lunes, 31 de diciembre de 2012

Más que una buena crónica, menos que buena literatura


Una de las pocas notas que subrayé en El imperio del sol es esta: “Después de intentar escapar del campo durante tres años ahora estaban nuevamente ante él, listos para ocupar sus puestos en la tercera guerra mundial. Por fin habían comenzado a comprender la sencilla verdad que Jim siempre había sabido: dentro de Lunghua eran libres."

Al lado, una anotación mía: “Y tener que leer esto. Ay, diosito”.

No, en Lunghua no eran libres. Ni lo fueron. Ni cuando había guardias ni cuando no los había. Es sólo que, una vez solventada la elemental tarea de encontrar comida (estamos en la página 460 de 521, Jim está de vuelta en el campo y los B-52 americanos dejan caer cargamentos de comida por todas partes), nuestro amigo Jim valora la seguridad. Acaba de superar lo más bajo de la pirámide de Maslow pero no debería hacerse ilusiones: la preocupación por la libertad llega un par de peldaños más arriba. Que Jim, desde su inexperta infancia, y a pesar de todas las calamidades que ha podido sufrir, lo confunda, tiene un pase. Pero el autor ya tenía unos añitos para ponerse a escribir tonterías.

Y es que el autor nos habla de mucha chinche, mucha brutalidad, mucha patata dulce y muchos piojos, pero no acaba de ligar las reacciones de los personajes con la profundidad del alma humana. Se queda en la superficie, se queda en la descripción del horror como un espectador que lo ve desde fuera de la alambrada. Toma distancia, tal vez porque no puede recordar: él estuvo en uno de esos campos, sí, pero era demasiado niño como para no tener el recuerdo protegido. Y es por eso, creo yo, que no acaba de convencer, que no te alcanza al corazón a pesar de saber que esas brutalidades, y otras muchas, se vivieron en los campos japoneses. El autor tiene mucha culpa de que despaches el libro como el que quita una raspadura de roña: hay ciertas penalidades que conviene tener bien identificadas para combatirlas, pero una vez hecho eso, a otra cosa. Y cuando el recuerdo no es nítido y no sobran las habilidades, el libro se queda en más que una buena crónica, pero en menos que buena literatura.

Fuera de esto, intento comprender al autor cuando habla por medio del niño Jim de la búsqueda de la seguridad (insisto, nada de libertad), de esa conformidad que consiste en encontrar cobijo en un lugar del que, a todas luces, lo que más se adecua a la dignidad humana es la huida. Es la famosa zona de confort de la que hablan en los cursos de management y de la que nadie se atreve a salir, ese españolísimo “más vale malo conocido...”. La esperanza, más que el miedo, amalgamada con la precariedad, es un maravilloso inductor de sumisión, y eso lo saben bien los carceleros y los tiranos desde que el mundo es mundo. Y de eso había demasiado en esa época tan negra del siglo XX, en todas las esquinas del mundo. 

sábado, 29 de diciembre de 2012

Nueva colaboración estelar

Al final se suponía que teníamos que publicar el nuevo post de Juanjo simultáneamete con su blog, pero hemos sido desatrosos y ahí está el post y aquí estáis vosotros...

Creo que es mejor que en vez de copiarlo aquí otra vez le dais al link y veáis qué piensa de El Imperio del Sol. Parece que vamos captando gente en la secta el club y Juanjo ya es prácticamente un miembro más. Si se anima con el de este mes ya le haremos miembro fijo, aunque lo mismo se echa para atrás y no se lo podríamos recriminar...

En fin, que es un post muy bueno y que os convendría leerlo.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Offtopic: la lista de regalos

Hemos sucumbido al concurso de la FNAC. Tenemos 2013 euros y somos cuatro. Tocamos a 503,25 euros.

