viernes, 27 de julio de 2012

CÓMO TRACY AUSTIN ME ROMPIO EL CORAZÓN


Quisiera empezar este post hablando de Leo Messi y de Cristiano Ronaldo, consciente de que en un blog dedicado a la lectura este comienzo es casi una invitación al abandono. Pero son grandes deportistas, estrellas rutilantes del final de cualquier telediario - y a veces del principio de alguno -, de los que todos nos hemos preguntado alguna vez por su vida, su personalidad, su infancia, sus recuerdos, sus emociones, sus vivencias. Sí, todos, y no sólo los aficionados al deporte. Porque un deportista trasciende a su profesión desde las olimpiadas griegas y se convierte en héroe y, en nuestra época, en un ídolo de masas que llena estadios, ocupa buena parte del share televisivo y vende la colonia que usas y el utilitario que conduces aunque no te interese para nada el fútbol. Y sin embargo ¿Qué puede dar de sí la biografía de Leo Messi, un individuo que no sabe colocar tres frases seguidas con sujeto y predicado y que sin embargo sabe regatear a uno, tres, cinco contrarios con una pelota entre los pies a una velocidad vertiginosa en un estadio abarrotado por 80.000 gargantas que corean su nombre? ¿Qué puede dar de sí la biografía de Cristiano, que hace virguerías parecidas a las de Messi aunque con un perfil de personalidad más alejado de ese erial cognitivo pero más próximo al de un chulo de barra de un burdel con pretensiones? Todo lo que nos puedan contar que se distancie un poco de sus hazañas en los estadios no puede tener el menor interés, no ya sólo en sí mismo, sino sobre todo en comparación con las gestas deportivas de las que son capaces cuando entran en competición con los de su especie. Y sin embargo, esta gente “escribe” libros sobre su vida, y son libros que se venden mucho…
En Hablemos de Langostas, David Foster Wallace aborda el libro de la biografía de Tracy Austin (Beyond Center Court: My Story) para contestar a la pregunta anterior con ciertas prevenciones, y para decepcionarse luego hasta el punto de sentirse estafado. Y por medio, nos deja algunas pistas abiertas que comentar.
En primer lugar, la inanidad de estos personajes, la falta de interés de sus vidas y la pobreza de sus reflexiones. Ningún apunte original en su pensamiento, nada que nos permita creer que se trata de gente con la que puedes pasar una tarde divertida o compartir una cena interesante, y eso a pesar de haber vivido momentos extraordinarios que pocos seres humanos pueden aspirar ni siquiera a ver de cerca, y ya no digamos a vivir en persona. Lugares comunes, obviedades de parvulario, simplismo y superficialidad, o directamente, bobadas, eso es lo que destila el libro de Tracy Austin si seguimos a DFW. Es verdad que no hay que esperar de estos deportistas una toma de posición, no sé, sobre la influencia de Aristóteles en la cultura vikinga, pero sí al menos algo de interés en sus vidas, algo que les ponga a nuestra altura, aunque sea bajita, un rastro de humanidad a la hora de entablar una conversación que no se limite al horario de un supermercado. Y no lo encuentra, a pesar de tener delante gente de mundo, personas viajadas que se han cruzado a lo largo de su carrera con grandes personajes de la actualidad y de la Historia, tipos encaramados al top social y que viven rodeados de celebridades. Yo creo que esta falta de riego cerebral no sólo se aprecia en las intervenciones públicas de Tracy Austin o de cualquier deportista, sino que la encontramos en toreros, cantantes y en cualquier farandulero (”…los grandes atletas suelen resultar pasmosamente incapaces de hablar sobre esas cualidades y experiencias que constituyen lo fascinante de sí mismos…”), pero son personas que han desarrollado otro tipo de inteligencia, que puede ser musical, cinética o escénica, o sea, una inteligencia no como la que tenemos tú o yo, que somos gente corriente sin un don o talento extraordinario, sino como la que tienen ellos, los “best in class”, los mejores en lo suyo pero sólo en lo suyo. Y lo suyo no es lo nuestro, porque ni tú ni yo jugamos al tenis, ni conseguimos batear una bola (no ya para mandarla fuera del estadio de béisbol, sino sólo para darla). DFW deja entrever la teoría de la inteligencia múltiple, yo creo que con cierta lucidez, aunque termina abandonándose a la atribución de inteligencia sólo en el caso de la expresión verbal, y la termina echando en falta no tanto en Tracy Austin como en el negro que escribe una biografía a todas luces decepcionante, con reproches nada velados al hecho de no haber dedicado su cerebro a estos menesteres del escribir. Pero DFW no es un lector normal y, aunque lo reconoce reclamando lealtad hacia el lector (él, entre otros), busca las causas de las superventas de estos libros en cuestiones un poco esotéricas sin entretenerse en analizar el público poco exigente, yo diría que semi analfabeto, al que se dirige este tipo de libros, y no critica en el fondo lo que yo creo que es la causa de que se escriban esos bodrios y se vendan como churros: la misma superficialidad que sus protagonistas. ¿Pero qué esperaba DFW encontrar en Beyond the court?
