Desde el club de lectura os deseamos una muy Feliz Navidad y que 2014 esté lleno de libros maravillosos
Un lugar para hablar de libros a fondo, sin miedo a contar nada que no sepas. Si ya estás aquí, es que vienes leído de casa.
miércoles, 25 de diciembre de 2013
lunes, 23 de diciembre de 2013
Premios Naranja y Limón 2013 del Club de Lectura
El sábado se fallaron los premios Limón y Naranja del Club de Lectura 2013.
Y, como ya viene siendo habitual, las votaciones fueron un caos de campeonato. En general, nuestras reuniones son un caos casi siempre. Es lo que tiene la creatividad, que se superpone, se superpone, y entre las conversaciones desordenadas, las ideas en paralelo y la imposibilidad de establecer una preeminencia en los razonamientos, al final queda un gurruño incomprensible que luego cuesta media vida descifrar. Pues sí, es lo que tiene la creatividad, aunque también influye el hablar todos a la vez.
Para que podáis seguir las votaciones, os explicaré brevemente las reglas. Cada uno de nosotros otorgaba dos naranjas y dos limones, a los dos mejores y dos peores libros según nuestro criterio. Y luego, el resto de los libros eran premiados libremente con lo que se nos fuera ocurriendo. Estos fueron los resultados:
Pues bien, luego había otros premios a repartir, que según mis notas fueron los siguientes:
Y esto es todo en cuanto a los premios de este año. Ya sólo nos queda esperar que los premios NARANJA 2014 estén muy disputados, y que no tengamos premios Puerro, Hasta el infinito del aburrimiento, Castaña, o Telefilm de Antena 3. Pero de lo que estamos seguros es de que nos seguiremos riendo mucho con este club, que nos trae la diversión y el buen rollo, en este caso también, hasta el infinito.
Y, como ya viene siendo habitual, las votaciones fueron un caos de campeonato. En general, nuestras reuniones son un caos casi siempre. Es lo que tiene la creatividad, que se superpone, se superpone, y entre las conversaciones desordenadas, las ideas en paralelo y la imposibilidad de establecer una preeminencia en los razonamientos, al final queda un gurruño incomprensible que luego cuesta media vida descifrar. Pues sí, es lo que tiene la creatividad, aunque también influye el hablar todos a la vez.
Para que podáis seguir las votaciones, os explicaré brevemente las reglas. Cada uno de nosotros otorgaba dos naranjas y dos limones, a los dos mejores y dos peores libros según nuestro criterio. Y luego, el resto de los libros eran premiados libremente con lo que se nos fuera ocurriendo. Estos fueron los resultados:
- Premio NARANJA para Un matrimonio feliz, de Rafael Yglesias. Un libro que además de tres naranjas, se llevó un premio CEBOLLA y un premio LAGRIMITA.
- Premio LIMÓN para El animal moribundo, de Philip Roth. Este premio estuvo realmente muy disputado, y se necesitaron 3 rondas para llegar al desempate. Esto da una idea de lo que ha sido el año de lecturas en este nuestro club... En fin, El animal moribundo también obtuvo los premios OVERSHARING y TOMATES CHERRY.
Pues bien, luego había otros premios a repartir, que según mis notas fueron los siguientes:
- Quemar la noche, de Liz Murray: premios AZÚCAR, CEBOLLETA y TELEFILM ANTENA3 y 1 LIMÓN
- Los años con Laura Díaz, de Carlos Fuentes: premios POMELO, LECTURA CREATIVA y 3 LIMONES
- Algo va mal, de Tony Judt: premios SANDÍA REFRESCANTE, PAPÁ CUÉNTAME OTRA VEZ, DE MAL EN PEOR y DESIERTO
- Paula, de Isabel Allende: premios MELOCOTÓN EN ALMÍBAR, MIRA CÓMO MOLO, FOSFORITO (POR LA INTENSIDAD) Y CASTAÑA.
- Cómo hablar de los libros sin haberlos leído, de Pierre Bayard: premios MANDARINA, ASPIRINA, SOY TAN LISTO QUE NO ME RESISTO y 1 NARANJA.
- Jane Eyre, de Charlotte Brontë: premios COMIDA PERECEDERA, AMOR VERDADERO Y PURO ROMANCE, FRUTA DE LA PASIÓN y 2 NARANJAS
- La última noche en Twisted River, de John Irving: premios OSO AMOROSO y 3 LIMONES
- Como una Novela de Daniel Pennac: premios AGUA, VEN QUE TE EXPLICO, LENTEJAS, SI QUIERES LO LEES Y SI NO LO DEJAS, y 1 NARANJA
- Doña Perfecta, de Galdós: premios LA VIDA SIGUE IGUAL, YO SIGO SIENDO AQUEL, GAJO DE NARANJA y 2 NARANJAS
- Las lunas de Júpiter, de Alice Munro: premios AGUA, PUERRO, HASTA EL INFINITO (DEL ABURRIMIENTO) Y MÁS ALLÁ, CASTAÑA, VODKA
Y esto es todo en cuanto a los premios de este año. Ya sólo nos queda esperar que los premios NARANJA 2014 estén muy disputados, y que no tengamos premios Puerro, Hasta el infinito del aburrimiento, Castaña, o Telefilm de Antena 3. Pero de lo que estamos seguros es de que nos seguiremos riendo mucho con este club, que nos trae la diversión y el buen rollo, en este caso también, hasta el infinito.
miércoles, 4 de diciembre de 2013
Contar una historia
George y Roberta viven juntos desde hace relativamente poco. Roberta tiene dos hijas de un anterior matrimonio, y abandonó a su marido porque se convirtió en aburrido, porque no la llenaba, porque no la excitaba, porque se dio cuenta de que no le quería.
Valerie trabajaba con Georges en un colegio, y cuando Roberta dejó a su marido, se fue a vivir con ella. Fue así como se conocieron Georges y Roberta. Al principio surgio la fascinación del uno por el otro. El la vio como alguien alegre, divertida, atractiva. Ella le vio a él como una persona bromista, fuerte, un hombre misterioso y reflexivo a veces, que quería dejar el colegio y dedicarse a la escultura en una granja que se acababa de comprar, tranquilo, dedicado a criar gallinas y a plantar verduras. Los dos tuvieron una primera impresión.
Decidieron irse a vivir juntos.
La vida ha cambiado y no es como hubieran imaginado ninguno de los dos. Roberta tiene accesos de tristeza, está deprimida. Deprimida en una casa que le ahoga, en la que no tiene nada que hacer y en donde no quiere hacer nada. Una casa que se le viene encima. George no se dedica a la escultura, sino a reparar la casa poco a poco, con sus manos, de forma metódica e implacable, y a su aire. No es una casa que comparten, sino que es la casa de George.
Roberta, a sus 46 años, se ve vieja. Teme a George, que se comporta a veces de manera implacable. Roberta se siente humillada. Ha cambiado, y tiene los nervios destrozados. George la ha agraviado, le ha dicho que tiene los brazos fláccidos, y sabe que la encuentra vieja y fea. George es capaz de hacer daño, con sus palabras, con su actitud. Roberta teme que haga daño a sus hijas, igual que se lo ha hecho a ella. ¿Y él? El piensa que ella y sus hijas son unas perezosas y está ya harto de tener que convivir con ellas.
Los dos tuvieron una primera impresión y ahora mantienen una relación fracasada. Sin embargo, viven en una apariencia de normalidad. Las dos hijas de Roberta pasan unos días con ellos en su granja, y sólamente una de las hijas, la mayor, se da cuenta de cómo ha cambiado su madre, hasta el punto de escribir en su diario "si esto es amor, yo no quiero ni un poco".
Con estos mimbres, Alice Munro narra la visita que hacen George, Roberta y sus hijas a casa de Valerie. Nos describe el comportamiento de todos, nos deja ver la crueldad de George y la derrota de Roberta, su intimidad actual, su relación de apariencia con el mundo. De vuelta a la granja, un camión sin luces se salta un stop y están a punto de tener un accidente mortal. Ni siquiera tienen tiempo de asustarse, sólo pueden quedarse perplejos, aplanados, desconcertados. George y Roberta ya están muertos sin necesidad de accidente.
El relato termina así:
- ¿Estáis muertos, chicos? - dice Eva (la hija pequeña), sacándoles de su ensimismamiento - ¿no hemos llegado a casa?
No tengáis la menor duda: Alice Munro lo cuenta muchísimo mejor que yo...
Valerie trabajaba con Georges en un colegio, y cuando Roberta dejó a su marido, se fue a vivir con ella. Fue así como se conocieron Georges y Roberta. Al principio surgio la fascinación del uno por el otro. El la vio como alguien alegre, divertida, atractiva. Ella le vio a él como una persona bromista, fuerte, un hombre misterioso y reflexivo a veces, que quería dejar el colegio y dedicarse a la escultura en una granja que se acababa de comprar, tranquilo, dedicado a criar gallinas y a plantar verduras. Los dos tuvieron una primera impresión.
Decidieron irse a vivir juntos.
La vida ha cambiado y no es como hubieran imaginado ninguno de los dos. Roberta tiene accesos de tristeza, está deprimida. Deprimida en una casa que le ahoga, en la que no tiene nada que hacer y en donde no quiere hacer nada. Una casa que se le viene encima. George no se dedica a la escultura, sino a reparar la casa poco a poco, con sus manos, de forma metódica e implacable, y a su aire. No es una casa que comparten, sino que es la casa de George.
Roberta, a sus 46 años, se ve vieja. Teme a George, que se comporta a veces de manera implacable. Roberta se siente humillada. Ha cambiado, y tiene los nervios destrozados. George la ha agraviado, le ha dicho que tiene los brazos fláccidos, y sabe que la encuentra vieja y fea. George es capaz de hacer daño, con sus palabras, con su actitud. Roberta teme que haga daño a sus hijas, igual que se lo ha hecho a ella. ¿Y él? El piensa que ella y sus hijas son unas perezosas y está ya harto de tener que convivir con ellas.
Los dos tuvieron una primera impresión y ahora mantienen una relación fracasada. Sin embargo, viven en una apariencia de normalidad. Las dos hijas de Roberta pasan unos días con ellos en su granja, y sólamente una de las hijas, la mayor, se da cuenta de cómo ha cambiado su madre, hasta el punto de escribir en su diario "si esto es amor, yo no quiero ni un poco".
Con estos mimbres, Alice Munro narra la visita que hacen George, Roberta y sus hijas a casa de Valerie. Nos describe el comportamiento de todos, nos deja ver la crueldad de George y la derrota de Roberta, su intimidad actual, su relación de apariencia con el mundo. De vuelta a la granja, un camión sin luces se salta un stop y están a punto de tener un accidente mortal. Ni siquiera tienen tiempo de asustarse, sólo pueden quedarse perplejos, aplanados, desconcertados. George y Roberta ya están muertos sin necesidad de accidente.
El relato termina así:
- ¿Estáis muertos, chicos? - dice Eva (la hija pequeña), sacándoles de su ensimismamiento - ¿no hemos llegado a casa?
No tengáis la menor duda: Alice Munro lo cuenta muchísimo mejor que yo...
Cuéntame un cuento
Tras leer las reseñas de los
demás miembros del club y algunos de los comentarios a las mismas he llegado a
la conclusión de que los árboles que la buena de Alice Munro ha plantado en sus
relatos no me han dejado ver su bosque.
No me he enterado para nada de
que estaba espiando fragmentos de la vida de unas personas de las que huiría
corriendo como un gamo si perteneciesen a mi mundo real. Y tal vez no me he
enterado porque Alice Munro me ha hecho el timo del tocomocho y yo me lo he
tragado. Me he pasado unas de las horas más aburridas de mi vida buscando unas
historias que realmente no existían, pero como el envoltorio es tan bonito he caído
en el camelo hasta el punto de dudar de mí mismo, y ese es el mayor problema,
que para que los relatos funcionen es necesario que sea el lector el que ponga
la historia, el que se invente el pasado y el futuro y el que redacte las
conclusiones.
Y eso es hacer trampas, repito,
desde mi punto de vista.