Livia quiere una tele, concretamente, ésta Televisor LG 42LM3400 LED 42" Full HD Cinema 3D. 489€

El Niño Desgraciaíto quiere

- Una consola Wii U 349,95€

The James Bond Archives 142,50€

- El Mago de Oz Salman Rushdie 10,50€

Carmen quiere todo esto










Bichejo se queda con las sobras de los cobloggers y pide series:

- Futurama, pack de las cuatro primeras temporadas (117,99), y además la quinta (15.50) y la sexta (15.50)
- Doctor en Alaska (106,99)
- House (129,99)
- A dos metros bajo tierra (52,49 de oferta)
- Dos de la octava temporada de Anatomía de Grey (a 38,99 de oferta, son 77,98)
- Un pack de cuatro bolis para que cada uno tenga el suyo, 4,87 euros

El total son 2.012,45 euros

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Libro vs. película

Recuerdo que fui a ver el Imperio del Sol con mis padres. Mirando en la wikipedia veo que se estrenó en el año 1987, así que tendría 14 años. Recuerdo que era una película de esas que te llevaban a ver y que eran un poco "de mayores", así que supongo que me aburriría bastante. También recuerdo de por entonces Pasaje a la India que también me aburrió, por cierto. Recuerdo también que debíamos tener un disco en casa de la banda sonora porque la música de la película me resultaba muy familiar.

El caso es que más o menos recordaba la película cuando me dio por leer el libro, pero una vez terminado volví a verla y la diferencia entre uno y otra es abismal. Toda la suciedad, enfermedades, putrefacciones que aparecen relatadas en el libro y con cierta saña, no aparecen para nada en la película. Por poner un ejemplo: toda la putrefacción y la pérdida del ojo del doctor en la película ni aparece y, gracias a Dios (y a Spielberg), el médico goza de una excelente vista en los dos ojos.

No es que sea una versión edulcorada, sino que es otra historia distinta. Cierto es que ambas, como ya sabemos, son inventadas, pero ambas, también, retratan un capítulo histórico que ocurrió, aunque una vez vistas las dos parece que fuera totalmente distinto.

La parte en la que Basie "rescata" a Jim y este descubre que se ganan la vida extrayendo dientes de oro de los muertos que tiran al yangtse ni siquiera aparece en elipsis y de igual manera el momento cumbre de la película cuando se pone a cantar mientras los pilotos kamikazes están haciendo sus juramentos no aparece (o yo al menos no lo recuerdo) en el libro.

Por otro lado sí que hay similitudes como la irritación que parece provocar Jim en los adultos a su alrededor por que parece que incluso disfruta con la guerra o la manera en la que Basie ni mira atrás cuando los trasladan del primer campo y Jim tiene que ingeniárselas diciendo que él sabe donde está el campo para que le dejen subir al camión.

Es cierto que Spielberg tiende a dar una visión optimista y edulcorada de la realidad, pero solo a veces. La lista de Schindler es bastante dura o Salvar al soldado Ryan. Esta película es más parecida a War Horse. A lo mejor el hecho de narrar las experiencias de un niño le hace dulcificar el relato, le parece demasiado crudo o quiere llegar a un público más amplio...

El caso es que me enfrenté al libro con el recuerdo de la película en la cabeza y me ha resultado muy muy duro y desagradable todas las descripciones de las penalidades y el estado de precariedad en el que vivían. No me esperaba un libro tan duro. Y es que aunque compartan título, creo que son dos cosas bastante diferentes. ¿No os parece?

jueves, 20 de diciembre de 2012

Mis problemas con la ficción

Los que tengáis la suficiente prestancia de ánimo para haber leído mis últimos posts de libros tenéis por una parte mi más sincera felicitación y por otra parte una ligera idea sobre lo que voy a decir a continuación. Los demás tampoco os perdéis mucho, la verdad.

El motivo de esta entrada viene con que en el penúltimo libro de este año (84, Charing Cross Rd) confesé que lo había leído pensando que era ficción y eran cartas reales y cómo eso había afectado a mi lectura del libro. Pues bien, parece que es un fenómeno que no solo me vuelve miope hacia confundir lo que es real con algo que yo creía inventado, sino que también debo ser hipermétrope y confundo lo que es inventado con algo que yo creía que era real. Esto es lo que me ha pasado leyendo El Imperio del Sol.

Sí, os oigo reíros. De hecho también os LEO reíros o si no, no tenéis más que pasaros por el otro blog donde ya poco menos que comentan que se me están secando los sesos como a don Alonso Quijano. Algo de razón tendrán, sin duda. Pero a lo que vamos, o al menos a lo que me interesa: lo que quería suscitar con este post es si a vosotros os pasa que al enfrentaros a un libro lo hacéis de distinta manera si sabéis que es real o que lo que leéis es una ficción.