DFW nos presenta a una Tracy Austin como un juguete que se rompió, con una personalidad mal resuelta y con una vida real que se esconde al lector, disimulada para no romper el mito, pero que se adivina tortuosa y con algún que otro episodio sórdido y vergonzante. ¿Será esto verdad o sólo es un subterfugio de DFW para no romper el mito de su tenista adorada, su propio mito, y cargar las tintas en el pobre negro que escribe por encargo? Yo no lo sé, no conozco personalmente a Tracy Austin (ni al negro), pero me da que la vida de Austin fuera de las pistas de tenis fue tan vulgar y corriente como parece y no una tipa literariamente interesante, que es como creo que la quiere imaginar DFW. Y es que el autor no esconde su fascinación por el personaje, o más concretamente, por la precocidad del personaje, algo que a mí sin embargo me deja completamente fría (esto está escrito en el 94, y desde entonces, los niños prodigio aparecen como las setas, tal vez por aquello de que hay una generación dispuesta a vivir de sus padres hasta que pueda empezar a vivir de sus hijos).
Otra reflexión en la que me he fijado para comentar tiene mucha mejor pinta que las anteriores, aunque parte de la misma premisa: los deportistas son anormales. Y no hay que entender esto como algo peyorativo, ni mucho menos: me parece evidente que es una anormalidad correr cien metros en 10 segundos. Y no digamos en 12 si te ponen un montón de vallas por el medio. Pero la razón de la anormalidad que nos propone DFW está en otro sitio, me parece a mí.
Se trata de la objetividad a la hora de juzgar la excelencia. En el deporte esto es factual, estadístico, aquí no valen las componendas ni las ambigüedades. O citius, o fortius o altius, y no hay más cáscaras. Y cuando intervienen los jurados (en el caso de la gimnasia rítmica, o de la natación sincronizada) entonces es porque hay un componente artístico. Pero incluso todo eso está tasado: tantas volteretas, tantos remojones, tantos lanzamientos de maza al techo. Claro que intervienen las emociones, porque DFW no pasa por alto la “belleza trascendente que hace que Dios se manifieste con forma humana” (cuando “Jordan flota en el aire como una novia de Chagal” – en una de las imágenes más cursis de todo el libro y posiblemente de toda la literatura deportiva), y que hace que el deporte tenga una doble emulación: la física y medible y la estética y admirable. Pero en fin, no nos despistemos: aquí el mejor es el que corre más rápido, el más resistente o el que salta más alto con y sin pértiga, y para dilucidarlo tenemos que usar un cronómetro o el sistema métrico decimal. Aquí los cuñados, los primos o los vecinos pintan poco. Puede influir la oportunidad, sin duda, pero qué maravillosa competición aquella que está sujeta “en todo momento a registros estadísticos públicos”. DFW nos dice que “los atletas nos fascinan porque apelan a nuestras obsesiones gemelas por la superioridad competitiva y los datos fríos”. Es el mundo de la excelencia, del esfuerzo, de la constancia, de la superioridad natural y del triunfo objetivo y merecido. Eso es lo que nos fascina porque nosotros, que también somos los mejores en lo nuestro, no vivimos allí sino en un lugar en el que, cuando uno levanta el dedo para decir “yo soy el número uno”, tal vez lo que está indicando es que es el más pelota, el trepa más tóxico o un simple amiguete con deudas por cobrar. Y no nos engañemos: el sosiego que buscamos, ese truquillo para evitar que los mediocres se interpongan entre el éxito y nosotros, esa neutralidad de juicio no se encuentra ni en las memorias de un deportista de élite ni siquiera, y pido perdón por la boutade, en las páginas de la Biblia.
Os dejo con dos citas para que no se diga, una del principio y otra del final del artículo "Cómo Tracy Austin me rompió el corazón":
Esto es lo que dice Beyond Center Court sobre el primer set de su final contra Chris Evert en el Open de Estados Unidos de 1979: “Con 2-3 en el marcador, le rompí el servicio a Chris, luego ella me lo rompió a mí y yo se lo volví a romper, así que íbamos 4-4”
Es posible que los espectadores, que no gozamos de un don divino para el deporte, seamos los únicos capaces de ver, articular y animar la experiencia de ese don que nos está negado. Y que aquellos que reciben y ejecutan el don de la genialidad atlética deban por fuerza ser ciegos y mudos acerca del mismo: y no porque la ceguera y el mutismo sean el precio a pagar por el don, sino porque son su esencia.

