martes, 28 de enero de 2014

Moral individual y necesidad colectiva ¿un falso conflicto?


Voy a retomar una idea que dejaba ND en su anterior post, cuando nos hablaba de la vida de Koestler, el autor elegido este mes. Nos hablaba de Koestler como "un hombre que encontró en el comunismo una dialéctica que le permitía obtener respuestas y un esquema del mundo simplificado y entendible..., aunque estaba siempre preguntándose por todo y siempre insatisfecho”. Y luego citaba al biógrafo, cuando habla que a lo largo de su vida se interrogó “ sobre el conflicto entre las necesidades colectivas y la moral individual, a menudo resumidas en la batalla entre el fin y los medios”. Yo voy a recoger una muestra de este conflicto, tal y como aparece en el libro.

En un momento del interrogatorio que Rubachov sufre a manos de Gletkin, éste le dice:

- La experiencia enseña... que hay que dar a las masas una explicación sencilla y fácilmente inteligible de todos los fenómenos difíciles y complejos...”

Aquí tenemos la primera parte del conflicto, la que nos habla de las necesidades colectivas. El mensaje sencillo y fácilmente inteligible tiene el valor de la eficacia. Debemos dirigirnos a muchas personas, cuyo nivel de entendimiento y conocimiento es muy dispar, para lo que hay que acostumbrar el mensaje al mínimo común comprensible. El mensaje debe llegar a todos, debe tranquilizar, debe satisfacer con una única respuesta muchas preguntas. Es evidente que el mensaje debe ser básico, corto y genérico.

Y sin embargo, lo cortés no quita lo valiente. Pondré como ejemplo la información meteorológica. Al final, el mensaje sencillo es el resumen “lloverá, hará sol, soplará el viento”. El mensaje simple satisface la necesidad básica de conocimiento y el interés práctico por el futuro. Pero si ves los espacios de televisión dedicados al tiempo, entonces ves cómo se aborda el asunto con mucha más complejidad, y no se renuncia a dar toda una serie de explicaciones que, en realidad, aportan poco al mensaje final que se quiere colocar sobre el tiempo que hará mañana. Ahí tenemos el frente anticiclónico, las líneas isobáricas, las mediciones de los vientos, las imágenes de los satélites. Es fascinante, porque el 90% de las personas no sabrían decir exactamente qué es un frente de bajas presiones, pero tienen la información a disposición.

Algo más cercano a la recomendación es la prescripción médica. "Tome esto y se curará la tos" le dice al paciente. Es un mensaje simple. Pero esto no impide que en el prospecto del medicamento estén descritos los componentes, las indicaciones y contraindicaciones, el modo de conservación, la fecha de caducidad, las instrucciones de empleo, el precio y hasta el enclave de la fábrica y el laboratorio.

Donde yo quiero llegar es a que el mal no está en simplificar la información, sino en hurtar el detalle con fines inconfesables. En el límite, todos los asuntos de la vida son complejos, y explorarlos, explicarlos y conocer las claves de un fenómeno depende de la disponibilidad de la información, de la curiosidad y el ánimo de aprenderla, y de la voluntad de proporcionarla. Quiero decir que en sí misma, la satisfacción de las necesidades colectivas no dependen de lo grande o ignorante que sea el colectivo, al menos en el caso de la necesidad de información, que es de lo que habla Gletkin.

Para ilustrar la segunda parte del conflicto, seguimos a Gletkin en el interrogatorio, unos párrafos más adelante:
- Si se dijera a la gente de mi pueblo... que ellos siguen siendo torpes y atrasados... no se conseguiría nada. En cambio, si se les dice que son héroes del trabajo, que su rendimiento es superior al de los yanquis, y que todo lo malo es por culpa de los demonios y los saboteadores, esto ya les impresiona. La verdad es lo que es útil a la Humanidad; la mentira, lo que es nocivo.