Yo, claramente, leo de distinta manera un libro de ficción que uno de memorias o de historia. Es cierto que hay memorias que entran dentro de la categoría de ficción, pero ese es otro tema. Esas ideas preconcebidas sobre que lo que estás leyendo le pasó a alguien me hacen de alguna manera bajar la guardia frente a la prevención que puedes tener frente a los hechos que se narran. Nuevamente, y sé que me odiáis por ello, vuelvo a Mark Twain y a una frase suya con la que os he atormentado durante demasiado tiempo: "It's no wonder that truth is stranger than fiction. Fiction has to make sense". Pero yo voy un poco más allá, no es solo que frente a que según que cosas tengan que tener sentido o no, sino que te llegan y te emocionan en función de esa irrealidad o realidad que asumes al leer.

Creo que estoy empezando a liar la madeja en lugar de desliarla... A ver si poniendo algunos ejemplos aclaro un poco lo que quiero decir.

Por ejemplo, Livia hablaba en el post sobre el libro de este mes de Si esto es un hombre de Primo Levi. Pues bien, la consideración de los horrores que allí cuenta, las lágrimas y lo que te remueve por dentro vienen casi indisolublemente unidos a que lo que te está contando es real o tú lo percibes como tal. Si, por ejemplo, todos esos horrores estuvieran contados por Stephen King en plan Misery al respecto de unos excursionistas que son secuestrados y encerrados en un campo de exterminio en mitad de la Patagonia sufrirías por ellos y lo pasarías mal, seguro, pero no establecerías una conexión emocional tan fuerte como en el primer caso. Al menos creo que es lo que me pasa a mí...

Por cierto que también tiene que haber una calidad en la narración que te abra un lazo de empatía entre lo que estás leyendo, los personajes (reales o ficticios) y tú.

De hecho, Steven Pinker comenta en su libro Los ángeles que llevamos dentro (ya disponible en español) que la alfabetización y edición masiva de libros escritos en primera persona ha aumetado de manera medible la empatía de nosotros con el resto del mundo. Él afirma que la empatía de manera natural tiene un radio de acción muy pequeño. Llega a nuestros familiares y amigos y no a todos...

Respecto a esto, Pinker dice "The most powerful exogenous sympathy trigger would be one that is cheap, widely available, and already in place, namely the perspective-taking that people engage in when they consume fiction, memoir, autobiography, and reportage".

Y yo ya no me atrevo a ir más allá, aunque intuyo que el hecho de creer que es real hace que sea más fácil conectar con lo que se nos cuenta e incide en la manera en la que nos enfrentamos a lo que se nos cuenta. No digo que ese lazo entre persona/personaje y lector sea menos débil ni que no nos conmovamos con obras salidas de la cabeza de un escritor, pero sí que me atrevo a decir que ese vínculo se establece más fácilmente si sabemos (o creemos) que lo que se nos está contando es cierto.

Y ahora a responder, es vuestro turno!

sábado, 15 de diciembre de 2012

El imperio del sol

Este mes, los aguerridos lectores que conforman este Club de lectores 2.0 se han sumergido en una historia de superviviencia, la de J.G Ballard, en la que el autor refiere los hechos que vivió durante la segunda Guerra Mundial, que comenzó en Shanghai cuando él tenía sólo once años.

A lo largo de sus páginas veremos cómo era la vida antes de que todo empezara, una vida de lujo y exenta de preocupaciones (Jim, a sus once años, ha escrito un libro sobre bridge... así de intensa es su vida de niño rico) y cómo, de pronto, todo cambia y Jim se queda solo en las calles de Shanghai; veremos cómo vive -o sobrevive- completamente solo a lomos de su bicicleta hasta que se la roban, cómo cambia de residencia y cómo, finalmente acaba en un campo de prisioneros que convierte en su hogar.
Jim, eres un hijo de la guerra
Le acompañaremos mientras camina, mientras pasa hambre, mientras ve la muerte a su alrededor pero, sobre todo, le acompañaremos mientras sobrevive.