martes, 24 de julio de 2012

Arriba, Simba

Iba a poner una foto de McCain, pero DFW es más mono
Creo que es el artículo que más me ha gustado, aunque me he reído mucho en su desesperación por las memoria de Tracy Austin. Sólo conocía de McCain aquella cagada monumental que hizo en 2008 fichando a una hasta entonces desconocida gobernadora de Alaska para que le acompañara en ese desastre de campaña en la que Obama acabó ganando la presidencia de los USA (para pasarse tres años haciendo no sé sabe muy bien qué y justo en pre-campaña cambiar la Seguridad Social estadounidense...muy epic)

En este artículo DFW ya nos dice desde el principio que es un encargo de Rolling Stone, que tampoco es que sea la revista más profunda del quiosco. Además, es obvio que él es un tipo de izquierdas, todo lo de izquierdas que puede ser un americanito, que es como ser aquí de centro, que no se nos olvide.

Plantea miles de cuestiones, como siempre, no sería él si no hace de cada cosita un debate interior (vivo con miedo pensando en el día cada vez más cercano en el que me voy a enfrentar a "La broma infinita")...pero algunas de esas miles de cosas son bastante interesantes, y las explica él mejor que yo

"Es difícil encontrar buenas respuestas a por qué a los Votantes Jóvenes les interesa tan poco la política. Esto se debe probablemente a que resulta casi imposible hacer que alguien piense concienzudamente en por qué no le interesa algo. El propio aburrimiento impide el cuestionamiento. El sentimiento en sí ya basta" Ea. Así de claro. Nos es mucho más fácil explayarnos sobre lo que no nos aburre, la pereza nos invade sólo de pensar en cosas que no nos interesan. El problema está cuando lo que no nos interesa es algo tan importante como la política.

