos sólo puedo hablar por mí, pero los dos libros que he leído me han espantado profundamente, y no me apetece probar más. Y sobre lo de elegir el público, eso es de ser muy heroica.
ResponderEliminarMuero de la risa, segunda parte ya :))
ResponderEliminarY ya sería el colmo que como dice Saramaga nos eligiesen los libros, podíamos probar un mes a ver qué nos tocaba...
Juanjo: ¡VETO!
ResponderEliminar