Tal vez soy un lector
convencional, pero mi cerebro necesita que cuando le cuentan una historia, y
más cuando se trata de algo parecido a un cuento, ésta tenga un mínimo de trama
y sobre todo un desenlace, simple que es
uno. Por eso me ha provocado cierta angustia vital tener que dedicar mi tiempo
a leer algo que sabía de antemano que no me iba a llevar a ninguna parte, lo
cual lleva al desinterés, el desinterés lleva al aburrimiento, el aburrimiento
lleva a la ira y la ira lleva al lado oscuro, lugar muy transitado en este club
de lectura.
La sensación de vacío que he
sentido al terminar cada relato confirma la estafa, y justifica mi cabreo,
sobre todo cuando crees que es algo que podría dar mucho más de sí, porque
muchos de los relatos tienen buenos mimbres, pero acaban muriendo en esa ley
del mínimo esfuerzo que parece en este caso ser virtud, la comparación de ND
con el arte moderno viene que ni pintada, habrá que piense que conceptualmente
esta forma de (no) contar cosas es la pera, pero yo sólo puedo ver el esbozo de
una historia muerta antes de comenzar. En resumen, en vivir del cuento.
No sé si los valientes que pasan
por aquí compartirán mi forma de ver las cosas, pero me gustaría mucho saberlo,
porque realmente me vuelve a asaltar la sensación de si soy yo el que no sabe
apreciar algo estupendo, algo que me molesta sobremanera, porque dudo de mi
buen criterio, de mi sensibilidad y hasta de mi intelecto. Porque no hay que
olvidarlo, esta señora acaba de ganar el premio Nobel, y si este libro resulta
representativo dentro del conjunto de su obra la verdad es que me cuesta mucho
trabajo comprenderlo.
miércoles, 20 de noviembre de 2013
Justos, buenos y perfectos
Después del fantástico
post de ND relacionando con ojo de lince a Galdós y a Kafka,
centrándose en esa parte de Doña Perfecta que trata de la
incomprensión entre los hombres, me ha apetecido seguir un poco en
esa línea y, aprovechando que este mes se conmemora el centenario de
Albert Camus, voy a hablar de lo mucho que me ha recordado Doña
Perfecta a Los Justos desde el punto de vista de la denuncia de
cualquier tipo de violencia.
No resulta sorprendente
que ciertos sentimientos humanos, como el odio y el ansia de
justicia, sean tan universales que acerquen más de lo que a primera
vista pueda parecer a un pueblo de la Castilla más profunda y a la
Rusia zarista, tampoco nos resulta extraño a nadie que los extremos
se acaben tocando cuando se ha decidido de manera firme que el fin
debe justificar los medios. Así, nos encontramos con dos grupos de
conspiradores que hacen de su vida una herramienta para conseguir lo
que para ellos es un ideal de justicia.
Si en Doña perfecta
vemos a un grupo de personas profundamente reaccionarias, que están
profundamente convencidas de que su mundo no debe cambiar, en Los
Justos nos encontramos con todo lo contrario, un grupo terrorista
revolucionario convencido de que el mundo debe ser diferente, y en
ambos casos vemos como en aras de lo que ellos consideran que es
justo y bueno se llegan a autoproclamar jueces de la sociedad. Sin
embargo, la realidad es que son dos caras de la misma moneda, porque
nadie les podría nunca convencer de que sus motivos están
equivocados, de que en el fondo de sus actos lo que reside es la
maldad. Tanto que algunos de los personajes de ambos libros sólo van
a encontrar liberación en el castigo y en el remordimiento.
Pero antes de llegar a
ello vemos un proceso que pasa por la deshumanización de la victima,
que antes es enemigo que persona, motivo que llega a justificar que
le puedan privar hasta de su derecho a la vida, que queda supeditado
a un bien que ellos mismos sitúan por encima. Para Doña Perfecta
llega un momento en el que su sobrino “no es su sobrino, es la
nación oficial, es esa segunda nación compuesta de los perdidos que
mandan en Madrid”; de la misma forma que el archiduque es para los
terroristas sólo un símbolo de la opresión, algo que Camus trata
de resaltar cuando habla de su carne y de su sangre tras el atentado,
de forma que lo hace humano frente al asesino que, como consecuencia
de sus crímenes, ha perdido gran parte de su humanidad.
Esto me parece de lo más
interesante, entrar en las consecuencias que en el propio verdugo
tienen sus acciones, como su falta de empatía y su falta de amor por
las personas contrasta con su amor por una sociedad idealizada
(aunque hay otras motivaciones mucho más egoístas en el caso de
Doña Perfecta). Porque como escribe Camus “quien ama
verdaderamente la justicia no tiene derecho al amor” y en efecto,
no hay amor verdadero en sus actos, como mucho una falsa sensación
de amor disfrazada de idealismo religioso o socialista, lo mismo da
llegado el caso. Pero sobre todo lo que no hay es justicia, una
palabra que cuanto más se pronuncia más se desgasta, y ellos lo
saben, haciendo que su vida sea una tortura hueca.
Es también reseñable
que en ambos libros los autores tratan de hablar de los
acontecimientos como espectadores imparciales, consiguiéndolo sólo
en parte, porque para mí queda claro que, aunque sea de manera muy
sutil, Galdós se posiciona del lado de la víctima y Camus del de
los verdugos, que en ambos casos parecen ser los buenos, o al menos
los menos malos. Y es que ese es el fondo de la cuestión, todos nos
creemos justos, buenos y mucho menos imperfectos de lo que estamos
dispuestos a admitir en el fondo de nuestros corazones.
Para desmentirnos están
los hechos.
domingo, 17 de noviembre de 2013
...Y del horror a la cotidianidad
Hoy tenemos una invitada al Club. Se trata de MJJ que me envía el post por e-mail y que es un desarrollo de un primer comentario que he dejado de su parte en las respuestas del post anterior de ND. Si me ocupo de solventarle la parte técnica del asunto es porque, a una hermana, no se le pueden negar según qué cosas. Aquí lo tenéis, y espero que os guste su aportación.
En su excelente argumentación, El niño desgraciaíto nos desvela su preferencia por la novela de Kafka. En una impresionante acrobacia mental, relaciona el terror que le produce esta novela con la de Galdós, y allá cada cual.
Efectivamente, el lector de Kafka termina su lectura inmerso en un incómodo desasosiego. La incomprensión absurda que rodea a K. nos obliga a razonar constantemente, a no dejar en ningún momento nuestra posición de lector - centinela que teme perderse en el laberinto. Ni siquiera tenemos el consuelo de ahogarnos en alta mar porque la muralla en la que nos hemos encerrado con K. es de hormigón armado.
Defino la muralla como "hormigón armado" porque la novela de Kafka adolece de tensión psicológica; pero lo peor de todo es que no es verosímil. No puede darnos "yuyu" el absurdo como Suprema Inteligencia. Es probable que en su momento, a las puertas del siglo XX, con la Gran Guerra en ciernes, nos hubiera podido asustar la ausencia de un porqué ante la muerte. Pero estamos en el siglo XXI y hay una razón para la sinrazón. Ha pasado ya el " momento demiurgo" porque no tiene sentido la disyuntiva entre todo es blanco o todo es negro. La especie elegida sólo puede sentirse desasosegada ante "El Castillo" porque le parece un " Exin- Castillo", en el que, además, no hay ni pizca de humor.
Como se sabe, Kafka y Galdós estudiaron leyes. Es curioso observar cómo el mismo argumento puede desarrollarse según convenga a cada cuál, sobre todo en el mundo del Derecho. Señalo ésto porque nos encontramos ante el mismo drama -la muerte del protagonista- motivado por las mismas causas: incomprensión, intransigencia, etc, con dos elaboraciones literarias opuestas: Kafka desasosiega, Galdós aterroriza.
Ya desde el primer capítulo, el lector sabe que se mueve en aguas movedizas, certeza que se confirma con la pregunta retórica de Pepe : "¿ Pero qué tiene que ver la revolución francesa con el manto de la Virgen?". El mismo planteamiento del diálogo ya, en sí mismo, es inquietante. Porque es una observación muy sencilla, tan simple que nos pone inmediatamente en guardia. Sigamos.
A diferencia de Kafka, en Galdós no hay buenos ni malos que lo sean enteramente y basta observar cómo la gran arpía de la novela, doña Perfecta, no adolece de sentido del humor ni de arrebatos genuinamente maternales. Por ejemplo, en el capítulo donde Pepe pierde los nervios y se enfrenta con su tía a raíz del encierro de Rosario, la reacción de doña Perfecta nos describe completamente al personaje. Cita textual: " … ¿ Acaso no hay en el mundo más que tú y ella? ¿No hay padres, no hay sociedad, no hay conciencia, no hay Dios?". Y más adelante, dirigiéndose al sobrino ateo que, en un instante, ha dejado de ser su sobrino: " Vaya, te has sofocado. Como aquellos oradores republicanos que venían a predicar aquí la religión libre, el amor libre y no sé cuántas cosas libres…". Galdós hace hablar a la arpía como lo haría cualquier mujer en su contexto. Y al reflejar sus palabras con esta dosis de realismo, el autor nos la presenta con una gran dosis de comprensión hacia sus motivos. Y además, añado que esta comprensión hacia la mujer equivocada, manipulada por sus pocas luces y la influencia del entorno, por el qué dirán, no está exenta de simpatía como vemos.
Lo referido a doña Perfecta se aplica al conjunto de los personajes, de gran valor tipológico y sobre los que se apoya la ideología ultraconservadora. Los parlamentos del cura pueden, incluso, parecer exagerados, pero en la descripción de las mentalidades sociales del final del siglo XIX el conocimiento que revela Galdós constituye un auténtico arsenal. Por esto último - y me dirijo a El niño desgraciaíto - es más terrible la novela de Galdós. Porque no hay peor mal que la ignorancia, no existe ciego más invidente que el que no quiere ver y, por último, no hay remedio para ésta falta de cultura. Para este chauvinismo de " lo mejor es lo mío y lo demás no cuenta". ¿ No estamos viendo a todas horas cómo el fantasma del pasado está presente en nuestras vidas cotidianas? ¿ No nos tropezamos a diario con los espejismos del pasado y tenemos al lado energúmenos idiotizados, más interesados en su ideología obsoleta que por la prima de riesgo? Por esto, por su modernidad - por no hablar de su magistral empleo del diálogo - es por lo que prefiero mil veces a Galdós.
Ya sé que a muchos os ha parecido un "rollazo" la lectura de " Doña Perfecta". Allá cada cual. Os invito a una segunda lectura con las "gafas" del momento que nos está tocando vivir. No es el "escritor realista que escribió los Episodios Nacionales y vivió muy de cerca la época de Isabel II", eso y poco más lo dice wikipedia. Estáis ante un escritor actual, divertido, tolerante y, sobre todo, cronista de un arsenal ideológico que todavía respiramos.
He dejado para el final, querido ND, el personaje que más miedo me da. Caballuco. El artífice del homicidio. Es una auténtica joya en cuanto a su descripción psicológica. Nos confirma su adhesión al cerrilismo desde el primer momento, cuando expresa su intención de dejarse matar ante una palabra de la arpía. Toda su intervención está definida por el temible pánico del que se siente inseguro y, al mismo tiempo, señor de la venganza. ¿ Cabe una ventana mayor al horror? Aquí no es un demiurgo burocrático quien va a decidir el destino. Se trata de un hombre de carne y hueso cuyo poso emocional - no descrito, pero imaginado- es tan fuerte que no le tiembla el pulso. ¿ No se parece Caballuco a los siniestros homínidos que salen en el telediario? A mí sí que me da miedo.
Otro día seguiré, yo también tengo mis miedos.
En su excelente argumentación, El niño desgraciaíto nos desvela su preferencia por la novela de Kafka. En una impresionante acrobacia mental, relaciona el terror que le produce esta novela con la de Galdós, y allá cada cual.
Efectivamente, el lector de Kafka termina su lectura inmerso en un incómodo desasosiego. La incomprensión absurda que rodea a K. nos obliga a razonar constantemente, a no dejar en ningún momento nuestra posición de lector - centinela que teme perderse en el laberinto. Ni siquiera tenemos el consuelo de ahogarnos en alta mar porque la muralla en la que nos hemos encerrado con K. es de hormigón armado.