"[...] ¿por qué estas multitudes desde Detroit hasta Charleston aplauden de forma tan salvaje a la simple promesa de no mentir?
Bueno, la razón es obvia. Cuando McCain lo dice, la gente no lo está aplaudiendo a él tanto como a la sensación reconfortante que produce creerle. [...] Porque nos han mentido miles de veces y duele que te mientan. [...] Resulta doloroso pensar que los aspirantes a servidores del pueblo entre los que uno está forzado a elegir son todos unos embusteros cuya única preocupación son sus intereses propios, y que están dispuestos a mentir de una forma tan atroz y con una cara tan seria que te das cuenta de que te consideran un idiota." Parecerá cursi, pero me parte el corazón un párrafo así, por el descreimiento que hemos acumulado todos en cada uno de los que nos representan, y más que representarnos, nos avergüenzan, a mí por lo menos (y a sus madres, seguro)

"[...]y Jim C. apremió a Rolling Stone (DFW) a no ser tan cínico como para rechazar de plano la posibilidad de que ambas cosas coexistieran - la autenticidad humana y la profesionalidad en la política - porque aquella era la gran paradoja tipo yin y yang de la campaña McCain 2000" Actualmente creo que ninguno seríamos capaces de imaginarnos que alguien así pueda llegar a existir. Vamos a ver, McCain es un republicano bastante rancio, pero durante todo el artículo se nota que al final DFW siente una especie de admiración por él, que le considera un tipo coherente e íntegro, y eso es mucho más de lo que se puede decir de muchos. Para mí demuestra también la clase de tipo que era DFW porque no creo que tuviese ni media idea en común con McCain.

"[...]Podemos votar por ellos, igual que podemos ir a comprar pasta de dientes. Pero no nos inspiran. No son reales. Tampoco es cuestión de mentir o no mentir. Todo el mundo sabe que el mejor márketing usa la verdad: a veces una marca de pasta de dientes realmente es mejor. Esa no es la cuestión. La cuestión, en lo que respecta a los líderes, es la diferencia entre simplemente creer A alguien y creen EN ese alguien. 
De acuerdo, todo esto es un poco simplista. Todos los políticos venden, siempre lo han hecho FDR y JFK y MLK eran grandes vendedores. Pero no es lo único que eran. La gente lo olía. Olía ese pequeño algo más" No hay que olvidar que estamos ante la precampaña del año 2000, las Torres Gemelas seguían en pie y el fervor americano seguramente no estaba pasando por su mejor momento. Plantea aquí el tema interesante del liderazgo...os imagináis que aquí surgiera un líder así? Me juego unas gambas en Guadarrama a que en menos de seis meses le tildaban de "salvaespañas" o íbamos camino de tener nuestro propio Führer. (igual exagero un poco, pero el caldo de cultivo está ahí, estamos seguramente en el momento más cínico de nuestra historia reciente...que gente más estudiada y lista que yo compare un poco la situación con la de Alemania a finales de los años 20 y principios de los 30)

"La cuestión de si es de verdad ES REAL ahora ya no depende tanto de lo que hay en el corazón de McCain como de lo que puede haber en el de ustedes. Intenten permanecer despiertos" Obviamente, siendo como era un cínico en el fondo, no puede evitar terminar cuestionándose todo lo que ha visto...y haciendo que nos lo cuestionemos. 

Repito, es el artículo (junto con el diccionario, que dejaremos a Livia que lo destripe, que para eso es filóloga) que más me ha gustado. Yo, que leo mucho por puro entretenimiento, me estoy revelando como una lectora de las que también disfruta pensando. Y me gusta eso. Y es algo que ha conseguido DFW, así que tenemos que quererle mucho.

domingo, 15 de julio de 2012

Hablemos de langostas

Desde hoy, y hasta el próximo 15 de agosto, este blog y estos tres lectores brujulearán por el fascinante, complicado y dispar mundo que David Foster Wallace plantea en su serie de artículos recogidos bajo el título Hablemos de langostas.

Las reseñas originales (nunca nada fue tan dispar) las podéis ver en:

Recordamos que si alguien quiere plantear un tema diferente a los que vayan apareciendo, puede hacerlo sin problemas, bastará con que mande un mail y lo subiremos.

¡A leer! ¡A opinar!