lunes, 31 de diciembre de 2012

Más que una buena crónica, menos que buena literatura


Una de las pocas notas que subrayé en El imperio del sol es esta: “Después de intentar escapar del campo durante tres años ahora estaban nuevamente ante él, listos para ocupar sus puestos en la tercera guerra mundial. Por fin habían comenzado a comprender la sencilla verdad que Jim siempre había sabido: dentro de Lunghua eran libres."

Al lado, una anotación mía: “Y tener que leer esto. Ay, diosito”.

No, en Lunghua no eran libres. Ni lo fueron. Ni cuando había guardias ni cuando no los había. Es sólo que, una vez solventada la elemental tarea de encontrar comida (estamos en la página 460 de 521, Jim está de vuelta en el campo y los B-52 americanos dejan caer cargamentos de comida por todas partes), nuestro amigo Jim valora la seguridad. Acaba de superar lo más bajo de la pirámide de Maslow pero no debería hacerse ilusiones: la preocupación por la libertad llega un par de peldaños más arriba. Que Jim, desde su inexperta infancia, y a pesar de todas las calamidades que ha podido sufrir, lo confunda, tiene un pase. Pero el autor ya tenía unos añitos para ponerse a escribir tonterías.

Y es que el autor nos habla de mucha chinche, mucha brutalidad, mucha patata dulce y muchos piojos, pero no acaba de ligar las reacciones de los personajes con la profundidad del alma humana. Se queda en la superficie, se queda en la descripción del horror como un espectador que lo ve desde fuera de la alambrada. Toma distancia, tal vez porque no puede recordar: él estuvo en uno de esos campos, sí, pero era demasiado niño como para no tener el recuerdo protegido. Y es por eso, creo yo, que no acaba de convencer, que no te alcanza al corazón a pesar de saber que esas brutalidades, y otras muchas, se vivieron en los campos japoneses. El autor tiene mucha culpa de que despaches el libro como el que quita una raspadura de roña: hay ciertas penalidades que conviene tener bien identificadas para combatirlas, pero una vez hecho eso, a otra cosa. Y cuando el recuerdo no es nítido y no sobran las habilidades, el libro se queda en más que una buena crónica, pero en menos que buena literatura.

Fuera de esto, intento comprender al autor cuando habla por medio del niño Jim de la búsqueda de la seguridad (insisto, nada de libertad), de esa conformidad que consiste en encontrar cobijo en un lugar del que, a todas luces, lo que más se adecua a la dignidad humana es la huida. Es la famosa zona de confort de la que hablan en los cursos de management y de la que nadie se atreve a salir, ese españolísimo “más vale malo conocido...”. La esperanza, más que el miedo, amalgamada con la precariedad, es un maravilloso inductor de sumisión, y eso lo saben bien los carceleros y los tiranos desde que el mundo es mundo. Y de eso había demasiado en esa época tan negra del siglo XX, en todas las esquinas del mundo. 

sábado, 29 de diciembre de 2012

Nueva colaboración estelar

Al final se suponía que teníamos que publicar el nuevo post de Juanjo simultáneamete con su blog, pero hemos sido desatrosos y ahí está el post y aquí estáis vosotros...

Creo que es mejor que en vez de copiarlo aquí otra vez le dais al link y veáis qué piensa de El Imperio del Sol. Parece que vamos captando gente en la secta el club y Juanjo ya es prácticamente un miembro más. Si se anima con el de este mes ya le haremos miembro fijo, aunque lo mismo se echa para atrás y no se lo podríamos recriminar...

En fin, que es un post muy bueno y que os convendría leerlo.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Offtopic: la lista de regalos

Hemos sucumbido al concurso de la FNAC. Tenemos 2013 euros y somos cuatro. Tocamos a 503,25 euros.

