domingo, 16 de marzo de 2014

Lily Bart: Justicia social y celos contables

Yo no sé cuáles eran las intenciones de Edith Wharton a la hora de dibujar un personaje como Lily Bart en este libro. No sé si tenía intención de provocar empatía o misericordia, o algo de recordara de lejos la solidaridad. Edith Wharton recoge un personaje en apariencia débil y desprotegido y lo coloca a las puertas de un mundo frívolo y dominado por el dinero y la posición social. Hace entrar al personaje en ese mundo y después lo va zarandeando de una esquina a otra, tal vez con alguna intención más allá de contarnos su peripecia.

Sin embargo, Lily Bart me ha provocado en varias ocasiones una sensación profundamente irritante, que es la misma sensación que me provoca la envidia disfrazada de justicia divina y de igualitarismo social. Pongo dos párrafos para ilustrarlo. En el primero – os sitúo – está hablando de la suma de dinero que ha perdido jugando al bridge. Y leemos esto:
En cualquier caso, la necesitaba (la suma de dinero) para tantas cosas que su misma insuficiencia la (esto es un laísmo, no os preocupéis) había impulsado a apostar fuerte con la esperanza de doblarla. Pero había perdido, claro, ella que necesitaba hasta el último penique, mientras Bertha Dorset, cuyo marido le daba dinero a espuertas, debía haberse embolsado por lo menos quinientos dólares y Judy Trenor, que podía permitirse el lujo de perder mil cada noche, se había levantado de la mesa con un fajo de billetes tan abultado que no había podido estrechar la mano de sus invitados cuando le desearon las buenas noches.
Y remata, la muy pava:
Un mundo en que pudieran suceder tales cosas se le antojaba a Lily Bart un lugar abominable; nunca había sido capaz de comprender las leyes de un universo siempre tan dispuesto a excluirla de sus planes.
Las leyes del universo... Así es que te sientas en una mesa de bridge, te juegas hasta la camisa, lo pierdes, y después resulta que el mundo es injusto. ¿Injusto? Lily Bart ha jugado en las mismas condiciones que Bertha Dorset. No hay ninguna regla en los juegos de cartas en los que se diga que el que pierde, si es pobre, deba ser compensado. Pero sí hay una regla de sentido común y de prudencia que dice que si no puedes permitirte perder el dinero, no te lo juegues a las cartas. La reacción de Lily es de una estupidez colosal.

Segundo ejemplo. En esta ocasión, a Lily Bart le han “levantado” un novio (una situación recurrente en toda la novela). Ese hombre, Percy Gryce, Lily lo ha tenido al alcance de la mano. Sin embargo, el esperar por si acaso encuentra algo mejor (una espera que la deja, a la postre, para vestir santos), hace que el otro decida casarse con otra. Y esa otra resulta que tiene mucho dinero. Y piensa nuestra estúpida protagonista:
La efímera despreocupación de Lily se disolvió bajo una renovada sensación de fracaso. La vida era demasiado absurda, demasiado insegura! ¿Por qué añadir los millones de Percy Gryce a otra gran fortuna? ¿Por qué esta torpe muchacha estaba dotada de poderes que ella misma jamás sabría utilizar?
Oh, la vida, que es absurda. ¿Por qué? ¡Por qué! Ah, los poderes ocultos de esa muchacha (nótese que de milagro no dice que es una arpía), deben de constituir la antesala de un contubernio contra los necesitados de amor (y pasta) como ella. El amor debe considerar la idea de reparto social de Lily Bart, según la cual, que dos ricos se casen es un despilfarro y una acumulación intolerable, porque con el dinero de uno ya pueden vivir los dos. Aquello de "lo tuyo es nuestro y lo mío es de los dos" es algo que nunca cantaría Lily, para quien la canción sería más "lo tuyo es para cuando te cases con una pobre y lo mío para cuando encuentre a un muerto de hambre". Lily Bart y sus celos contables, o algo así...



5 comentarios:

  1. A mí me ha pasado algo parecido, Carmen. No acabo de encontrarle sentido al libro. Quiero decir, no acabo de ver esa crítica a ese mundo. O sí la veo, pero no... organizada. No sé si me explico... no se puede estar a misa y repicando. Se nos hace ver la desgraciada vida de Lily, pero yo la achaco más a su propia responsabilidad, de la que ella no es consciente, que a la maldad de esa sociedad. Al menos es lo que me parece.

