Hace unos años, tuve que comentar en una tertulia el libro Un mundo feliz, de Aldous Huxley. Antes, les había enviado un archivo que contenía 4 ó 5 fotos: la sede del FMI, la página web de una conocida tienda de deportes, la foto de una residencia de ancianos, una noticia sobre la eutanasia, otra de la oveja Dolly, una foto del Sálvame... Empecé por ahí, y a través de la identificación de ciertos pasajes del libro con cada una de las fotos, conseguí horrorizarles a todos. No estábamos tan lejos, no convenía reirse de lo ridículos que parecían aquellos personajes tan sumisos...
Este no es un blog de política, sino de literatura. Pero El cero y el infinito es un libro fundamentalmente político.
Koestler nos pone los pelos de punta al hablar de totalitarismo. Un totalitarismo que proviene de considerar el partido como un bien superior al que la masa, el colectivo, no el individuo, está supeditado. Da igual lo que piense cada cual: la supervivencia del partido se sobrepone a cualquier otra consideración, y el que se ablande o debilite no tiene cabida en él.
Desde aquel famoso "el que se mueve no sale en la foto" de Alfonso Guerra ya ha llovido hasta llenarse todo de charcos y de barro. En todos los partidos, al díscolo se le pone en la calle. O se le abre la puerta. Y en estos días, hay una polémica muy triste en torno a la libertad de los diputados a la hora de votar (la polémica surge por la propuesta de reforma de la ley sobre el aborto). Y sin embargo, el articulo 79 de la Constitución española dice (me he molestado en mirarlo) exactamente: "El voto de Senadores y Diputados es personal e indelegable". No hay que tener tres carreras para entender esta frase, ni hay que pensar en el espíritu de la letra ni nada. Y sin embargo, ni siquiera con un tema que apunta a lo más profundo de nuestra conciencia y de nuestra moral, se permite libertad de voto. En ningún partido. Y no sólo cuando se trata de asuntos que tienen que ver con la moral. Recuerdo bien la escena: Don Joaquín Leguina, que es un señor que me cae de maravilla, que me parece un hombre culto y que tiene plaza de funcionario sin tener que depender de nadie, la mañana anterior había lanzado sapos y culebras contra el nuevo estatuto de Cataluña en la radio. Y cuando llegó el momento de votar, se levantó dócilmente de su escaño, y dijo "VOTO SI"...
Sí, ya sé, no hay cárceles, pero están las listas para las europeas... Sí, no hay muerte, pero el paro en un político, teniendo en cuenta que no tienen oficio ni beneficio, se parece mucho.
No estamos tan lejos... Pero mi pregunta es por qué. Por qué esta sumisión.
Y después de este post, éste sigue siendo un blog de literatura, así es que agradecería a nuestros buenos comentaristas que evitemos parecernos a estos señores que se ocupan de la política en nuestro país. ¡Os recuerdo que aquí se viene leído!
Efectivamente ésta es una de las claves del libro, la anulación del individualismo, la supremacía del interés de la comunidad. Y dejando a un lado que, normalmente, esa supremacía se traduce en el interés de una casta dominante, voy a intentar hablar como si se tratase de una verdad objetiva.
ResponderEliminarPorque la razón me dice que por qué no, que ese bien común debe hacer del individuo una célula que o participa del conjunto o merece ser extirpada, pero el corazón me dice que es algo horrible, que la vida merece ser vivida en libertad y conforme a nuestros valores individuales, que ya es algo bastante fastidiado intentar encontrar el sentido de la vida como para ser una célula.
Y entonces me encuentro que esa libertad lleva a la ley de la selva y que de nuevo una casta dominante es la que va a tomar las decisiones importantes y que dicha libertad es casi papel mojado.
Y pienso que no debería ser tan difícil llegar a un punto medio, un punto medio que no lleva a ninguna parte porque aunque parece evidente que es lo mejor en la realidad es muy molesto.
El punto medio es aquel en el que somos ciudadanos DE VERDAD y nos responsabilizamos de nuestros actos; nuestros representantes nos representan a la perfección, vamos, es que nos clavan...
ResponderEliminarCuánto más leo sobre lo que había más allá del telón de acero, más entiendo (y más miedo me da) a Orwell y su 1984, ya ves que cada uno tiene sus referentes :); en su día, aunque el libro me encantó, lo creí imposible -¿cómo podría un pueblo entero olvidar un hecho?¿a creer una realidad diferente?¿a vivir así sin rebelarse siquiera mentalmente?- Es posible que ya lo haya contado, así que perdón por repetirme: hace unos años, cuando enseñaba español a extranjeros, tuve, en la misma clase, a dos chicas chinas de unos 18-20 años; como hablábamos del pasado, les pedía que nos contaran su primer recuerdo histórico, las dos eran de Pekín, las dos -por edad- habían vivido los sucesos de Tian'anmen, pero una de ellas no tenía ni la más pajolera idea de sobre qué le estábamos hablando... La diferencia entre ambas es que una vivía en EEUU (sus padres acababan de emigrar y cuando pasó aquello la sacaron del país) mientras que la otra seguía siendo la hija de un militar de alto rango que jugaba al Ping-pong y tenía posibilidades de entrar en el equipo olímpico chino ¿adivináis cuál de las dos no recordaba nada y cuál recordaba haber visto sangre y cadáveres en las calles?
Koestler, igual que Orwell, no pueden ser sospechoso de "derechismo" y, sin embargo, nadie les tomó apunte en esas denuncias... y lo peor es que es por lo que dice el personaje, dentro estaban como estaban y fuera también creían que "la Historia blablabá esto, la Historia blablabla aquello" mientras no sólo purgaban dirigentes sino que mataban de hambre a propósito a campesinos en Ucrania... Todavía hoy hay gente usando adversativas al hablar de Stalin, gente pidiendo golpes de Estado en nombre de "El PUEBLO" (en serio, vi un cartel en una manifestación -en la que no estaba- que ponía "otra dictadura es mejor que esta democracia") y es porque nos falta ciudadanía, porque nos creemos milongas sabiendo que son milongas pero que nos caen simpáticas... La gran diferencia con el personaje de Koestler es que él creía -al final- que su sacrificio era bueno para la causa, porque la causa -perversa- era buena en sí por ¿?, mientras que hoy vemos que todo el mundo está dispuesto a sacrificar a los otros...
Lo curioso es que Kostler se centra en la muerte de unos pocos seres... hoy sabemos que fueron muchos millones sin tener que ver con las purgas y aún así nos conmueve más un nombre excepto si la cifra sobrepasa el millón... y es que el ser humano, se ponga como se ponga LA HISTORIA, es individualista... afortunadamente