Defino la muralla como "hormigón armado" porque la novela de Kafka adolece de tensión psicológica; pero lo peor de todo es que no es verosímil. No puede darnos "yuyu" el absurdo como Suprema Inteligencia. Es probable que en su momento, a las puertas del siglo XX, con la Gran Guerra en ciernes, nos hubiera podido asustar la ausencia de un porqué ante la muerte. Pero estamos en el siglo XXI y hay una razón para la sinrazón. Ha pasado ya el " momento demiurgo" porque no tiene sentido la disyuntiva entre todo es blanco o todo es negro. La especie elegida sólo puede sentirse desasosegada ante "El Castillo" porque le parece un " Exin- Castillo", en el que, además, no hay ni pizca de humor.
Como se sabe, Kafka y Galdós estudiaron leyes. Es curioso observar cómo el mismo argumento puede desarrollarse según convenga a cada cuál, sobre todo en el mundo del Derecho. Señalo ésto porque nos encontramos ante el mismo drama -la muerte del protagonista- motivado por las mismas causas: incomprensión, intransigencia, etc, con dos elaboraciones literarias opuestas: Kafka desasosiega, Galdós aterroriza.
Ya desde el primer capítulo, el lector sabe que se mueve en aguas movedizas, certeza que se confirma con la pregunta retórica de Pepe : "¿ Pero qué tiene que ver la revolución francesa con el manto de la Virgen?". El mismo planteamiento del diálogo ya, en sí mismo, es inquietante. Porque es una observación muy sencilla, tan simple que nos pone inmediatamente en guardia. Sigamos.
A diferencia de Kafka, en Galdós no hay buenos ni malos que lo sean enteramente y basta observar cómo la gran arpía de la novela, doña Perfecta, no adolece de sentido del humor ni de arrebatos genuinamente maternales. Por ejemplo, en el capítulo donde Pepe pierde los nervios y se enfrenta con su tía a raíz del encierro de Rosario, la reacción de doña Perfecta nos describe completamente al personaje. Cita textual: " … ¿ Acaso no hay en el mundo más que tú y ella? ¿No hay padres, no hay sociedad, no hay conciencia, no hay Dios?". Y más adelante, dirigiéndose al sobrino ateo que, en un instante, ha dejado de ser su sobrino: " Vaya, te has sofocado. Como aquellos oradores republicanos que venían a predicar aquí la religión libre, el amor libre y no sé cuántas cosas libres…". Galdós hace hablar a la arpía como lo haría cualquier mujer en su contexto. Y al reflejar sus palabras con esta dosis de realismo, el autor nos la presenta con una gran dosis de comprensión hacia sus motivos. Y además, añado que esta comprensión hacia la mujer equivocada, manipulada por sus pocas luces y la influencia del entorno, por el qué dirán, no está exenta de simpatía como vemos.
Lo referido a doña Perfecta se aplica al conjunto de los personajes, de gran valor tipológico y sobre los que se apoya la ideología ultraconservadora. Los parlamentos del cura pueden, incluso, parecer exagerados, pero en la descripción de las mentalidades sociales del final del siglo XIX el conocimiento que revela Galdós constituye un auténtico arsenal. Por esto último - y me dirijo a El niño desgraciaíto - es más terrible la novela de Galdós. Porque no hay peor mal que la ignorancia, no existe ciego más invidente que el que no quiere ver y, por último, no hay remedio para ésta falta de cultura. Para este chauvinismo de " lo mejor es lo mío y lo demás no cuenta". ¿ No estamos viendo a todas horas cómo el fantasma del pasado está presente en nuestras vidas cotidianas? ¿ No nos tropezamos a diario con los espejismos del pasado y tenemos al lado energúmenos idiotizados, más interesados en su ideología obsoleta que por la prima de riesgo? Por esto, por su modernidad - por no hablar de su magistral empleo del diálogo - es por lo que prefiero mil veces a Galdós.
Ya sé que a muchos os ha parecido un "rollazo" la lectura de " Doña Perfecta". Allá cada cual. Os invito a una segunda lectura con las "gafas" del momento que nos está tocando vivir. No es el "escritor realista que escribió los Episodios Nacionales y vivió muy de cerca la época de Isabel II", eso y poco más lo dice wikipedia. Estáis ante un escritor actual, divertido, tolerante y, sobre todo, cronista de un arsenal ideológico que todavía respiramos.
He dejado para el final, querido ND, el personaje que más miedo me da. Caballuco. El artífice del homicidio. Es una auténtica joya en cuanto a su descripción psicológica. Nos confirma su adhesión al cerrilismo desde el primer momento, cuando expresa su intención de dejarse matar ante una palabra de la arpía. Toda su intervención está definida por el temible pánico del que se siente inseguro y, al mismo tiempo, señor de la venganza. ¿ Cabe una ventana mayor al horror? Aquí no es un demiurgo burocrático quien va a decidir el destino. Se trata de un hombre de carne y hueso cuyo poso emocional - no descrito, pero imaginado- es tan fuerte que no le tiembla el pulso. ¿ No se parece Caballuco a los siniestros homínidos que salen en el telediario? A mí sí que me da miedo.
Otro día seguiré, yo también tengo mis miedos.
miércoles, 13 de noviembre de 2013
De la cotidianidad al horror
Yo no soy muy aficionado al género del terror. Me he leído algunos libros, pocos, pero no le acabo de pillar el punto. Recuerdo Misery que me inquietó bastante. Recuerdo el dragón rojo, precuela de el silencio de los corderos, y ahora mismo no recuerdo muchos más, aunque seguro que sí que me he leído algunos.
Pero hay otro tipo de terror que sí que me gusta mucho y es el terror psicológico, el que va envolviendo al protagonista sin que se note, para de repente encontrarse ya al otro lado de la salvación, desarmado e impotente ante un fin absurdo que no entiende. El protagonista tuvo muchas oportunidades de escapar, pero no lo hizo, no vio el peligro.
El caso paradigmático de este tipo de terror para mí es Kafka. Y específicamente dos libros: El Castillo y El Proceso. La lectura de Doña Perfecta me ha recordado mucho a El Castillo. En ambas un joven llega a un pueblo desconocido, uno para conocer a la que puede convertirse en su esposa, y otro para trabajar como agrimensor. Al principio todo parece normal, traban conversaciones con los lugareños, los habitantes de los pueblos los tienen en gran estima, ven alguna cosa extraña, pero no se alarman y piensan que son imaginaciones suyas o cosas pintorescas de los paisanos... hasta que poco a poco se va tejiendo la tela de araña que destruirá sus vidas.
En el caso de El Castillo es la imposibilidad de acceder a un poder burocrático que no se relaciona con nadie. Esa lucha por conseguir llegar al castillo y entrevistarse con los administradores que parece tan lógica no llega a producirse nunca. El castillo está más lejos de lo esperado, hay confusión en los horarios, alguien se interpone en su camino... siempre pasa algo y nosotros nos ponemos de parte del agrimensor con su lógica que choca de frente contra otra que no entendemos, pero que para el resto de personajes es totalmente normal.
En el caso de Doña Perfecta, Pepe llega al pueblo y poco a poco se ve enredado en pleitos, en discusiones en las que siempre malinterpretan su ironía o en las que él también malinterpreta las intenciones de los otros. La historia se va complicando, se empecina en asustar a doña Perfecta que a su vez no duda en exacerbar los ánimos de los pueblerinos contra el ejército, especialmente los de Caballuco, hasta que se desata la tragedia del final con la muerte de Pepe.
En ambos casos hay una incomprensión bilateral por parte del elemento extraño que llega al pueblo y de los habitantes del pueblo frente al desconocido. Pero lo que creo que diferencia a los dos libros y hace, a mi juicio, mejor a el Castillo, es la absurdidez e incomprensión que el lector tiene de los pensamientos de los oriundos del pueblo. En Doña Perfecta entendemos sus motivos, no se comparten, pero se entienden sus acciones como consecuentes. En cambio, en el Castillo, la incomprensión es absoluta donde hasta las incoherencias de los sucesos del castillo son analizadas como pruebas de la inteligencia superior de la burocracia que dirige sus designios.
El Proceso también tiene esa incomprensión de la que hablo, aunque ahí el escenario es totalmente distinto. El Castillo y El Proceso se parecen bastante. El Proceso y Doña Perfecta se parecen poco. El Castillo está inconcluso y el final de Doña Perfecta es moralizador, cosa que ninguno de los libros de Kafka creo que sea. También hay diferencias, por supuesto. Pero creo que eso es menos interesante.
También creo que los dos libros sirven para trazar, dentro de sus paralelismos, la fina diferencia entre el horror y la tragedia. También entre el absurdo y lo comprensible.
Tal vez esto solo se me haya ocurrido a mí. Entiendo que así a priori comparar a Kafka con Galdós no es habitual. Dándole al google parece que no es una idea muy común, pero es que eso de buscar similitudes y categorizar es algo muy humano, nuestro cerebro funciona así, aunque cada uno tengamos categorías distintas.
Tal y como dice Pierre Bayard, esas referencias de nuestra biblioteca particular y las referencias que cada uno tiene son, de alguna manera, nuestra manera de interactuar entre nosotros y de intentar encajar en nuestro entorno. Ni Pepe ni K. encajan y a lo mejor es de ahí de donde nace el desconcierto e incluso el horror. El horror a estar solos, sobre todo en el caso de el Castillo.
Por cierto ¿hay alguien ahí o os he asustado a todos y nadie ha llegado hasta el final...?
-¡Eco!
-....ecooo ecooo ecooo...
(escalofriante...)
domingo, 10 de noviembre de 2013
La elección de libros en el Club de Lectura 2.0 (y parte 2)
Otro día es hoy, y entre un lunes y un sábado ya doy por leído el post anterior. Que no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy y que un compromiso es un compromiso, y no me tiréis de la lengua o encontraré muchos otros tópicos para este segundo off topic para el que me he ofrecido con mucho gusto, en la espera de los post de comentarios sobre Doña Perfecta.
De lo que yo venía a hablaros es del calendario de libros para 2014, una lista que ya hemos completado con más voluntad que orden y menos debate que cálculos. Y es que se trata de la lista más esperada todas las listas esperables en nuestro pequeño mundo lecturero, una lista más concienzuda que la lista de ejercicios de elíptica de Newland, más apremiante que la lista de autobuses de Livia, más temida que la lista de viajes profesionales de ND, más coherente que mi lista de defectos y más dramática de cualquier lista que se le ocurra hacer a Bichejo. Es la lista más importante de todos los blogs de libros del universo, incluyendo los cráteres de Marte y los anillos de Saturno, por decir dos lugares que te encuentras cuando te interesas por Groenlandia.
Para confeccionar la lista, este año hemos innovado con el método de elección. También podríamos haber innovado poniéndonos de acuerdo en algo, que algún libro habrá en el mundo que nos pueda gustar a todos, digo yo. De todos modos, tampoco lo hemos intentado. Se ve que teníamos prisa, que diciembre está a la vuelta de la esquina, y tratándose de un grupo formado por tres mujeres y dos ingenieros, la practicidad impera. En fin, el método elegido consistía en que cada uno proponía cuatro libros y el resto los votaba, de manera que quedaran dos propuestos por cada uno. Luego se completaría el año con libros de los ganadores del Cervantes y el Nobel, en una especie de cita a ciegas con la literatura para que sumaran los 12 meses. Para que fuera más “discriminante”, yo propuse que votáramos dando 5, 3, 2 y 0 puntos. Y si bien matemáticamente nos hubiera dado igual poner 4, 3, 2 y 1, la estética no puede ser más desafortunada: la imagen de ponerle un cero a un libro sin haberlo siquiera leído no parece justo. Creo que al año que viene habrá que dejar que organicen esto los señores ingenieros, que en un porcentaje del 40% son mayoría profesional, y dejarnos de inventos raros.