La dialéctica es perversa, y mucho. Porque justifica una elección moral, individual, gracias a unas necesidades colectivas que pueden ser reales (la motivación en el trabajo lo es). El carcelero hace un cóctel siniestro y se rinde al dios del pragmatismo, de la practicidad, de la utilidad. Pero hay una trampa, naturalmente, y Koestler nos la deja ver. Y es que la mentira no es una necesidad colectiva, no hay tal conflicto, o no al menos en los términos que nos propone Gletkin. El medio que se utilice puede ser otro para satisfacer el fin, o dicho de otra forma, cabe preguntarse qué fines reales persigue la mentira como medio. La confusión es pasmosa y la simplificación intelectual es estremecedora.

El libro creo que nos explica que no hay que perder el tiempo en combatir esta dialéctica siniestra desde la moral o desde la lógica. Creo que Koestler nos propone que ir al terreno de la propia utilidad, ésa misma que, siendo legítima, los ideólogos de las masas convierten en indecente. Porque si la verdad es lo que es útil a la Humanidad ¿Quién decide lo que es útil? ¿Esa utilidad es universal o deja fuera a alguien, exige que se sacrifique a alguien? Y aquí está la pregunta más útil que Koestler nos deja con maestría: ¿Cómo estás seguro de que ese alguien no serás mañana tú?

miércoles, 15 de enero de 2014

Koestler y el cero y el infinito

Este mes, además de leerme el cero y el infinito, me estoy leyendo una biografía sobre Arthur Koestler que me está gustando mucho. Se llama "the indispensable intellectual" y es un tocho bastante importante. No creo que me de tiempo acabármelo en el mes a pesar de que llevo desde hace dos semanas con él, pero el caso es que con lo que llevo leído (como un tercio o así) da para contaros algunas cosas de Koestler y de la escritura de el cero y el infinito.

Así que no voy a hablar de la filosofía y de las ideas del libro del mes, sino del autor y del libro. Las digresiones sesudas se las dejo para la gente del club con más mollera.

Arthur Koestler fue un niño mimado, aunque lleno de inseguridades y que realmente ya anunciaba desde pequeño una dualidad maniaco-depresiva intercalando periodos febriles con otros de abatimiento y autoflagelación.

Su madre le puso el nombre de Arthur porque era un nombre que no era húngaro (ella era vienesa) para claramente indicar que ellos no eran de allí. Para más inri, Koestler tenía un problema al pronunciar las r (ya podían haberle llamado Luis o Jacobo...) que le trajo de cabeza en el colegio. A eso se unía que era muy bajito, totalmente incapaz de trabajo físico coordinado, y bastante repelente niño Vicente. También tuvo una extracción de anginas de esas de antes sin anestesia ni nada que le dejó con un trauma importante. Ya podéis ver que tenía de todo.

De todo y más. Además de todo esto era un mujeriego incapaz de ser fiel a ninguna mujer y de estar con muchas durante toda su vida. Una de sus novias encontró una lista de las chicas con las que se había acostado a lo largo de su vida y tenía unos cien o doscientos nombres... ¡y eso cuando tampoco había vivido mucha vida!

Estudió ingeniería, aunque nunca terminó la carrera. Poco a poco fue entrando en su vida la política, las fraternidades universitarias y su religión (él era judío no practicante, o no mucho). Abandonó la universidad y se marchó a Palestina a trabajar en un kibbutz, lo que fue un desastre porque lo de romperse el espinazo trabajando no iba con él. Empezó a trabajar como periodista viendo que aquello sí que podía ser su futuro.

Después del sionismo llegó el comunismo. Encontró en el comunismo y en sus compañeros lo que estaba buscando: un sentido de pertenencia, una dialéctica que le permitía obtener respuestas y un esquema del mundo simplificado y entendible y, sobre todo, la posibilidad de triturar en las discusiones a cualquiera que se pusiera por delante. Realmente buscaba en el comunismo lo mismo que en el sionismo, aunque no lo encontró en ninguno de los dos: él era culo de mal asiento y estaba siempre preguntándose por todo y contínuamente insatisfecho.