Livia quiere una tele, concretamente, ésta Televisor LG 42LM3400 LED 42" Full HD Cinema 3D. 489€

El Niño Desgraciaíto quiere

- Una consola Wii U 349,95€

The James Bond Archives 142,50€

- El Mago de Oz Salman Rushdie 10,50€

Carmen quiere todo esto










Bichejo se queda con las sobras de los cobloggers y pide series:

- Futurama, pack de las cuatro primeras temporadas (117,99), y además la quinta (15.50) y la sexta (15.50)
- Doctor en Alaska (106,99)
- House (129,99)
- A dos metros bajo tierra (52,49 de oferta)
- Dos de la octava temporada de Anatomía de Grey (a 38,99 de oferta, son 77,98)
- Un pack de cuatro bolis para que cada uno tenga el suyo, 4,87 euros

El total son 2.012,45 euros

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Libro vs. película

Recuerdo que fui a ver el Imperio del Sol con mis padres. Mirando en la wikipedia veo que se estrenó en el año 1987, así que tendría 14 años. Recuerdo que era una película de esas que te llevaban a ver y que eran un poco "de mayores", así que supongo que me aburriría bastante. También recuerdo de por entonces Pasaje a la India que también me aburrió, por cierto. Recuerdo también que debíamos tener un disco en casa de la banda sonora porque la música de la película me resultaba muy familiar.

El caso es que más o menos recordaba la película cuando me dio por leer el libro, pero una vez terminado volví a verla y la diferencia entre uno y otra es abismal. Toda la suciedad, enfermedades, putrefacciones que aparecen relatadas en el libro y con cierta saña, no aparecen para nada en la película. Por poner un ejemplo: toda la putrefacción y la pérdida del ojo del doctor en la película ni aparece y, gracias a Dios (y a Spielberg), el médico goza de una excelente vista en los dos ojos.

No es que sea una versión edulcorada, sino que es otra historia distinta. Cierto es que ambas, como ya sabemos, son inventadas, pero ambas, también, retratan un capítulo histórico que ocurrió, aunque una vez vistas las dos parece que fuera totalmente distinto.

La parte en la que Basie "rescata" a Jim y este descubre que se ganan la vida extrayendo dientes de oro de los muertos que tiran al yangtse ni siquiera aparece en elipsis y de igual manera el momento cumbre de la película cuando se pone a cantar mientras los pilotos kamikazes están haciendo sus juramentos no aparece (o yo al menos no lo recuerdo) en el libro.

Por otro lado sí que hay similitudes como la irritación que parece provocar Jim en los adultos a su alrededor por que parece que incluso disfruta con la guerra o la manera en la que Basie ni mira atrás cuando los trasladan del primer campo y Jim tiene que ingeniárselas diciendo que él sabe donde está el campo para que le dejen subir al camión.

Es cierto que Spielberg tiende a dar una visión optimista y edulcorada de la realidad, pero solo a veces. La lista de Schindler es bastante dura o Salvar al soldado Ryan. Esta película es más parecida a War Horse. A lo mejor el hecho de narrar las experiencias de un niño le hace dulcificar el relato, le parece demasiado crudo o quiere llegar a un público más amplio...

El caso es que me enfrenté al libro con el recuerdo de la película en la cabeza y me ha resultado muy muy duro y desagradable todas las descripciones de las penalidades y el estado de precariedad en el que vivían. No me esperaba un libro tan duro. Y es que aunque compartan título, creo que son dos cosas bastante diferentes. ¿No os parece?

jueves, 20 de diciembre de 2012

Mis problemas con la ficción

Los que tengáis la suficiente prestancia de ánimo para haber leído mis últimos posts de libros tenéis por una parte mi más sincera felicitación y por otra parte una ligera idea sobre lo que voy a decir a continuación. Los demás tampoco os perdéis mucho, la verdad.

El motivo de esta entrada viene con que en el penúltimo libro de este año (84, Charing Cross Rd) confesé que lo había leído pensando que era ficción y eran cartas reales y cómo eso había afectado a mi lectura del libro. Pues bien, parece que es un fenómeno que no solo me vuelve miope hacia confundir lo que es real con algo que yo creía inventado, sino que también debo ser hipermétrope y confundo lo que es inventado con algo que yo creía que era real. Esto es lo que me ha pasado leyendo El Imperio del Sol.