Ya la propuesta de libros fue algo tumultuosa, porque había libros que no se encontraban, y otros propuestos ya los había leído alguno de nosotros, pero por fin Bichejo pudo componer una hoja de cálculo definitiva y, hala, a votar todos como locos. Yo no sé si estaríais interesados en conocer los libros que hemos dejado atrás. Sólo deciros que había dos propuestas de Dickens y hemos conseguido que no saliera ninguno. De nota. Aunque, para contarlo todo, he de decir que yo, por votar la última, tuve en la mano que saliera uno de los dos, pero quise hacer trampa (lo reconozco), me equivoqué sumando y salió empatado con Wharton. Así es que para resolver el empate, Newland, que era el que había propuesto ambos libros decidió, en plan Salomón, que leeríamos a Dickens si el Atleti esa noche se ponía de líder, aprovechando que el Barça había empatado por la tarde su partido. Sí, sí, podéis leer cuantas veces queráis la frase anterior, pero eso no cambiará los hechos: Dickens en manos del Cholo Simeone y el Mono Burgos. Y eso, queridos amigos, es casi tanto como pedirle a King Kong que se vaya al Louvre un ratillo a cuidar de la Gioconda. Como era de esperar, un club al que todo el mundo conoce como el Pupas y cuyo himno centenario dice eso de “qué manera de sufrir, qué manera de palmar” perdió por 1-0 frente al Español. Así que la Historia de dos ciudades de Dickens se quedó para otro año, como casi todos los campeonatos que juega el Atleti por otra parte, derrochando coraje y corazón, Paseo de los Melancólicos cuánto te quiero y que viva mi Atlético de Madrid. Oye, lo de este club, qué manera de aguantar, qué manera de vivir. Me refiero al Club de Lectura, naturalmente. Un despropósito que tampoco fue para tanto, porque Wharton también había recibido votos, en concreto los mismos que Dickens...
Y a todo este proceso le estuvimos llamando Eurovisión durante una tarde, y cada vez que decíamos algo, una cuenta que se llama Eurovisión retweets nos retuiteaba la conversación a sus 135.000 seguidores. Yo me imagino que algún fan de ABBA se daría de baja aquella tarde, después de volverse tarumba buscando a Dickens y Wharton como participantes en Eurovisión por el Royaume Uni, con dolor de cabeza y desquiciados para los restos de sus vidas.
Bueno, pues después de tantas idas y venidas, mucho trasiego de e-mails y de ficheros, por fin tuvimos la lista y ya sólo quedó colocarla en el tiempo, poniendo los libros más gordos en época de verano y Semana Santa. Como es lógico, unos estamos más contentos que otros con el resultado, aunque lo importante es lo que nos habrá parecido el libro después de leerlo, no la nota que le hemos dado antes. Al año que viene será el momento de reflexionar sobre si esta es la mejor manera de elegir libros. Pero eso será al año que viene. Ahora, de momento, a leer.
Os dejo la lista de los libros ordenada por la fecha en la que iremos publicando los post y hablando de ellos. También la podría haber ordenado por puntuación, o por número de páginas, o por orden alfabético, pero he preferido que al menos algo de este post fuera indiscutiblemente lógico.
De lo que yo venía a hablaros es del calendario de libros para 2014, una lista que ya hemos completado con más voluntad que orden y menos debate que cálculos. Y es que se trata de la lista más esperada todas las listas esperables en nuestro pequeño mundo lecturero, una lista más concienzuda que la lista de ejercicios de elíptica de Newland, más apremiante que la lista de autobuses de Livia, más temida que la lista de viajes profesionales de ND, más coherente que mi lista de defectos y más dramática de cualquier lista que se le ocurra hacer a Bichejo. Es la lista más importante de todos los blogs de libros del universo, incluyendo los cráteres de Marte y los anillos de Saturno, por decir dos lugares que te encuentras cuando te interesas por Groenlandia.
Para confeccionar la lista, este año hemos innovado con el método de elección. También podríamos haber innovado poniéndonos de acuerdo en algo, que algún libro habrá en el mundo que nos pueda gustar a todos, digo yo. De todos modos, tampoco lo hemos intentado. Se ve que teníamos prisa, que diciembre está a la vuelta de la esquina, y tratándose de un grupo formado por tres mujeres y dos ingenieros, la practicidad impera. En fin, el método elegido consistía en que cada uno proponía cuatro libros y el resto los votaba, de manera que quedaran dos propuestos por cada uno. Luego se completaría el año con libros de los ganadores del Cervantes y el Nobel, en una especie de cita a ciegas con la literatura para que sumaran los 12 meses. Para que fuera más “discriminante”, yo propuse que votáramos dando 5, 3, 2 y 0 puntos. Y si bien matemáticamente nos hubiera dado igual poner 4, 3, 2 y 1, la estética no puede ser más desafortunada: la imagen de ponerle un cero a un libro sin haberlo siquiera leído no parece justo. Creo que al año que viene habrá que dejar que organicen esto los señores ingenieros, que en un porcentaje del 40% son mayoría profesional, y dejarnos de inventos raros.
Ya la propuesta de libros fue algo tumultuosa, porque había libros que no se encontraban, y otros propuestos ya los había leído alguno de nosotros, pero por fin Bichejo pudo componer una hoja de cálculo definitiva y, hala, a votar todos como locos. Yo no sé si estaríais interesados en conocer los libros que hemos dejado atrás. Sólo deciros que había dos propuestas de Dickens y hemos conseguido que no saliera ninguno. De nota. Aunque, para contarlo todo, he de decir que yo, por votar la última, tuve en la mano que saliera uno de los dos, pero quise hacer trampa (lo reconozco), me equivoqué sumando y salió empatado con Wharton. Así es que para resolver el empate, Newland, que era el que había propuesto ambos libros decidió, en plan Salomón, que leeríamos a Dickens si el Atleti esa noche se ponía de líder, aprovechando que el Barça había empatado por la tarde su partido. Sí, sí, podéis leer cuantas veces queráis la frase anterior, pero eso no cambiará los hechos: Dickens en manos del Cholo Simeone y el Mono Burgos. Y eso, queridos amigos, es casi tanto como pedirle a King Kong que se vaya al Louvre un ratillo a cuidar de la Gioconda. Como era de esperar, un club al que todo el mundo conoce como el Pupas y cuyo himno centenario dice eso de “qué manera de sufrir, qué manera de palmar” perdió por 1-0 frente al Español. Así que la Historia de dos ciudades de Dickens se quedó para otro año, como casi todos los campeonatos que juega el Atleti por otra parte, derrochando coraje y corazón, Paseo de los Melancólicos cuánto te quiero y que viva mi Atlético de Madrid. Oye, lo de este club, qué manera de aguantar, qué manera de vivir. Me refiero al Club de Lectura, naturalmente. Un despropósito que tampoco fue para tanto, porque Wharton también había recibido votos, en concreto los mismos que Dickens...
Y a todo este proceso le estuvimos llamando Eurovisión durante una tarde, y cada vez que decíamos algo, una cuenta que se llama Eurovisión retweets nos retuiteaba la conversación a sus 135.000 seguidores. Yo me imagino que algún fan de ABBA se daría de baja aquella tarde, después de volverse tarumba buscando a Dickens y Wharton como participantes en Eurovisión por el Royaume Uni, con dolor de cabeza y desquiciados para los restos de sus vidas.
Bueno, pues después de tantas idas y venidas, mucho trasiego de e-mails y de ficheros, por fin tuvimos la lista y ya sólo quedó colocarla en el tiempo, poniendo los libros más gordos en época de verano y Semana Santa. Como es lógico, unos estamos más contentos que otros con el resultado, aunque lo importante es lo que nos habrá parecido el libro después de leerlo, no la nota que le hemos dado antes. Al año que viene será el momento de reflexionar sobre si esta es la mejor manera de elegir libros. Pero eso será al año que viene. Ahora, de momento, a leer.
Os dejo la lista de los libros ordenada por la fecha en la que iremos publicando los post y hablando de ellos. También la podría haber ordenado por puntuación, o por número de páginas, o por orden alfabético, pero he preferido que al menos algo de este post fuera indiscutiblemente lógico.
lunes, 4 de noviembre de 2013
La elección de libros en el Club de Lectura 2.0 (Parte 1)
Supongo que los lectores de este blog, que no son menos heroicos que nosotros, los cinco blogueros que destripamos los libros cual terroncillo de azúcar, están ya perfectamente al corriente de nuestro sistema de elección de lecturas para el año.
- ¿Y a ti cómo te gustaría morirte?
- Pues mira, leyendo un libro de 824 páginas estaría bien. A ser posible, en la 823, más que nada para conservar el interés hasta el fin de mis días.
Os contaré que el año pasado, ND propuso como libro La máquina de la muerte y a todos nos pareció de lo más adecuado para celebrar el ecuador del año, si bien en el último momento el propio ND, que es hombre prudente, transmutó en Séptimo de Caballería y nos libro de terminar de manera tan abrupta como descriptiva el valle de lágrimas en el que se habían convertido los seis primeros meses del 2013.
Desde El animal moribundo, que nos dejó con mal cuerpo a todos, pasando por la tragedia de Un matrimonio feliz o la peripecia hasta Harvard de una pequeña homeless con vocación de delincuente en Quemar la noche, siguiendo con la pobrecilla Paula, que en paz descanse y la amargura de Algo va mal de Tony Judt, estábamos ya todos sin un mal clinex que llevarnos al lagrimal y anegados en suspiros cuando tuvimos un momento de relajación con Bayard, que nos enseñó Cómo hablar de libros sin haberlos leído. Tengo para mí que ND, además de prudente, es un hombre previsor, si bien su libro llegó tarde para evitarnos pasar por Los años de Laura Díaz, un libro que me permitió reconocer las ventajas de la lectura creativa, una finesse inventada por Bichejo. En fin, Bayard fue un respiro, un tomar carrerilla hacia Jane Eyre, un dramón de toma pan y moja que puso en suerte a John Irving y su Última noche en Twisted River, que menos mal que era la última, porque si llega a ser la primera todavía estamos por aquí leyéndolo. Y luego Como una novela y Doña Perfecta, Pennac y Galdós, o sea, un huevo y una castaña.
- ¿Y a ti cómo te gustaría morirte?
- Pues mira, leyendo un libro de 824 páginas estaría bien. A ser posible, en la 823, más que nada para conservar el interés hasta el fin de mis días.
Os contaré que el año pasado, ND propuso como libro La máquina de la muerte y a todos nos pareció de lo más adecuado para celebrar el ecuador del año, si bien en el último momento el propio ND, que es hombre prudente, transmutó en Séptimo de Caballería y nos libro de terminar de manera tan abrupta como descriptiva el valle de lágrimas en el que se habían convertido los seis primeros meses del 2013.
Desde El animal moribundo, que nos dejó con mal cuerpo a todos, pasando por la tragedia de Un matrimonio feliz o la peripecia hasta Harvard de una pequeña homeless con vocación de delincuente en Quemar la noche, siguiendo con la pobrecilla Paula, que en paz descanse y la amargura de Algo va mal de Tony Judt, estábamos ya todos sin un mal clinex que llevarnos al lagrimal y anegados en suspiros cuando tuvimos un momento de relajación con Bayard, que nos enseñó Cómo hablar de libros sin haberlos leído. Tengo para mí que ND, además de prudente, es un hombre previsor, si bien su libro llegó tarde para evitarnos pasar por Los años de Laura Díaz, un libro que me permitió reconocer las ventajas de la lectura creativa, una finesse inventada por Bichejo. En fin, Bayard fue un respiro, un tomar carrerilla hacia Jane Eyre, un dramón de toma pan y moja que puso en suerte a John Irving y su Última noche en Twisted River, que menos mal que era la última, porque si llega a ser la primera todavía estamos por aquí leyéndolo. Y luego Como una novela y Doña Perfecta, Pennac y Galdós, o sea, un huevo y una castaña.
Y ya llegamos al final del año, dispuestos a leer Las lunas de Júpiter, de Alice Munro, que ha tenido a bien ganar el premio Nobel y que viene a sustituir a Tres mujeres fuertes, de Marie Ndiaye, que de momento sólo ha ganado el Goncourt, y eso parece poca cosa para este selecto club. ¿Que por qué no hemos leído a Ndiaye? Pues básicamente porque yo no tengo personalidad ni dotes de mando. Esto y que no era un libro fácil de encontrar, así es que se condenó prácticamente un mes después de haberlo elegido. He de decir que quien conozca a Bichejo sabe que no es en absoluto una persona insistente, de manera que el hecho de que preguntara cada dos días “¿Y para Diciembre qué leemos, y para diciembre qué leemos? Le toca a Carmen, le toca a Carmen, le toca a Carmen...” sabe que tenía como único motivo alargar el sistema de elección de libros que es, de lejos, la parte más divertida del club. Una lástima que esto sólo suceda una vez al año.