Como dice Michael Scammell en el libro: "His response to those movements and their value systems took the form of a lifelong interrogation of the problem of individual freedom and the ethics of choice, and the conflict between collective necessity and individual morality, often summarized as the battle between ends and means" (su respuesta a esos movimientos y a su sistema de valores adoptó la forma de una interrogación durante toda su vida sobre el problema de la libertad individual y la ética de la elección, y el conflicto entre la necesidad colectiva y la moralidad individual, habitualmente resumida como la lucha entre los fines y los medios). A partir de ahora solo voy a poner mis traducciones para terminar en algún momento más o menos cercano en el tiempo con esta entrada.

En este periodo de máximo convencimiento comunista vino su visita a la Unión Soviética. Esta visita la hizo con la fe en su máximo apogeo y no reflexionó mucho sobre lo que vio. Aunque vio la miseria de Ucrania y vio que sus privilegios no eran los de la gente normal, ni mucho menos, no se le ocurrió pensar que algo no funcionaba. Nuevamente en el libro: "Koestler era capaz de recordar los detalles de ese invierno helador —y su terrible impacto en los campesinos hambrientos de Ucrania— con tremenda claridad unos diez, incluso veinte años después, pero en ese momento hizo todo lo que pudo para negar la evidencia delante de sus ojos. Weisskopf, un no-comunista, tuvo largas discusiones con Koestler y con Weissberg sobre la hambruna, y los dos últimos negaron su existencia, afirmando que solo los kulaks (y no los campesinos pobres) estaban sufriendo".

Es allí donde conoce a Nadezhda con la que se enrolla y a la que luego abandona. Es el modelo de Arlova en el libro. Ese sentimiento de culpa de Rubachov sobre el destino de Arlova está extraído del sentimiento de culpa por abandonar a Nadezhda. También hay que decir que ella le pegó la gonorrea.

Después de volver de la URSS se fue poco a poco distanciando del comunismo, o de su núcleo, surgiéndole cada vez más dudas sobre las respuestas que daba. Estuvo en el Madrid de la guerra civil y salió huyendo cuando se creía que Madrid iba a caer. Esto también le creó un sentimiento de vergüenza que puede que fuera lo que le motivó a que tiempo después fuera capturado en Málaga. Bueno, eso y que se había olvidado la máquina de escribir.

Capturado por los franquistas, estuvo varios meses en la cárcel de Sevilla temiendo por su vida. Incluso una noche llamaron a su puerta para fusilarlo, pero luego se aclaró que había sido un error. Toda esta estancia de Koestler en la cárcel es la que muestra de Rubachof en el cero y el infinito. Esa soledad, esos paseos dentro de la celda, el comunicarse con otros presos o los pensamientos cuando creer que puedes morir en cualquier momento están reflejados en el cero y el infinito a partir de su experiencia en España. Finalmente fue liberado, intercambiado por la mujer del capitán Haya. De hecho fue el propio Haya el que llevó a Koestler en un avión a Gibraltar a intercambiarlo por su esposa.

Bueno, a ver si no me disperso. Después de esto y de su separación y expulsión del partido comunista se puso a escribir el cero y el infinito. para Rubachof se basó en una mezcla de aspecto entre Leon Trotsky y Karl Radek cuyo pensamiento estaba más o menos basado en el de Bujarin durante su juicio. El resto de personajes (Loewy, Ivanov y Gletkin) también están basados en personas que conoció, aunque como he resumido antes, ahora no os voy a contar en quienes.

Termino indicándoos que parte del libro lo escribió mientras entraban los nazis en Francia y durante el gobierno de Vichy y más tarde mientras estaba internado en el campo de concentración francés de Le Vernet donde estuvo encerrado y cuyo internamiento le llevaría a escribir después "la escoria de la tierra". El libro lo escribió en alemán traduciéndoselo al inglés casi simultáneamente la mujer con la que estaba (Daphne Hardy).

Por último hay que decir que fue Daphne, mientras Koestler estaba internado, la que puso el título de Darkness at noonday (luego se quedó en darkness at noon) sin consultarle. El título que él había elegido era "el círculo vicioso" y Daphne se basó en un versículo de job "they meet with darkness in the daytime, and grope in the noonday as in the night" (De día tropiezan con tinieblas, y a mediodía andan a tientas como de noche).