Sí, os oigo reíros. De hecho también os LEO reíros o si no, no tenéis más que pasaros por el otro blog donde ya poco menos que comentan que se me están secando los sesos como a don Alonso Quijano. Algo de razón tendrán, sin duda. Pero a lo que vamos, o al menos a lo que me interesa: lo que quería suscitar con este post es si a vosotros os pasa que al enfrentaros a un libro lo hacéis de distinta manera si sabéis que es real o que lo que leéis es una ficción.

Yo, claramente, leo de distinta manera un libro de ficción que uno de memorias o de historia. Es cierto que hay memorias que entran dentro de la categoría de ficción, pero ese es otro tema. Esas ideas preconcebidas sobre que lo que estás leyendo le pasó a alguien me hacen de alguna manera bajar la guardia frente a la prevención que puedes tener frente a los hechos que se narran. Nuevamente, y sé que me odiáis por ello, vuelvo a Mark Twain y a una frase suya con la que os he atormentado durante demasiado tiempo: "It's no wonder that truth is stranger than fiction. Fiction has to make sense". Pero yo voy un poco más allá, no es solo que frente a que según que cosas tengan que tener sentido o no, sino que te llegan y te emocionan en función de esa irrealidad o realidad que asumes al leer.

Creo que estoy empezando a liar la madeja en lugar de desliarla... A ver si poniendo algunos ejemplos aclaro un poco lo que quiero decir.

Por ejemplo, Livia hablaba en el post sobre el libro de este mes de Si esto es un hombre de Primo Levi. Pues bien, la consideración de los horrores que allí cuenta, las lágrimas y lo que te remueve por dentro vienen casi indisolublemente unidos a que lo que te está contando es real o tú lo percibes como tal. Si, por ejemplo, todos esos horrores estuvieran contados por Stephen King en plan Misery al respecto de unos excursionistas que son secuestrados y encerrados en un campo de exterminio en mitad de la Patagonia sufrirías por ellos y lo pasarías mal, seguro, pero no establecerías una conexión emocional tan fuerte como en el primer caso. Al menos creo que es lo que me pasa a mí...

Por cierto que también tiene que haber una calidad en la narración que te abra un lazo de empatía entre lo que estás leyendo, los personajes (reales o ficticios) y tú.

De hecho, Steven Pinker comenta en su libro Los ángeles que llevamos dentro (ya disponible en español) que la alfabetización y edición masiva de libros escritos en primera persona ha aumetado de manera medible la empatía de nosotros con el resto del mundo. Él afirma que la empatía de manera natural tiene un radio de acción muy pequeño. Llega a nuestros familiares y amigos y no a todos...

Respecto a esto, Pinker dice "The most powerful exogenous sympathy trigger would be one that is cheap, widely available, and already in place, namely the perspective-taking that people engage in when they consume fiction, memoir, autobiography, and reportage".

Y yo ya no me atrevo a ir más allá, aunque intuyo que el hecho de creer que es real hace que sea más fácil conectar con lo que se nos cuenta e incide en la manera en la que nos enfrentamos a lo que se nos cuenta. No digo que ese lazo entre persona/personaje y lector sea menos débil ni que no nos conmovamos con obras salidas de la cabeza de un escritor, pero sí que me atrevo a decir que ese vínculo se establece más fácilmente si sabemos (o creemos) que lo que se nos está contando es cierto.

Y ahora a responder, es vuestro turno!

sábado, 15 de diciembre de 2012

El imperio del sol

Este mes, los aguerridos lectores que conforman este Club de lectores 2.0 se han sumergido en una historia de superviviencia, la de J.G Ballard, en la que el autor refiere los hechos que vivió durante la segunda Guerra Mundial, que comenzó en Shanghai cuando él tenía sólo once años.