Este sistema de elección, el año pasado, fue muy sencillo: cada uno proponía cuatro o cinco libros y el resto elegía tres entre ellos. Después se contaban los electores que había tenido cada libro, y ya está. Como éramos cuatro, tocábamos a tres libros cada uno. Existe el veto, y lo hemos usado especialmente para descartar los libros que ya hemos leído para que no pasen por el club. Para evitar japoneses no ha hecho falta, porque a casi todos nos espeluznan. Esto del veto tiene también su punto de originalidad, probablemente perdida, y es que Livia ha decidido por su cuenta que el veto vale para una cosa y para su contraria, y así, en un doble mortal con tirabuzón, nos propuso libros que ya había leído ella, algunos incluso que había olvidado, si bien en el caso de Laura Díez esto último no tenga explicación. En fin, que Livia ha inventado el recontraveto, que es algo muy meritorio. Sin embargo, yo diría se ha dejado perdonar porque con una entusiasta reseña en su blog nos animó a leer, fuera de programa, Todo lo que era sólido, de Muñoz Molina, un libro que habría que poner como material obligatorio en primero de bachillerato.
Ha sido un año muy divertido, dicho esto con la ventaja que otorga el haber pasado el trance. Ninguno de los libros que hemos leído ha sido celebrado por todos, a falta de leer a la Munro. Y eso que a mitad de año se incorporó Newland después de haberlo meditado mucho y tras publicar reseñas sin atenerse al corsé que imponía el calendario. También sin derecho a elegir títulos en este año 2013, lo cual tiene el inconveniente de tragarse los puros que eligen otros, pero la indudable ventaja de no equivocarse. Supongo que el enamoramiento que ha vivido con Irving le habrá compensado de otras desdichas, aunque no hay nada comparable a escoger un libro y luego atenerse a la crítica de tus co-bloggers.
Una vez dicho esto, se comprende que este año hemos sido cinco para elegir los libros de 2014. Podríamos haber mantenido el sistema de voto, pero hemos preferido innovar. Pero eso ya os lo contaré otro día, así es que nada de darse de baja aún. Aquí os quiero ver a todos, que sois pocos, pero muy heroicos.
Este sistema de elección, el año pasado, fue muy sencillo: cada uno proponía cuatro o cinco libros y el resto elegía tres entre ellos. Después se contaban los electores que había tenido cada libro, y ya está. Como éramos cuatro, tocábamos a tres libros cada uno. Existe el veto, y lo hemos usado especialmente para descartar los libros que ya hemos leído para que no pasen por el club. Para evitar japoneses no ha hecho falta, porque a casi todos nos espeluznan. Esto del veto tiene también su punto de originalidad, probablemente perdida, y es que Livia ha decidido por su cuenta que el veto vale para una cosa y para su contraria, y así, en un doble mortal con tirabuzón, nos propuso libros que ya había leído ella, algunos incluso que había olvidado, si bien en el caso de Laura Díez esto último no tenga explicación. En fin, que Livia ha inventado el recontraveto, que es algo muy meritorio. Sin embargo, yo diría se ha dejado perdonar porque con una entusiasta reseña en su blog nos animó a leer, fuera de programa, Todo lo que era sólido, de Muñoz Molina, un libro que habría que poner como material obligatorio en primero de bachillerato.
Ha sido un año muy divertido, dicho esto con la ventaja que otorga el haber pasado el trance. Ninguno de los libros que hemos leído ha sido celebrado por todos, a falta de leer a la Munro. Y eso que a mitad de año se incorporó Newland después de haberlo meditado mucho y tras publicar reseñas sin atenerse al corsé que imponía el calendario. También sin derecho a elegir títulos en este año 2013, lo cual tiene el inconveniente de tragarse los puros que eligen otros, pero la indudable ventaja de no equivocarse. Supongo que el enamoramiento que ha vivido con Irving le habrá compensado de otras desdichas, aunque no hay nada comparable a escoger un libro y luego atenerse a la crítica de tus co-bloggers.
Una vez dicho esto, se comprende que este año hemos sido cinco para elegir los libros de 2014. Podríamos haber mantenido el sistema de voto, pero hemos preferido innovar. Pero eso ya os lo contaré otro día, así es que nada de darse de baja aún. Aquí os quiero ver a todos, que sois pocos, pero muy heroicos.
viernes, 1 de noviembre de 2013
Doña Perfecta
Para encabezar la reseña de este mes, tomemos prestado el inicio de Misericordia
En estos días de noviembre, ventosos y glaciales, en que se hielan las palabras en la boca, y azota el rostro de los transeúntes un polvo que por lo frío parece nieve molida, se repliega el ejército del club de Lectura 2.0 al interior de Doña Perfecta, obra de Benito Pérez Galdós que narra las aventuras y desventuras de las gentes de Orbajosa, lugar ficticio en la España profunda del XIX.*
En estos días de noviembre, ventosos y glaciales, en que se hielan las palabras en la boca, y azota el rostro de los transeúntes un polvo que por lo frío parece nieve molida, se repliega el ejército del club de Lectura 2.0 al interior de Doña Perfecta, obra de Benito Pérez Galdós que narra las aventuras y desventuras de las gentes de Orbajosa, lugar ficticio en la España profunda del XIX.*
Sobre Doña Perfecta nos dice la editorial Cátedra:
Doña Perfecta (1987) fue la primera de las novelas sociales de Galdós, en la que trata de abordar los problemas de la España de su tiempo. Con este fin, sitúa la acción en una ciudad imaginaria (pero no irreal); su Orbajosa, como la Vetusta de Clarín, se ha incorporado por derecho propio en la geografía literaria de nuestro país. El problema central es el de la intolerancia, articulado dramáticamente por la confrontación entre una visión provinciana, tradicionalista y primitiva, y otra europeizada, liberal, centrada en la metrópoli. Doña Perfecta es una obra de lucha: Galdós concibió su quehacer literario como intervención en la realidad. Plenamente vigente en lo literario, su llamada a la tolerancia sigue siendo -desgraciadamente- de actualidad.
Podéis leer las reseñas de los lectores 2.0 en sus respectivas casas así como seguir, y participar, del debate que tendrá lugar en este Club de Tort Lectura.
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domingo, 27 de octubre de 2013
Obligando a leer
“Como
una novela” habla de muchas cosas, pero de todas ellas una me ha
estado vueltas en la cabeza desde que terminé el libro, no es otra
que
la obligación que imponemos a nuestros hijos a la hora de leer y de
lo contraproducente que, según Pennac, esta actitud puede ser.
No
pertenezco a una familia muy lectora, yo creo que más por falta de
oportunidades que por falta de interés, tal vez, por eso mismo, en
mi casa los libros siempre han sido objetos casi sagrados, a los que
había que cuidar y de alguna manera respetar. No recuerdo que nadie
me obligase a leer, sólo recuerdo el placer que me producía
descubrir historias que descubrían otros mundos mucho más
interesantes que el que delimitaban la A5 y las vías del cercanías.
Mis tesoros eran un balón de reglamento blanco impoluto de la marca
Adidas y el carnet de la biblioteca del colegio.
Me
encantaba leer, seguro que no por falta de algo mejor que hacer, leer
era algo en si mismo maravilloso, y sin embargo no puedo comprender
cómo llegué a tener ese amor por los libros, un conocimiento que
necesito con urgencia ahora que soy padre y veo como junta torpemente
las sílabas un niño de seis años. Porque si Pennac nos habla de
los peligros de la televisión, no sé que diría ahora que nos
enfrentamos a enemigos mucho más poderosos. La televisión misma ha
evolucionado a canales temáticos de dibujos animados, cine sin salir
de casa, consola de videojuegos, y hay mucho más, ordenadores,
tabletas, juguetes que parecían imposibles apenas una docena de
años.
¿Qué
hacer? ¿Rendirse de antemano, dejar que sea el propio niño el que
encuentre su camino? ¿O forzar de manera firme pero sutil para que
ese camino sea el correcto? Porque sí, seguro que todos concluimos
fácilmente que el secreto está en no dejarle abusar de nada, en
racionar los minutos que le dejamos dedicar a cada cosa, pero esa
estrategia de fácil no tiene absolutamente, porque los niños son
insaciables y son capaces de dedicar todo el tiempo del mundo a una
cosa con tal que dicha cosa les guste. Por eso cada vez que les
quitamos un videojuego y se lo cambiamos por un libro estamos
consiguiendo algo tan perverso como que el primero sea un premio y el
segundo algo asimilable a un castigo. La fastidiamos.
Sinceramente
admito que me enfrento a ello impotente, usando los pocos trucos que
tengo a mi alcance, comprando libros ilustradísimos llenos de
animales salvajes e imponentes dinosaurios, leyéndole cosas que sé
que le pueden interesar, pero claro, ¿qué puede ser más
interesante que un Pokémon? El respondería sin dudar que otro
Pokémon más evolucionado. Soy pesimista, porque si esto me pasa a
mí, que leo a diario al alcance de sus indiferentes ojos, qué no
pasará en otras casas en las que leer sea un hecho inexistente, qué
será de todos esos niños que jamás han visto a nadie con un libro
en las manos.
Este
post es un mensaje lanzado al aire, una petición de ayuda para que
me contéis cuál es vuestro plan, para que me digáis cómo pensáis
hacer de vuestros hijos personas activas en busca de aventuras y
conocimientos, para que me saquéis del pesimismo pensando que vienen
generaciones de receptores pasivos que no estarán dispuestos a
cambiar las maravillas de un libro por un esfuerzo que consideran
innecesario. Porque pienso en lo que nos cuenta Pennac y en la
desesperación a veces creo que puede estar equivocado, que nuestros
mayores eran más brutos pero más sabios, que tal vez la letra con
sangre entra y que leer obligar a alguien a leer, como el que obliga
a terminarse un plato, puede que no acabe siendo tan malo.
sábado, 26 de octubre de 2013
Y es que no se trata de leer cualquier cosa
Si algo me ha gustado del libro de Pennac es su calma al escribir, su dulzura, la forma en que deposita sus ideas sin agredir. Incluso aquello con lo que no está de acuerdo y aquello que rechaza lo expone con cariño, con un punto de comprensión, compasivamente pero sin condescendencia, sin altivez. Yo creo que Pennac, acostumbrado a tratar con niños y adolescentes, se empeña en sus ensayos a enseñarnos el camino sin obligarnos a tomarlo, porque recorre con nosotros los caminos alternativos para irnos diciendo cada cosa que no debemos aprender. Porque también se aprende de lo que no se debe aprender. Yo me entiendo.
Del libro de Pennac yo me quedo con la idea de leer para obtener la ración de ficción que necesitamos. Me encanta, porque despoja a la lectura de utilitarismo y la sitúa en el ámbito del placer. No hay porqués, no hay “para qués”, es simplemente tomar tu ración de ficción y engrasar la imaginación y volverte algo más niño, y olvidar las preocupaciones, las penas, la seriedad, las obligaciones. Todos leemos para informarnos, para aprender, todos leemos como necesidad o como obligación, e incluso hay quien se hace trampas al solitario, como aquellos que te dicen que leen novela histórica porque “así de paso, aprenden”. Pero en “Como una novela”, Pennac habla de otra cosa.
Leer simplemente por leer, para pasar el rato. La ración de ficción para alimentar la imaginación, la necesidad no sólo de evadirse, sino de toparse con lo desconocido, con lo inesperado, el placer de sorprenderse y de guardar en el espíritu otras ideas, otras soluciones, otros ambientes, otras situaciones muy lejos de nuestra realidad. Aprender no "de paso", sino encontrar el gusto de alimentar nuestra alma individual. No es alimentarse, sino aprender a disfrutar con los sabores, y apreciarlos. No se trata de sobrevivir, sino de vivir mejor, de cuidar nuestro espíritu.
Y eso impone una exigencia. Pennac critica sin remilgos lo que llama la “literatura industrial que se contenta con reproducir hasta la saciedad los mismos tipos de relatos, despacha estereoitipos a granel, comercia con buenos sentimientos y sensaciones fuertes, se lanza sobre todos los pretextos ofrecidos por la actualidad para parir una ficción de circunstancias, se entrega a “estudios de mercado”, para vender según la “coyuntura”, tal o cual tipo de “producto” que se supone que excita a tal o cual categoría de lectores”. “malas novelas...” que “no dependen de la creación... son una empresa de simplificación (es decir, de mentira) cuando una novela es el arte de la verdad (es decir, de complejidad), porque... adormecen nuestra curiosidad... el autor no se encuentra en ellas...”