Las reseñas de estos cuatro impenitentes lectores las podéis encontrar en los sitios habituales, que además, y para mayor comodidad, están a continuación.

Bichejo
Desgraciaíto
Carmen
Livia

domingo, 2 de diciembre de 2012

Una historia que nunca existió

Tenemos la suerte de que este mes en el club haya una segunda pluma invitada a este blog. ¿Quién sabe?, a lo mejor conseguimos que vaya habiendo más acólitAMIGOS que se unan a leer con nosotros y escribir unas líneas tan acertadas como estas de Newland23:

“No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió” 
Joaquín Sabina. 

Existen mundos paralelos que hacen más soportable la realidad, vidas no vividas que rellenan los huecos que va produciendo la rutina, una realidad alternativa que solo cobra vida en nuestro interior para hacernos la vida más soportable. Pequeños hechos, entre la realidad y la ficción, que nos alegran y dan sentido a la vida. 

Eso es 84 Charing Cross Road, una historia que realmente no existió escrita de puño y letra por sus protagonistas sin tan siquiera ser conscientes de que, algún día, sus cartas se reunirían en un libro amable y ligero, rápido de leer, formado por pequeños jirones inconexos de su propia vida. Porque ese es el truco, vamos damos continuidad a una historia diagonal que no deja de ser secundaria dentro de la vida de sus protagonistas, seguramente mucho más preocupados por sobrevivir a las consecuencias de una guerra, al desabastecimiento y a la soledad del que, viéndose rodeado de gente, no se siente comprendido. Esa es la verdadera razón del éxito de este libro. 

Pero, por eso mismo, secundario no significa aquí menos importante, todo lo contrario, sólo desde la consciencia de la excepcionalidad de ese tipo de relación, desde la afinidad que les proporciona su amor a los libros, desde la generosidad bien entendida, en resumen, desde la tan traída y llevada empatía, puede el lector comprender que esos universos paralelos sean tan importantes como para llegar a marcar una vida. Y aunque es un libro sobre libros, de libros viajeros que hacen las Américas en busca de un mundo mejor en el que alguien los aprecie tanto por su contenido como por su encuadernación o por el tacto de su papel de biblia, sobre todo es un libro que habla sobre lo efímero de la vida y de las oportunidades perdidas. 

A muchos, tal vez llevados por el romanticismo, les hubiera gustado que la protagonista hubiera tomado un avión a Londres, pero ese es todo el encanto de esta historia, que ese avión nunca partió con ella a bordo, porque todos, nosotros y ellos, sabíamos que no había nada más allá, que no quedaba ninguna puerta abierta por la que pudiera colarse la aventura, al menos sin corromper la pureza y la ingenuidad de la historia. Y es mejor así, porque aunque casi todos desearían ver qué hubiera pasado si ella hubiera entrado en Marks & Co, la realidad es que en su mundo de supervivencia lastrado por las miserias cotidianas Londres y Nueva York estaban a todos los efectos tan lejanos como Plutón y Mercurio. Así había de ser para que la historia cobrase significado, si ella hubiera tomado ese avión este libro no tendría sentido. 

Por ello 84 Charing Cross Road no es un libro que hable del amor o de su ausencia, más bien es un libro que habla de la amistad entendida como el afecto hacia los demás, simplemente porque sabemos que existen y nos importan los hechos que acompañan a su existencia. Sólo vemos el acercamiento entre unas personas que, a pesar de partir desde unas posiciones tan alejadas como son el desparpajo americano y el puritanismo inglés, con el pasar de los años se reconocen en lugares comunes hasta que las diferencias son sólo de forma porque, en el fondo, todos los personajes de esta historia hablan de lo mismo. Por ello, la relación se convierte en un juego del atrevimiento contra lo que en un principio se creía correcto hasta salirse de su corsé movido por la curiosidad de una manera torpe, tímida y sincera. 

En resumen, 84 Charing Cross Road es un libro que nos emociona más por sus vacíos que por sus certezas, que interesa más por lo que oculta que por lo que cuenta porque, a veces, las mejores historias son las que no suceden, aunque las echemos de menos.