A lo largo de sus páginas veremos cómo era la vida antes de que todo empezara, una vida de lujo y exenta de preocupaciones (Jim, a sus once años, ha escrito un libro sobre bridge... así de intensa es su vida de niño rico) y cómo, de pronto, todo cambia y Jim se queda solo en las calles de Shanghai; veremos cómo vive -o sobrevive- completamente solo a lomos de su bicicleta hasta que se la roban, cómo cambia de residencia y cómo, finalmente acaba en un campo de prisioneros que convierte en su hogar.
Jim, eres un hijo de la guerra
Le acompañaremos mientras camina, mientras pasa hambre, mientras ve la muerte a su alrededor pero, sobre todo, le acompañaremos mientras sobrevive.

Las reseñas de estos cuatro impenitentes lectores las podéis encontrar en los sitios habituales, que además, y para mayor comodidad, están a continuación.

Bichejo
Desgraciaíto
Carmen
Livia

domingo, 2 de diciembre de 2012

Una historia que nunca existió

Tenemos la suerte de que este mes en el club haya una segunda pluma invitada a este blog. ¿Quién sabe?, a lo mejor conseguimos que vaya habiendo más acólitAMIGOS que se unan a leer con nosotros y escribir unas líneas tan acertadas como estas de Newland23:

“No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió” 
Joaquín Sabina. 

Existen mundos paralelos que hacen más soportable la realidad, vidas no vividas que rellenan los huecos que va produciendo la rutina, una realidad alternativa que solo cobra vida en nuestro interior para hacernos la vida más soportable. Pequeños hechos, entre la realidad y la ficción, que nos alegran y dan sentido a la vida. 

Eso es 84 Charing Cross Road, una historia que realmente no existió escrita de puño y letra por sus protagonistas sin tan siquiera ser conscientes de que, algún día, sus cartas se reunirían en un libro amable y ligero, rápido de leer, formado por pequeños jirones inconexos de su propia vida. Porque ese es el truco, vamos damos continuidad a una historia diagonal que no deja de ser secundaria dentro de la vida de sus protagonistas, seguramente mucho más preocupados por sobrevivir a las consecuencias de una guerra, al desabastecimiento y a la soledad del que, viéndose rodeado de gente, no se siente comprendido. Esa es la verdadera razón del éxito de este libro. 

Pero, por eso mismo, secundario no significa aquí menos importante, todo lo contrario, sólo desde la consciencia de la excepcionalidad de ese tipo de relación, desde la afinidad que les proporciona su amor a los libros, desde la generosidad bien entendida, en resumen, desde la tan traída y llevada empatía, puede el lector comprender que esos universos paralelos sean tan importantes como para llegar a marcar una vida. Y aunque es un libro sobre libros, de libros viajeros que hacen las Américas en busca de un mundo mejor en el que alguien los aprecie tanto por su contenido como por su encuadernación o por el tacto de su papel de biblia, sobre todo es un libro que habla sobre lo efímero de la vida y de las oportunidades perdidas. 

A muchos, tal vez llevados por el romanticismo, les hubiera gustado que la protagonista hubiera tomado un avión a Londres, pero ese es todo el encanto de esta historia, que ese avión nunca partió con ella a bordo, porque todos, nosotros y ellos, sabíamos que no había nada más allá, que no quedaba ninguna puerta abierta por la que pudiera colarse la aventura, al menos sin corromper la pureza y la ingenuidad de la historia. Y es mejor así, porque aunque casi todos desearían ver qué hubiera pasado si ella hubiera entrado en Marks & Co, la realidad es que en su mundo de supervivencia lastrado por las miserias cotidianas Londres y Nueva York estaban a todos los efectos tan lejanos como Plutón y Mercurio. Así había de ser para que la historia cobrase significado, si ella hubiera tomado ese avión este libro no tendría sentido. 