En fin, que tampoco quiero daros más la lata. Termino dando otra pincelada más de manos del autor de la biografía: "Aunque es una mezcla ostensible de Bujarin, Radek y Trotsky, Rubashov también encarna al Koestler de of 1938–39. Él es el zelote del partido que de repente despierta para descubrir que su fé de hierro se ha basado en una mentira, que los ideales a los que se había aferrado habían sido traicionados, y que la utopía que buscaba nunca podría realizarse en el movimiento al que pertence".

Para terminar, simplemente deciros que OS LEÁIS LA AUTOBIOGRAFÍA DE KOESTLER O ESTA BIOGRAFÍA QUE ME ESTOY LEYENDO YO o algo.

sábado, 11 de enero de 2014

Infinito dividido por cero

El cero y el infinito es un libro eminentemente político, pero es mucho más. Es un libro que también nos habla de personas de carne y hueso, de personas extremadamente vulnerables una vez perdida la coraza que les proporcionaba su estatus dentro del partido.

Personas que en cierto momento de su vida habían tenido poder de decidir sobre la vida y la muerte de los demás y que, ahora, saben que el juego siendo el mismo, aunque le hayan dado la vuelta al tablero y comprendan que van a perder todo lo que son y todo lo que han sido. Porque, tal vez, la muerte física, aún siendo la única real, no es lo único que hay en juego; también se trata de eliminar todo lo que esas personas significaban, borrando todo su legado sin dar oportunidad a nadie, ni siquiera a la historia, de juzgarlos, porque el juicio que les van a dar no es más que una pantomima ya que han sido previamente condenados en secreto.

Y ellos lo han asumido, van a colaborar en su propia muerte.

Es algo que Koestler sabe manejar con maestría. Me resulta escalofriante la forma en la que construye, párrafo a párrafo, una justificación a la barbarie y a la sinrazón. Cómo es capaz de poner a un hombre frente a su destino, que no es otro que no tener un destino y que parezca la consecuencia natural de un desarrollo lógico, al menos para el afectado. Es estremecedor ser espectador de un proceso de deshumanización que va transformando a la persona en un miembro, en algo prescindible que se debe eliminar por el bien del resto del cuerpo que, en este caso, es la misma humanidad.

Por eso, El cero y el infinito es capaz de, sea cual sea el punto de partida ideológico con el que comencemos su lectura, llevarnos a todos al mismo sitio, a sentir la opresión como propia, a tener miedo de que lo que en sus páginas cuenta se materialice en nuestra realidad, aumentando nuestro desasosiego el hecho de saber que esa realidad ya se ha materializado muchas veces en la historia para otros.

Y aunque el título del libro en sus idiomas originales (ver aquí) Sonnenfinsternis (Eclipse solar) en alemán, Darkness at Noon (Oscuridad al mediodía) en inglés, hace referencia a la oscuridad, tal vez por la oscuridad que a todos nos espera en el último momento, tal vez por la oscuridad que envuelve a la sinrazón; es en su título español donde veo más reflejado lo que el libro me transmite, una sensación de vértigo atroz, un sentimiento de encontrarme al borde de un precipicio sin fondo, tras el cual nos espera una caída sin fin.

Leo en voz alta las palabras cero e infinito y no puedo evitar recordar el concepto de límite de mis clases de matemáticas, pero con la diferencia de que aquí no estamos jugando con funciones geométricas, aquí Koestler nos hace espectadores de una función de marionetas con ánimo de enseñanza, una exhibición cruda de qué nos puede pasar si caemos en la tentación de ceder ante el absolutismo, del signo que sea, un relato que nos permite aprender a través de su experiencia cómo de malo fue todo aquello sin la necesidad de escarmentar por nosotros mismos.