Pennac recorre el camino con nosotros, y nos acompaña para cuando se nos ocurra eso de “da igual lo que se lea, lo importante es leer”. No, no. Nos acompaña para decirnos que si hay toda una industria alrededor del libro es por la misma razón por la que proliferan los Mac Donalds. Y vale que nos guste tomar una hamburguesa de vez en cuando, pero no se debe confundir con alimentarse sólo de ellas. Por mucho que pasen el control de sanidad.
Del libro de Pennac yo me quedo con la idea de leer para obtener la ración de ficción que necesitamos. Me encanta, porque despoja a la lectura de utilitarismo y la sitúa en el ámbito del placer. No hay porqués, no hay “para qués”, es simplemente tomar tu ración de ficción y engrasar la imaginación y volverte algo más niño, y olvidar las preocupaciones, las penas, la seriedad, las obligaciones. Todos leemos para informarnos, para aprender, todos leemos como necesidad o como obligación, e incluso hay quien se hace trampas al solitario, como aquellos que te dicen que leen novela histórica porque “así de paso, aprenden”. Pero en “Como una novela”, Pennac habla de otra cosa.
Leer simplemente por leer, para pasar el rato. La ración de ficción para alimentar la imaginación, la necesidad no sólo de evadirse, sino de toparse con lo desconocido, con lo inesperado, el placer de sorprenderse y de guardar en el espíritu otras ideas, otras soluciones, otros ambientes, otras situaciones muy lejos de nuestra realidad. Aprender no "de paso", sino encontrar el gusto de alimentar nuestra alma individual. No es alimentarse, sino aprender a disfrutar con los sabores, y apreciarlos. No se trata de sobrevivir, sino de vivir mejor, de cuidar nuestro espíritu.
Y eso impone una exigencia. Pennac critica sin remilgos lo que llama la “literatura industrial que se contenta con reproducir hasta la saciedad los mismos tipos de relatos, despacha estereoitipos a granel, comercia con buenos sentimientos y sensaciones fuertes, se lanza sobre todos los pretextos ofrecidos por la actualidad para parir una ficción de circunstancias, se entrega a “estudios de mercado”, para vender según la “coyuntura”, tal o cual tipo de “producto” que se supone que excita a tal o cual categoría de lectores”. “malas novelas...” que “no dependen de la creación... son una empresa de simplificación (es decir, de mentira) cuando una novela es el arte de la verdad (es decir, de complejidad), porque... adormecen nuestra curiosidad... el autor no se encuentra en ellas...”
Pennac recorre el camino con nosotros, y nos acompaña para cuando se nos ocurra eso de “da igual lo que se lea, lo importante es leer”. No, no. Nos acompaña para decirnos que si hay toda una industria alrededor del libro es por la misma razón por la que proliferan los Mac Donalds. Y vale que nos guste tomar una hamburguesa de vez en cuando, pero no se debe confundir con alimentarse sólo de ellas. Por mucho que pasen el control de sanidad.
Este es, creo, uno de los fondos que nos transmite Pennac en "Como una novela"
domingo, 20 de octubre de 2013
Las expectativas y el relajo
Hoy me apetece hablaros de cosas de las que ya os he hablado, pero es que al proponer yo el libro de este mes y al haberme leído ya otro libro de este señor tenía ciertas intuiciones de que iban a volver a salir. Y como no está de más hablar de educación y es pertinente hacerlo, pues ¡vuelve la burra al trigo!
Uno de los puntos constantes en Pennac es que todos tenemos algo, todos valemos para algo y cada uno se enfrenta al mundo de una manera distinta. No existen los zoquetes, a pesar de que él se autodenomine zoquete. Es cierto que hay gente con más capacidad, o más lista si se prefiere, o con menos, pero no tonta (hablando de personas sin enfermedades).
Todos tenemos nuestro talento oculto y todos podemos llegar a un nivel medio de estudios si nos lo proponemos. Una de las conclusiones de un vídeo que os puse hace tiempo sobre el informe Pisa era precisamente que el dinero que se invierte en educación no es lo más importante (de hecho España es de la que más invierte respecto a PIB y es de las que peor está), sino la actitud de la sociedad hacia la educación, el no dejear a ninguno atrás y ser conscientes de que todos pueden aprender.
Hay países como Japón o Corea en los que TODOS los niños acaban el bachillerato. Y las cifras de fracaso escolar en España son bastante desalentadoras al respecto. Tiene que ver, como dice Pennac, con la manera de enseñar y enfrentarnos a ello. En el libro se refiere a la relación con la literatura, pero se puede extender al conocimiento y al estudio en general. Nadie aprende a golpes. Y ahí es donde está el problema, que hay mucha gente que no quiere aprender, mucha gente que no ve la utilidad, que no tiene motivación para continuar.
Una parte se explicará por los ejemplos sociales que tienen a su alrededor. Personajes que triunfan sin saber hacer la o con un canuto, presidentes de gobierno que no saben ni un idioma, presidentes de equipos de fútbol que no saben hablar, cantantes orgullosos de su ignorancia o gente orgullosa de seguir a Vargas Llosa sin haber leído nada suyo. Con esos mimbres nos sale este cesto.
Yo no sé cómo se hace para que nos salga una cosa mejor. Soy de la opinión que había que coger a todos los niños españoles, llevarlos a Dinamarca y que vuelvan dentro de veinte años una vez que hayan aprendido a ser civilizados y respetuosos con los demás, pero me temo que no sería realizable; sobre todo porque los daneses no dejarían entrar a semejante tropa.
Lo que sí que sé es que mientras no valoremos la educación, los buenos modales, el respeto, el valor del esfuerzo y el reconocimiento del mérito lo llevamos crudo. Y por lo que se ha visto hace poco, los mayores tampoco nos libramos. Somos peores que los jóvenes, más catetos e ignorantes que ellos, aunque para eso solo hay que ir al extranjero y sentir vergüenza cuando te encuentras con una recua de españoles desinhibidos.
¡Así nunca nos van a aceptar en Dinamarca! :´(
martes, 15 de octubre de 2013
Lo del decálogo
Yo tenía que explayarme sobre esto, que es lo que me reconcilió con el libro y con este buen señor.
1. el derecho a no leer
Cada
vez más a favor de este derecho. Entiendo que un crío tiene que leer
por narices, porque le hace falta como parte de su educación y para
aprender a estudiar. A partir de determinado momento, leer tiene que ser
un placer...aunque el otro día leí en el periódico que los niños que
leen por placer entre los 10 y 16 años son los que más avanzan en sus
estudios. Según el artículo es más importante el nivel cultural de los
padres que el económico.
Para mí leer es uno de los grandes placeres de la vida...pero el que se lo quiera perder, pues eso, que se lo pierda.
Muy
a favor. Yo lo llamo lectura creativa cuando lo hago por sistema en un
libro. Y lo hago a menudo cuando releo, me salto trozos que no me
interesan mucho para volver a los que me gustaron.
La
lectura creativa es uno de los grandes descubrimientos que he hecho en
el club, lees 10 páginas, te saltas 20, lees 15 y te saltas 50...y luego
te quejas de que no te has enterado de nada.
Lo hice mucho con el de la señora que andaba y un poquito con Laura Díaz o Díez o me da lo mismo como se llamase.
Esto es básico. Creo que si sólo pudiese conservar un punto de este decálogo sería éste.
A
mí me cambió la vida El Señor de los Anillos, que leí en 2003, la
primera parte me encantó, la segunda pichínpichán, y con las 200 páginas
finales sufrí la vida. Y lo terminé por mis santas narices. Y juré que
nunca más. Aunque algunos del club también los he terminado sin mucha
gana. Tampoco está mal lo de probarte a ti mismo que de verdad te lees
cualquier cosa.
En cualquier caso, estoy muy a favor de poder abandonar libros. Cada año abandono un par, y no me da nada de pena.
Me
gusta releer. Pero desde hace dos o tres años y por culpa de un montón
de sugerencias lectoras que me van llamando la atención, no me da la
vida. Y no me termina de hacer feliz.
Antes
siempre llevaba al retortero cuatro libros: dos en inglés, dos en
español. Dos nuevos, dos de relectura. Pero era joven y me daba la vida.
Y no curraba todas las tardes.
Ahora tengo que seleccionar. Y si releo, no leo. Necesito que me toque la lotería YA para poder dedicarme a estas cosas
Superafavor, oseatíatelojuro. Me gusta leer mierdas. Y no tan mierdas. Y cosas muy serias. Y hasta alguna medio sesuda.
Pero
he leído el de Peñafiel, el del primo de Letizia, el de la
Sartorius...y mucho chick-lit (yo pensaba que todo pero es inimaginable
el volumen de chicklit que hay en inglés)
También he leido a Wallace, Irving, Grandes, Hornby, Oz...hay tiempo para todo.
Sobre
el chick-lit debería explayarme un día, como género completamente de
evasión y final feliz. Que a veces hacen falta los finales felices.
Dice
la wikipedia que el bovarismo es el estado de permanente insatisfacción
que tenía la Madame en cuestión. Si lo entendemos así, yo no quiero
estar insatisfecha con mis lecturas, pero no me parece mal tener
"reconocido" el derecho a estarlo. Y menos en este club donde siempre
hay alguno muy descontento con el libro de turno.
Tampoco soy ya la que
era. Pero sigo leyendo casi en todas partes. La mayor ventaja del libro
electrónico es lo de no cargar con peso y que cabe en todas partes: leo
en el camino al curro, leo por la calle al salir del metro, leo
esperando, leo en el baño (he llegado a meterme en el baño del curro a
terminar un capítulo antes de ponerme a currar), en la cocina...sólo no
llevo el libro si voy con N, que le parece de poco amor lo de ir juntos
en el metro e ir leyendo.
Tengo
la inmensa suerte de tener un marido, padres, hermano y cuñada
lectores...este verano en Santa Pola hubo un momento en el que los seis
estábamos cada uno con nuestro libro, y me gustó eso.
Una
de las desventajas del libro electrónico es que lo de hojear no es muy
fácil. Tampoco es que sea mi mayor afición como lectora, pero está bien
cuando un libro te llama la atención poder cotillearlo: pasar páginas,
ver el tipo de letra y los párrafos. Leer un trocito al azar.
Está bien. No me parece vital.
Me
es completamente indiferente. En mi colegio leíamos muchísimo en voz
alta, por lo que me ha tocado leer en varias bodas y he quedado bastante
bien. Pero más que un derecho debería ser algo normal, que todos
supiésemos leer en voz alta, que oyes leer a la gente y te da mucha
vergüencita ajena: no hacen pausas donde toca, no entonan...
Me callaré si quiero, que para eso soy indomable. No entiendo muy bien a
qué se refiere con este derecho, pero es obvio que el derecho a
callarse está muy bien. De hecho, en ocasiones tendría que ser una
obligacion, por aquello de más vale callarse y parecer idiota que abrir
la boca y demostrarlo.
Y con esto, chimpún. Ea.
Y con esto, chimpún. Ea.
martes, 1 de octubre de 2013
Como una novela
Hola, soy Bich. Otra vez. Sigo en esta fase blogless rara que me ha dado, así que ocupo el blog colectivo para hablar del libro del mes. Esta vez, cuando esto se publique, estaré metida en un avión, desesperada de la vida y deseando aterrizar en Madriz.
Hemos pasado el mes de septiembre leyendo una novelita, para desengrasar después del tochazo de Irving. Y menos mal que tomé notas, porque hace más de un mes que terminé. Hemos dedicado este mes a "Como una novela" de Daniel Pennac. Se me ha enfriado tanto que no sé qué voy a contar.
Y tengo que reconocer que me ha parecido un poco psé, ni me ha encantado, ni lo he odiado, ni me ha dado grandes momentos ni grandes aburrimientos. Psé. Que es de las peores cosas que te pueden pasar, el quedarte igual. Mentira. Con todo lo que hemos sufrido, quedarte psé está bien.