Por ello 84 Charing Cross Road no es un libro que hable del amor o de su ausencia, más bien es un libro que habla de la amistad entendida como el afecto hacia los demás, simplemente porque sabemos que existen y nos importan los hechos que acompañan a su existencia. Sólo vemos el acercamiento entre unas personas que, a pesar de partir desde unas posiciones tan alejadas como son el desparpajo americano y el puritanismo inglés, con el pasar de los años se reconocen en lugares comunes hasta que las diferencias son sólo de forma porque, en el fondo, todos los personajes de esta historia hablan de lo mismo. Por ello, la relación se convierte en un juego del atrevimiento contra lo que en un principio se creía correcto hasta salirse de su corsé movido por la curiosidad de una manera torpe, tímida y sincera. 

En resumen, 84 Charing Cross Road es un libro que nos emociona más por sus vacíos que por sus certezas, que interesa más por lo que oculta que por lo que cuenta porque, a veces, las mejores historias son las que no suceden, aunque las echemos de menos.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Escribir para uno y que te lean millones


Del libro de 84, Charing Cross Road, hay algo que me ha dejado pensativa y es que se trata de cartas reales y, si entiendo bien, sin corregir. Es decir, que son cartas escritas sin una motivación literaria (me refiero a estilo en el que están escritas, evidentemente su contenido sí es literario).

Hace años, me fui a estudiar al extranjero. Era el año 86 y yo no sé si es que las tarifas telefónicas eran más caras que ahora, pero desde luego yo llamaba a mi casa una vez cada quince días como mucho, porque una conferencia era algo muy caro. Así es que escribía cartas. Y me carteaba con muchas personas, entre familiares y amigos.

Recuerdo la impresión que me produjeron dos personas en concreto, de entre todas las que me escribieron, cuando leí sus cartas. Una prosa cuidada, una gramática y una ortografía perfectas, las ideas ordenadas, y un contenido de interés. O sea, unas cartas deliciosas. El resto escribía de una manera más cuidaba de cómo hablaban, desde luego (el medio escrito suele estar más cuidado siempre), pero por lo demás todos eran reconocibles. Y normales. Fue algo tan inesperado que hoy, casi 30 años después, lo recuerdo perfectamente.

Cuando uno escribe para comunicarse en privado, nunca atiende a cuestiones de estilo. Digamos que la función poética del lenguaje pasa al final de nuestras prioridades, o no existe excepto para las expresiones corrientes. Mirad si no vuestro correo electrónico, cómo escribís cada día y los escritos que recibís. Ahora, como entonces, la mayoría de nosotros no atiende a cuestiones formales, no trata de que suene bonito, no piensa en hacer un escrito literario cuando escribe un informe o una felicitación de Navidad. Pero este libro está bien escrito.

Hay un librito de un autor alemán que se llama “Contra el viento del norte” en el que dos personas se intercambian emails. Es una ficción, y por lo tanto, es exigible que el estilo esté cuidado (otra cuestión es que lo esté). Otro libro que he leído recientemente y que comenté (La sociedad literaria de Guernsey...) es también una ficción, y el estilo también aparece en el libro, es exigible a la autora. Pongo esos dos ejemplos para contraponerlos a “84 Charing Cross Rd”.

Este libro es real, es decir, estos señores escribían así.  Sí, ya sé, es un ambiente cultivado y lector, pero...

A ver, se abre el debate. ¿He dicho una tontería o no? Estoy dispuesta a cambiar de opinión...



lunes, 26 de noviembre de 2012

El teatro y el libro

Ya lo dije, yo conocí este libro a través de la obra de teatro. El domingo 19 de marzo de 2006 fui al teatro Fígaro a ver la adaptación dirigida por Isabel Coixet y protagonizada por Carmen Elías y Josep Minguell. 

Recuerdo que me encantó y que me fui corriendo a la FNAC a comprarme el libro, que devoré, y en el que aún conservo el programa y mi entrada...una de las pocas cosas que conservo de aquella época.