Por esto, y por mucho más, El cero y el infinito es un aviso a navegantes maravilloso.

jueves, 9 de enero de 2014

El partido como el bien superior

Hace unos años, tuve que comentar en una tertulia el libro Un mundo feliz, de Aldous Huxley. Antes, les había enviado un archivo que contenía 4 ó 5 fotos: la sede del FMI, la página web de una conocida tienda de deportes, la foto de una residencia de ancianos, una noticia sobre la eutanasia, otra de la oveja Dolly, una foto del Sálvame... Empecé por ahí, y a través de la identificación de ciertos pasajes del libro con cada una de las fotos, conseguí horrorizarles a todos. No estábamos tan lejos, no convenía reirse de lo ridículos que parecían aquellos personajes tan sumisos...


Este no es un blog de política, sino de literatura. Pero El cero y el infinito es un libro fundamentalmente político.

Koestler nos pone los pelos de punta al hablar de totalitarismo. Un totalitarismo que proviene de considerar el partido como un bien superior al que la masa, el colectivo, no el individuo, está supeditado. Da igual lo que piense cada cual: la supervivencia del partido se sobrepone a cualquier otra consideración, y el que se ablande o debilite no tiene cabida en él.

Desde aquel famoso "el que se mueve no sale en la foto" de Alfonso Guerra ya ha llovido hasta llenarse todo de charcos y de barro. En todos los partidos, al díscolo se le pone en la calle. O se le abre la puerta. Y en estos días, hay una polémica muy triste en torno a la libertad de los diputados a la hora de votar (la polémica surge por la propuesta de reforma de la ley sobre el aborto). Y sin embargo, el articulo 79 de la Constitución española dice (me he molestado en mirarlo) exactamente: "El voto de Senadores y Diputados es personal e indelegable".  No hay que tener tres carreras para entender esta frase, ni hay que pensar en el espíritu de la letra ni nada. Y sin embargo, ni siquiera con un tema que apunta a lo más profundo de nuestra conciencia y de nuestra moral, se permite libertad de voto. En ningún partido. Y no sólo cuando se trata de asuntos que tienen que ver con la moral. Recuerdo bien la escena: Don Joaquín Leguina, que es un señor que me cae de maravilla, que me parece un hombre culto y que tiene plaza de funcionario sin tener que depender de nadie, la mañana anterior había lanzado sapos y culebras contra el nuevo estatuto de Cataluña en la radio. Y cuando llegó el momento de votar, se levantó dócilmente de su escaño, y dijo "VOTO SI"...

Sí, ya sé, no hay cárceles, pero están las listas para las europeas... Sí, no hay muerte, pero el paro en un político, teniendo en cuenta que no tienen oficio ni beneficio, se parece mucho.

No estamos tan lejos... Pero mi pregunta es por qué. Por qué esta sumisión.

Y después de este post, éste sigue siendo un blog de literatura, así es que agradecería a nuestros buenos comentaristas que evitemos parecernos a estos señores que se ocupan de la política en nuestro país. ¡Os recuerdo que aquí se viene leído!

miércoles, 1 de enero de 2014

El cero y el infinito

El 2014 promete ser un año lleno de días felices, no en vano, después de mucho sufrimiento lector, los aguerridos lectores de este Club de Lectores 2.0 han encontrado ¡por fin! un punto de unión, un libro común en el que sentirse cómodos... esperemos que no sea el último. 

Arthur Koestler, autor esencial y pensador coherente del siglo XX tanto por su vida -y su muerte- como por su obra, nos presenta una novela que nos ayuda a entender mejor los procesos totalitarios en El cero y el infinito.

De El cero y el infinito de Koestler nos dice la Casa del Libro:


Rusbashov, miembro de la vieja guardia bolchevique y héroe de la Revolución Soviética, ha sido encarcelado acusado de traición al gobierno de Moscú. Es incitado a autoinculparse de una serie de delitos y traiciones que no ha cometido, pero termina por confesar a fin de salvar la Revolución. Esta obra cumbre de la literatura política nos ofrece un testimonio excepcional de la angustia que sufrieron cientos de antiguos miembros del Partido que desaparecieron, fueron encarcelados y juzgados o llegaron a autoinmolarse para salvarlo.



Para leer las reseñas de los lectores residentes hay que dirigirse a los lugares habituales haciendo click en las abajo:

Bichejo
Newland
Carmen

Desgraciaíto
Pau