Me he reconocido en algunas cosas, la prisa por aprender a leer, el castigo de "pues esta noche no lees"... ya lo conté hace tiempo pero repito anécdota (y así relleno post) sobre cómo se enteró mi madre de que ya sabía leer
Al pasar por la zapatería..."mira mamá, ahí pone za-pa-te-rí-a"...así con varias tiendas, y mi madre a su bola pensando que qué bien identificaba las cosas, hasta que al pasar por un portal le dije "ahí pone ul-pi-a-no-san-chez-pe-ña-offfff-tal-móoo-lo-go". Y se quedó muerta. "¿Es que sabes leer?", "Pues claro, si te lo estoy diciendo". El resto de la tarde me tuvo leyendo el periódico a mi padre, que babeaba por la inteligencia extrema de su primogénita.
Habla Pennac y con razón, de que la lectura es para los niños (o esa sensación tengo con niños ajenos, sobre todo de mi entorno laboral) el castigo mientras que la tele es el premio. A mí eso me parece fatal, y he sido toda la vida también de ver mucho la tele...o igual no mucho, porque leía mucho, jugaba mucho, estudiaba mucho...
Cosas varias y al buen tuntún
- demasiadas exclamaciones, qué intensismo y qué ohlalá. Habla del milagro milagroso al leer en alto...no me creo nada.
- "hay que leer". No. O sí. Los niños tienen que leer, obviamente, para poder estudiar luego. A partir de ahí, ¿hay que leer? Yo no lo creo. Yo leo con la misma gana que otro ve pelis o series, o toca el piano o juega al tenis. Creo que se pasa de frenada. Leer no es algo místico. ("La lectura no depende de la organización, del tiempo social, es, como el amor, una manera de ser") Últimamente está de moda la pose de "oh, soy tan lector, estoy tan feliz con mis libros en lugar de con gente, soy tan incomprendido..."puajjjj. A mí me gusta leer, y me gusta mucho, vaya novedad. Pero prefiero vivir, así como concepto. Vivo, y además, leo. Yo no leo para saber más, ni para tener la mente más abierta...leo porque me gusta. Y porque leo, sé más cosas y creo tener la mente más abierta. Pero no leo para eso, me puede el componente lúdico de la lectura. Seguramente habrá gente mucho más elevada y más lista que yo que lea con un sentido de trascendencia. Pues muy bien. Pero me niego a leer "para". No son deberes, es una afición. Y como tal, debe resultar placentera.
- es un estresado que habla de planes de lectura, de calcular páginas por hora, cuántas horas se puede leer un domingo...que no. Eso son deberes.
- "La vida es un obstáculo permanente para la lectura" pues claro. Y qué bien y qué bonito tener una vida, aunque a veces las horas de lectura sean esas horas robadas que dice Pennac.
- Describe muy bien la desesperación que sentí hace veinte años cuando tiraba "De Profundis" por el pasillo de la pura manía que le tenía "...se ha sentido invadido por esa pesadez dolorosamente familiar, el peso del libro, peso del tedio, insoportable fardo del esfuerzo inalcanzado"
- Y al final, cuando ya no aguantaba más, me reconcilio un poco con él, gracias al decálogo de derechos del lector, que también copio, porque deberíamos aplicarnos algunas cosas
1. el derecho a no leer
2. el derecho a saltarnos páginas
3. el derecho a no terminar un libro
4. el derecho a releer
5. el derecho a leer cualquier cosa
6. el derecho al bovarismo
7. el derecho a leer en cualquier sitio
8. el derecho a hojear
9. el derecho a leer en voz alta
10. el derecho a callarnos
Durante el resto del mes, algo más escribiremos por aquí (shame on Newland y shame on me, mucho Irving y no hemos dicho ni pío, qué fatalidad). De momento, podéis abrir boca con las fantásticas reseñas de mis cobloggers.
Me he reconocido en algunas cosas, la prisa por aprender a leer, el castigo de "pues esta noche no lees"... ya lo conté hace tiempo pero repito anécdota (y así relleno post) sobre cómo se enteró mi madre de que ya sabía leer
Al pasar por la zapatería..."mira mamá, ahí pone za-pa-te-rí-a"...así con varias tiendas, y mi madre a su bola pensando que qué bien identificaba las cosas, hasta que al pasar por un portal le dije "ahí pone ul-pi-a-no-san-chez-pe-ña-offfff-tal-móoo-lo-go". Y se quedó muerta. "¿Es que sabes leer?", "Pues claro, si te lo estoy diciendo". El resto de la tarde me tuvo leyendo el periódico a mi padre, que babeaba por la inteligencia extrema de su primogénita.
Habla Pennac y con razón, de que la lectura es para los niños (o esa sensación tengo con niños ajenos, sobre todo de mi entorno laboral) el castigo mientras que la tele es el premio. A mí eso me parece fatal, y he sido toda la vida también de ver mucho la tele...o igual no mucho, porque leía mucho, jugaba mucho, estudiaba mucho...
Cosas varias y al buen tuntún
- demasiadas exclamaciones, qué intensismo y qué ohlalá. Habla del milagro milagroso al leer en alto...no me creo nada.
- "hay que leer". No. O sí. Los niños tienen que leer, obviamente, para poder estudiar luego. A partir de ahí, ¿hay que leer? Yo no lo creo. Yo leo con la misma gana que otro ve pelis o series, o toca el piano o juega al tenis. Creo que se pasa de frenada. Leer no es algo místico. ("La lectura no depende de la organización, del tiempo social, es, como el amor, una manera de ser") Últimamente está de moda la pose de "oh, soy tan lector, estoy tan feliz con mis libros en lugar de con gente, soy tan incomprendido..."puajjjj. A mí me gusta leer, y me gusta mucho, vaya novedad. Pero prefiero vivir, así como concepto. Vivo, y además, leo. Yo no leo para saber más, ni para tener la mente más abierta...leo porque me gusta. Y porque leo, sé más cosas y creo tener la mente más abierta. Pero no leo para eso, me puede el componente lúdico de la lectura. Seguramente habrá gente mucho más elevada y más lista que yo que lea con un sentido de trascendencia. Pues muy bien. Pero me niego a leer "para". No son deberes, es una afición. Y como tal, debe resultar placentera.
- es un estresado que habla de planes de lectura, de calcular páginas por hora, cuántas horas se puede leer un domingo...que no. Eso son deberes.
- "La vida es un obstáculo permanente para la lectura" pues claro. Y qué bien y qué bonito tener una vida, aunque a veces las horas de lectura sean esas horas robadas que dice Pennac.
- Describe muy bien la desesperación que sentí hace veinte años cuando tiraba "De Profundis" por el pasillo de la pura manía que le tenía "...se ha sentido invadido por esa pesadez dolorosamente familiar, el peso del libro, peso del tedio, insoportable fardo del esfuerzo inalcanzado"
- Y al final, cuando ya no aguantaba más, me reconcilio un poco con él, gracias al decálogo de derechos del lector, que también copio, porque deberíamos aplicarnos algunas cosas
1. el derecho a no leer
2. el derecho a saltarnos páginas
3. el derecho a no terminar un libro
4. el derecho a releer
5. el derecho a leer cualquier cosa
6. el derecho al bovarismo
7. el derecho a leer en cualquier sitio
8. el derecho a hojear
9. el derecho a leer en voz alta
10. el derecho a callarnos
Durante el resto del mes, algo más escribiremos por aquí (shame on Newland y shame on me, mucho Irving y no hemos dicho ni pío, qué fatalidad). De momento, podéis abrir boca con las fantásticas reseñas de mis cobloggers.
miércoles, 18 de septiembre de 2013
La lectura como obligación (una defensa de John Irving por un descreído)
El papel de abogado del diablo fue inventado para defender lo indefendible, para ver un punto de vista que ni siquiera nos planteamos, para hacer preguntas incómodas. Para que, de alguna manera, se contemple que la persona a la que se quiere canonizar y poner como ejemplo puede que no sea digna de tal privilegio.
Yo voy a hacer de antiabogado del diablo porque yo tengo clarísimo que este señor, al menos en este libro que hemos leído, no merece un abogado. Merece un cuarto oscuro cerrado con llave (el libro, no el señor). Pero voy a hablar un poco sobre lectura, estados de ánimo y obligación.
Yo, en lo de la lectura, siempre he llevado muy mal las recomendaciones y los regalos. He sido de leer cuando he querido lo que he querido. O al menos de elegir entre varias opciones la que más me apetecía en ese momento. Libros que me han regalado han estado esperando su oportunidad durante años (algunos aún la esperan) acumulando polvo, pero ningún reproche. No es su momento y puede que nunca lo sea. Como dice Bayard, incluso el más voraz de los lectores no ha leído prácticamente nada de lo que está escrito.
El caso es que eso ha ido cambiando con el paso del tiempo y sobre todo con el club de lectura. He aceptado leerme el libro que toca cada mes. Sea el que sea. Eso tiene una parte positiva que es poder leer cosas que no leerías de ninguna de las maneras y llevarte una grata sorpresa, ensanchar tus horizontes literarios y compartir tus experiencias con el resto de miembros del club. Claro, que también tiene una parte negativa que es leer cosas que no leerías de ninguna de las maneras y no llevarte ninguna sorpresa: durante todo el libro has estado sufriendo y no veías el momento de acabarlo.
Creo que no me he saltado ningún libro del club. Y creo que soy el único. Y no es por cabezonería, aunque tal vez sí sea por un sentimiento moral absurdo: si tú propones unos libros, tienes que aceptar que tendrás que leer otros. Es parte del juego. No puedo tirar la piedra y esconder la mano. Si yo quiero que os leáis a Bayard, me tengo que leer a Irving. No como castigo, sino como reciprocidad.
Claro que solo son tonterías mías. Que no se acaba el mundo por no leer un libro o por dejarlo a medias o por hacer lo que Bichejo llama "lectura creativa". Pero yo no puedo. Puedo hacerlo con un libro que lea porque me apetece y, de hecho, lo hago. Ya lo hice con el señor Irving con anterioridad y con un libro suyo que parece ser que es muy considerado entre las gentes.
Incluso hay veces que ese rechazo inicial no lo es a la larga. Empecé dos veces a leerme el Nombre de la Rosa antes de la definitiva y es uno de mis libros favoritos y el Quijote también lo empecé y lo dejé para luego morirme de risa durante el verano en el que finalmente me lo leí.
No va a ser el caso, no volveré a leer nada de este señor, sin duda. Pero a lo mejor tiene que ver con que no era el momento. No lo creo, creo que ese libro me parecería un horror en cualquier momento que me lo leyera, pero quién sabe, a lo mejor sí que hubiera tenido su huequecito lector...
Eso me ha pasado con otros autores que hemos leído en el club. No volveré a leerme un libro de David Grossman ni de David Foster Wallace ni de Phillip Roth. Puede que sea cerrarme muchas puertas y perderme muchas cosas buenas. Pero una cosa es buena en función de lo que te transmite y la carga de rechazo que tengo contra ellos por lo poco que me han gustado me hace pensar que no merece la pena arriesgarse.
En fin, seguramente el campo lector el club me cierra más puertas de las que me abre, pero hay muchas puertas que investigar, que abrir, que entreabrir o que sellar para toda la eternidad.
Quizá mi inquina se debe a leer por obligación. No sé cuánto de ese horror que me produce escuchar el nombre de David Foster Wallace se debe all haberlo leído obligado y cuánto a que es un rollo de tío (para mí, claro). Hay veces que causa y efecto son difíciles de desenmadejar.
Pero yo intuyo que tiene bastante que ver, aunque en mi fuero interno pienso que son un puñado de pelmazos, hay otra gente, gente cuya opinión respeto y admiro, a la que le parecen genios o, cuanto menos, escritores dignos de alabanza.
No me queda más que terminar diciendo: No es por ti, John Irving, es por mi.
sábado, 14 de septiembre de 2013
En defensa de John Irving y de la paz familiar
Como sabeis todos los que seguís este club, en España y en el extranjero, las normas para pertenecer a él son exigentes y conciernen a diversos aspectos que tienen que ver en algunos casos con el valor del compromiso y en otros con el valor a secas. Entre las primeras está el leerse el libro, claro, y después escribir un par de post, uno en tu propio blog y otro en este que estais leyendo ahora. Hablando del libro o del autor a ser posible, aunque, como el niño del Sexto sentido, en ocasiones yo también veo muertos...
