Jane Eyre es la típica heroína del Romanticismo, de
origen cuasi místico, infancia durísima, trabajadora, abnegada, modesta pero
rebelde porque el mundo la hizo así y que todo lo consigue, a todo se repone,
por la fuerza del amor.
Pero pasan los años, la novela romántica se muere de
agotamiento (todos los movimientos literarios han muerto por la misma causa) y
los autores –no todos hombres- empiezan a escribir novelas también pobladas en
muchos casos de mujeres (la novela era el género
femenino) que leían, a su vez, novelas románticas y se chiflaban con ellas…
igual que Don Quijote; los tres ejemplos más notorios:
Ana Karenina: se alude un par de veces a que leía novelas
inglesas ¿adivinan cuáles? ¡exacto! Aunque no lo cite explícitamente (no se
llevaba eso) esas novelas inglesas tienen
que ser la de las Brontë. La problemática de Anna es que se enamora
locamente y para colmo de males está casada con un tronco de madera; ese amor
lleva a que mande al carajo los convencionalismos sociales, que eso está muy
bien, qué duda cabe, pero en el siglo XIX la idea no es tan buena; si te sales
no puedes volver y no, no le abres el camino a nadie más… ya sabemos cómo acaba
la novela.
Emma Bovary: otra que se pasa la vida leyendo novelas
románticas y, obviamente, si es una ferviente lectora a la fuerza ha leído a
las Brontë… pero lee romanticismo, ergo de Jane Austen nada de nada (no le
tengo mucha simpatía a Emma, como se puede ver) que es una siesa realista en la
que el amor no triunfa a pesar de todo como en nuestra Jane Eyre… Porque Jane
Austen cuenta historias de amor con final feliz, pero no historias de amor
apasionado con final feliz, historias en las que un matrimonio absolutamente imposible
tiene lugar para regocijo del mundo, lo dicho, una siesa de su época… pero
infinitamente más feminista que las Brontë. Pero volvamos a Emma, ella sólo
quiere reproducir lo que ha leído en las novelas y, al igual que ahora leemos
en prensa que hay mujeres que llegan con lesiones por las sombras del averno de
Grey, se encuentra con que la realidad no es la de las novelas así que… ya
sabemos cómo acaba la novela.
Ana Ozores: desde mi punto de vista la más compleja de
las tres (de las cuatro, si incluimos a Jane) la joven mujer de señor regente
es una adicta, primero se hace adicta a la religión, manipulada por el señor
cura y la bruja de su madre, y después se va a ver el Tenorio al teatro, para
entretenerse a ver si se le pasa el beatismo…
y la liamos, quiere sentir el amor con la misma fuerza que ve en la obra, sigue
siendo una adicta, pero cambia de sustancia… ya sabemos cómo acaba la novela
(téngase en cuenta que al ser menos aleccionadora
que las otras dos, lo de menos es lo que le pase a Ana)
¿Y todo esto por qué? Porque leen novelas románticas como
Jane Eyre ¡¡y se las creen!! Pero hay que ser justos, no tenían mucho más que
hacer, podrían haberle dedicado mejor el tiempo de sus lecturas a Jane Austen,
de la que beben las Brontë y les abre camino (si Jane Eyre me ha gustado tan
poco imagínaos lo que pienso de Cumbres borrascosas que, por suerte, se ha convertido en un Libro Olvidado)
que también presenta mujeres fuertes, infinitamente más fuertes que Jane pero
que tienen los pies en la tierra ¡¡porque esa tierra es la nuestra!! Una tierra
en la que yo puedo gritar el nombre de Mi-You-Know-Who todo lo que quiera pero
si está en el profundo sur y yo no ¡no se va a enterar de un carajo!
Y lo más divertido del asunto… esas lectoras de novelas románticas
hicieron -al reprimirse en la vida real- de la histeria una epidemia, demostraron que Don Quijote no era una cosa rara e imposible, demostraron que la ficción importa en la medida en la
que está construida y por eso, precisamente por eso, los movimientos literarios
se construyen por oposición, para que uno controle al otro y podamos o bien
relajarnos y dejarnos llevar o bien nos ponen los pies en la tierra y nos piden
sentido común.
¿De qué va todo esto? De que
puedo entender que la novela siga teniendo éxito, por un montón de motivos (está bien escrita -a pesar de la vergüenza ajena de la edición de Austral-, es un culebrón y eso siempre vende -sobre todo la madre de todos los culebrones-, situada en su época es rompedora ¡inventó el
modelo!, Jane es una mujer muy adelantada a su época ¡se rebela! Pero no tanto
como nos venden porque todostoditostodos los héroes románticos
se rebelan, es canon) pero lo que no entiendo es que hoy se venda modernidad en ella, y, sobre todo, me espeluzna que se compare con Jane Austen
que sigue absolutamente vigente.