    Esa sociedad tiene unas reglas y Lily no quiere jugar con ellas, pero a la vez quiere ser rica y tener lo que tienen los que juegan con esas reglas y cuando no le sale o no tiene el estómago, cuajo o inteligencia necesaria... la culpa es de todos menos suya. Es un caso claro de la ley del embudo a la hora de juzgar a los demás y a una misma.

    ResponderEliminar
  2. No le tengo ningún aprecio al personaje y no creo en la justicia divina... ahora bien, yo lo entiendo como un juego con la esperanza, quiero decir ¿no se dice todos los años que la lotería toca donde ha habido desgracias? ¿no se siente el común de los mortales aliviado si ha sido así? Pues esto es igual; ella no puede elegir no casarse, no puede elegir nada en realidad porque depende de su tía, hasta que la espicha dejándola en la miseria, y de su futuro marido; Lily se ve obligada a elegir entre la pobreza radical y una vida de inmoralidad vendiendo sus favores (digo inmoralidad porque estamos a principios del XX y el mundo es asín)... pero elige cuando no le queda otra, antes espera un golpe de suerte, no en vano es lo que la ha mantenido en pie toda la vida; por suerte es guapa, por suerte es agradable, por suerte cuando se convierte en una pobre huerfanita su tía se hace cargo de ella.. y la suerte se la acaba porque es tonta de remate, porque quiere jugar con los mayores y no es mayor, siendo soltera y pobre en ese mundo jamás sería mayor.
    Tonta, sí, de remate... pero no la juzguemos con excesiva dureza

    ResponderEliminar
  3. Bueno, Pau. Puede que no haya que juzgarla con mucha dureza, pero el problema está más bien en que ella se queja de su mala suerte y no es consciente de que gran culpa de estar como está es de ella.

    Es cierto que murió su padre. Es cierto que tiene una situación precaria. Pero es ella, como dice Carmen, la que juega. Es ella la que desprecia matrimonios de conveniencia que podía conseguir y es ella la que huye del que podría ser su amor pasional porque es pobre.

    ResponderEliminar
  4. ¡pero si estoy totalmente de acuerdo! Es boba y responsable de su destino, el problema es que vive acorde a lo que se espera de ella y no acorde a lo que se puede permitir (lo cual la hace más tonta, no menos) pero sigo pensando que la novela es una crítica social; Lily es boba, pero vive en un mundo donde la gente es hipócrita y cruel y donde las mujeres lo tienen infinitamente peor, máxime si se quedan solteras

    ResponderEliminar
  5. No estoy nada de acuerdo con Pau. Para variar.

    Lily no vive conforme a lo que se espera de ella, todos saben que es una huérfana soltera que depende económicamente de su tía, no creo que nadie espere que se gaste el dinero jugando a las cartas ni que encargue vestidos a troche y moche...el problema es que es cortoplacista, una Scarlett de pega, ya me preocuparé mañana, pero nunca se ocupa de las cosas (cosas de las que sí se ocupa Scarlett). Es una quiero y no puedo, y hace todo lo contrario a lo que debe hacer para vivir como quiere vivir.

    No le da la gana vivir conforme a las reglas de su mundo, pero por pereza, no por independencia o convicción. Hace todo lo que sabe que no debe hacer, todo lo que está mal visto en el mundo en el que vive. TODO. Y luego se dedica a lamentarse de su suerte porque lo que quiere de verdad es vivir en ese mundo. Y encajar.

    Es un mundo que te puede gustar o no, pero con unas reglas muy claras. Ser un objeto decorativo (que es para lo que ha sido educada y a lo que aspira) no es tenerlo infinitamente peor.

    No creo que sea una crítica social ni muchísimo menos feminista. Veo mucho más componente aleccionador a las niñas de la época: ojito con no madrugar, ojito con no ir a la iglesia, que no te vean a solas con un hombre y mucho cuidado con aceptar dinero. Que puedes acabar como la pobre Lily Bart. Que es la única culpable de su propia tragedia. Si no quieres seguir las reglas del juego me parece bien, pero no puedes querer tener las ventajas de un mundo del que no quieres seguir las normas que te llevan a obtener esas ventajas.

    ResponderEliminar