Este mes hemos leído la última noche en Twisted River, una novela de John Irving, que es un autor de renombre, un autor muy seguido, amado, incluso venerado por muchas personas. Entre ellos, Bichejo, que fue quien propuso el libro, y Juanjo, quien ha descubierto con él a este autor y ha caído en una suerte de enamoramiento por concentración que hace que se esté leyendo toda la bibliografía del autor de una tacada. Yo calculo que cuando termine con sus novelas, empezará a leer sus ensayos, luego sus artículos, continuará con sus entrevistas y así seguirá hasta que no le quede otro remedio que leer su epitafio. Pero bien, a cada uno le gusta una cosa y eso es lo bonito y encantador de este club de lectura, que es club de ventura.
Yo no puse verde a John Irving en mi post, sino que critiqué lo pesado que se me hizo el libro. La última noche en Twisted River es un libro inflado de páginas, de historias, de hilos de los que tirar. Y claro que una novela debe tener coherencia y claro que un autor debe encajar todas las piezas de la trama. Lo que yo critico de este libro es que el autor abre melones sin ton ni son, pone muchas piezas en el tablero, cuantas más mejor, irrelevantes o con poca enjundia en muchos casos, para luego darse el gusto de hacerlas encajar. Y lo que yo digo es que el autor hace un ejercicio de técnica literaria a costa de los lectores, y esto me parece un abuso. Pero, y vuelvo a lo que digo más arriba, me cuesta creer que Irving sea un truño, porque lectores con más y mejor criterio que el mío lo veneran. Entre ellos, mi querida hermana mayor, que me escribe sobre el asunto.
Este mes hemos leído la última noche en Twisted River, una novela de John Irving, que es un autor de renombre, un autor muy seguido, amado, incluso venerado por muchas personas. Entre ellos, Bichejo, que fue quien propuso el libro, y Juanjo, quien ha descubierto con él a este autor y ha caído en una suerte de enamoramiento por concentración que hace que se esté leyendo toda la bibliografía del autor de una tacada. Yo calculo que cuando termine con sus novelas, empezará a leer sus ensayos, luego sus artículos, continuará con sus entrevistas y así seguirá hasta que no le quede otro remedio que leer su epitafio. Pero bien, a cada uno le gusta una cosa y eso es lo bonito y encantador de este club de lectura, que es club de ventura.
Yo no puse verde a John Irving en mi post, sino que critiqué lo pesado que se me hizo el libro. La última noche en Twisted River es un libro inflado de páginas, de historias, de hilos de los que tirar. Y claro que una novela debe tener coherencia y claro que un autor debe encajar todas las piezas de la trama. Lo que yo critico de este libro es que el autor abre melones sin ton ni son, pone muchas piezas en el tablero, cuantas más mejor, irrelevantes o con poca enjundia en muchos casos, para luego darse el gusto de hacerlas encajar. Y lo que yo digo es que el autor hace un ejercicio de técnica literaria a costa de los lectores, y esto me parece un abuso. Pero, y vuelvo a lo que digo más arriba, me cuesta creer que Irving sea un truño, porque lectores con más y mejor criterio que el mío lo veneran. Entre ellos, mi querida hermana mayor, que me escribe sobre el asunto.
Carmen,
No hay quien te pille y además harás como siempre: decirme que ya hablaremos y cambiarme la conversación. Como no creo que tengas tiempo ni ganas para discutir conmigo sobre John Irving, voy a darte mi opinión de todas formas, y quiero que sepas que me importa bien poco si no te interesa. Entre otras razones, porque me has tocado las narices y John Irving forma parte del elenco de mis " vacas sagradas" en literatura norteamericana.
No sé cómo has llegado a la lectura de " La última noche...". Efectivamente, ésta novela, junto con " Until I find you", que apareció hace dos veranos, sólo pueden estar cómodas en el cubo de la basura. Irving recurre a la metaliteratura para exorcizar sus pesadillas de niño y, con escaso o nulo acierto, lo que consigue es reventar una pústula llena de excrecencias obsesivas. Purita caca, vaya. Imagino a Irving en su despacho de Maine haciendo un corte de mangas a su editor.
Estos libros que cito adolecen de las mejores cualidades literarias de Irving hasta tal punto que, al leerlos, parece que estamos ante el caso del Dr. Jekyll y Mr. Hide. Irving es magistral en la descripción psicológica de la personalidad huérfana, sesgada en algún momento de su existencia por un determinado trauma o carencia vital. Oliver Twist y David Copperfield relatan sus vicisitudes para el lector desde su perspectiva contemporánea, por ello nos describen sus infortunios con una verosimilitud magistral, sí, pero que no profundiza más allá de un punto decoroso porque la era de Dickens no podía concebirlo. Irving sí lo hace - en otras novelas -, John Irving sí profundiza en la elaboración literaria de sus caracteres, vaya si lo hace. Maneja con precisión de entomólogo gran parte de los recursos descriptivos que le vienen dados por la literatura inglesa, pero lo mejor es su capacidad para adecuarlos a las vicisitudes del hombre actual.
Con el mayor placer continuaría mi disertación sobre Irving, pero como no me vas a hacer ni caso, al menos te recomiendo dos obras maestras: " A widow for one year" y " The cider house rules". El cine se las cargó, ambas dos, el puto cine que destroza obras maestras. Nuestro consuelo, el de los que adoramos a John Irving, es que ahí siguen y seguirán mientras el mundo sea mundo.
Con cariño, MJ
Bien. No me tengo por mujer valiente. En la disyuntiva de "lucha, ríndete o huye", nunca descarto la huída o la rendición, que suelen ser más cómodas y cortas, y además te permiten pensar lo que te dé la gana. Así que después de un día entero paralizada por la duda y sin saber si había perdido una hermana o me iba a ganar una torta, contesté a su mail echándole toda la culpa a Bichejo, poniendo a Juanjo como ejemplo, apoyándome en Liviadru (una filóloga como tú, le decía) y quitando importancia a la opinión de Desgraciaíto, ese lector disperso. O sea, que me rendí. Para terminar escribiendo, ya en el inicio de la huida:
... Para que veas que no soy un talibán literario, regálame para Navidad el más corto de los dos que me recomiendas y te prometo leerlo y escribir un post si me gusta. Ah, y si me das tu permiso, me gustaría usar tu escrito para componer otro post con el que pueda dar salida a tu opinión y me permita transcribirla tal cual la has escrito. ¡No se me ocurre otro modo de compensar el desaire!
Sólo puedo atribuir a mi debilidad el tener que tragarme otro libro de este hombre, aunque mi tolerancia innata y el cariño que tengo a mi hermana (y a su gusto literario) me haga buscar la fe y la fuerza que me faltan. Así que me hizo promesa de obsequiarme "...una joya literaria. Una auténtica exquisitez, una perla eterna en fin, como son sólo aquellas que nos redimen de la chabacanería al uso. Para que tu propia colección de argonautas: Roth, Barnes, Russo, Mailer y compañía adquieran su justa medida y valor al alinearse con el " Príncipe de Maine, Rey de Nueva Inglaterra". Un viaje literario, delicioso en su trayecto y trascendente en su fin último: auténtica literatura."
Sí, yo también detecté un ligerísimo poso de ironía. Era eso, o venganza. En fin, todo sea por la paz familiar.
domingo, 1 de septiembre de 2013
La última noche en Twisted River
Hola, soy Bich, y este mes me toca a mí hacer la presentación del libro del mes. Además, os voy a endosar mi reseña, porque a día de hoy, no tengo el tema blog arreglado (en realidad, a día de hoy estoy a 600 km y sin ordenador, pero lo de programar entradas es muy maravilloso)
Este mes, los cinco integrantes del mejor club de lectura que en el mundo existe y existirá se han atrevido con John Irving, con mayor o menor fortuna porque me temo que, como de costumbre, no hay consenso.
Esto es lo que nos dice la contraportada (que ni siquiera había leído hasta ahora)
Corre el año 1954. La vida en el aserradero de una explotación forestal al norte de New Hampshire no resulta fácil y las desgracias están a la orden del día. Una noche, Dominic Baciagalupo, el cocinero del aserradero, y su hijo Danny, de doce años, se ven obligados a abandonar apresuradamente el lugar cuando Danny, en un fatal accidente, mata a la novia de un alguacil llamado Carl. Dominic y Danny inician entonces una extenuante huida, pues Carl, en su afán de venganza, los perseguirá primero hasta Boston, luego hasta Vermont e Iowa, y finalmente hasta Canadá. En cada ciudad a la que lleguen, padre e hijo se verán obligados a adaptarse a las costumbres y personas del lugar, a inventarse una nueva identidad... Sin darnos tregua, peripecia tras peripecia, John Irving nos sumerge de lleno en la vida estadounidense durante las últimas cinco décadas del siglo xx.
Primer punto: menos mal que no leí la contraportada, porque me hubiera chafado medio libro. Muy mal, Tusquets, Colección Andanzas...hay que tratar de hacer el libro atractivo a los potenciales compradores, pero sin destripar media novela. Muy mal, esas cosas me sientan fatal.
Pero claro, si lees sólo la contraportada, en realidad no tienes ni puñetera idea del libro, vamos, es que ni de coña, "extenuante huida" es exagerar hasta el infinito, parece que estamos ante una road movie, y nada más lejos...estamos, como siempre en Irving, ante una historia de amor. De amores. Rarunos, enfermos, desiguales, fraternales, amistosos, familiares...pero de amores. Que se van tejiendo y destejiendo a lo largo de casi cincuenta años. De la manera más extraña casi siempre, porque en las historias de Irving, los amores no son casi nunca los más acertados. Porque estoy convencida de que el hombre tiene algún tipo de tara familiar, toda su obra gira en torno a relaciones familiares (y a despertares sexuales extraños)
Hablando de girar, la historia gira y gira sobre sí misma mientras avanza...hay saltos temporales bastante grandes, pero no te quedas sin saber apenas nada de lo que pasa entre un salto y otro. Irving sigue tejiendo la historia, adelante y atrás, con frases recurrentes (las comadres malvadas y viejas, por ejemplo) y lugares muy comunes a sus obras...lo suyo con los osos se remonta a su primera novela, Salvemos a los osos, que es de 1968, no conoció a su padre biológico y sufrió abusos a los 11 años por parte de una mujer obviamente más mayor que él...temas que al final salen de una manera u otra en todos sus libros: el abandono, las primeras experiencias sexuales con mujeres mayores, siempre hay por medio un periodista o escritor...
Todo esto hace que o entras en su mundo o no entras: yo entré hace un montón de años con Príncipes de Maine, reyes de Nueva Inglaterra (que acabó siendo Las normas de la casa de la sidra) y nunca he salido. Tampoco es que haya querido salir. Entro con facilidad en sus lugares comunes, en sus construcciones circulares, en sus repeticiones y hasta en sus giros de guión. Pero claro, si no entras, en este caso son casi 700 páginas de libro que no te interesa, un horror. Yo lo he leído en unos diez días, pero claro, no me supone un esfuerzo vivir en ese universo que monta en cada novela.
No he marcado muchas cosas, pero aquí va un parrafito que sí me gustó mucho: "Una pareja enamorada crea sus propias normas, como si esas normas inventadas fuesen tan fiables o contaran tanto como las normas conforme a las que intentan vivir los demás"
No he marcado muchas cosas, pero aquí va un parrafito que sí me gustó mucho: "Una pareja enamorada crea sus propias normas, como si esas normas inventadas fuesen tan fiables o contaran tanto como las normas conforme a las que intentan vivir los demás"
La cuestión con Irving es que no te va a dejar tibio: te gusta o no te gusta. Y si no lo creéis, dad una vuelta por los blogs de mis compañeros lectores, veréis a alguno plenamente enamorado y a otros completamente desolados y poniendo veto a John Irving por los siglos de los siglos. A mí me encanta. Personalmente creo que no es su mejor novela (esa es "Hasta que te encuentre"), pero me ha gustado mucho y estoy muy contenta de haber propuesto este libro, para horror de algunos de mis cobloggers.
Y ahora, a leer sus reseñas, aquí las tenéis...
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