También recuerdo el mosqueo con Isabel Coixet, al leer lo que escribe sobre la obra y que os copio aquí

Siempre he contemplado el teatro con el mismo respeto reverencial con el que he considerado a la literatura. Resulta pues paradójico que la primera obra teatral en la que trabajo sea una obra que habla, entre otras cosas, del amor, de la fascinación que ejercen sobre nosotros los libros. Pero desde el momento en que leí (en su formato original) la obra de Helene Hanff, sentí (como han sentido miles de lectores en todo el mundo) que el mundo del que habla 84 Charing Cross Road estaba asombrosamente cerca de mis obsesiones: el paisaje de los sentimientos ocultos, del amor como proyección, de las cosas que no se dicen porque no necesitan decirse, de la soledad como vocación. Helene Hanff y Frank Doel se escribieron cartas durante veinte años y nunca se conocieron. El espectador de esta obra sólo dispone de una hora y media para conocer a esta pareja insólita y fascinante y para vivir con ellos las dos décadas de un romance en el que nunca se pronunciaron las palabras "te quiero". Mi único deseo es, que a la salida de la representación, el espectador, parafraseando a la propia Helene Hanff, se diga: "Yo viví aquello. Yo estuve allí. Yo me emocioné"

A ver, que sí. Que tiene razón en casi todo. Ya hemos hablado de lo evocadora que resulta la transcripción de esas cartas, y de lo bonito que es que esas personas a las que separaba un océano y un manera de vivir tan diferente, se apreciaran y se preocuparan los unos por los otros. 

Pero: ni me creo que fuesen los mejores amigos los unos de los otros, ni muchísimo menos que allí hubiese un romance oculto. Pero ni de coña. Cada vez que he vuelto a leer el libro he buscado indicios, y nada. Sólo encuentro simpatía mutua que no pasa de amistad...en algunos momentos una cierta complicidad, de esa que se da cuando descubres a otra persona tan chalada por algo como lo estás tú. Y reconozco que es que me toca la moral que de todo haya que sacar un romance. Si fuesen dos señoras también lo hubieran sacado? No lo creo. No sé si era por vender más entradas o qué, pero me puso de mal humor hace seis años. Y me sigue poniendo cada vez que lo leo.

Vosotros veis algún tipo de indicio de un sentimiento más allá de la camaradería entre Helene y Frank??

jueves, 22 de noviembre de 2012

Bibliofilia

Uno de los temas de los que trata el libro del que estamos hablando este mes es la bibliofilia. El deseo o la satisfacción por tener físicamente determinado libro, edición o ejemplar y por otro lado también justo lo contrario, la decepción por no encontrar aquello que se busca.

El otro día, a propósito de este libro y de los recuerdos que le suscitó, Di publicó un post sobre sus recuerdos de este libro y llevaba por título has besado alguna vez un libro?

Yo confesé haberlo hecho. En momentos de emoción y en los que percibo profundamente la excepcionalidad de lo que estoy leyendo lo he hecho. Besar las páginas, besar la portada, el lomo dejando el libro un momento para contemplarlo y volverlo a coger para seguir leyendo. No sé como me retrata algo así, supongo que como una persona algo desequilibrada o un friki de los libros sin curación posible.

Pero por otra parte, a mí no me gustan los libros viejos de hojas amarillentas y que huelen a polvo. Nunca me han gustado. Prefiero infinitamente más el olor a tinta y papel nuevo de mi colección de Calvin & Hobbes que ese papel acartonado y con ese olor picante que se desprende cuando lo abres.

Además tampoco me gusta leer un libro que venga anotado o señalado en demasía y no es solo por el hecho de estropear el libro. Por ejemplo, hay una opción en el kindle que es mostrar subrayados de otros lectores o los párrafos más subrayados en general. Pero eso lo deshabilito en cuanto tengo ocasión. Para mí leer es un acto íntimo entre el escritor y el lector. Punto. Habrá a quien le guste compartir citas y experiencias mientras lee o cuando se enfrenta por primera vez al libro. No es mi caso. Para una relectura podría entender esas reflexiones de otros sobre los mismos textos o para charlar merendando o tomando un café o, ya puestos, un buen gin tónic, pero eso es post lectura.

Ya digo que la forma en que cada lector se enfrenta con el libro es diferente y en modo alguno excluyente respecto a otras. Por ejemplo, yo voy cambiando y ahora doblo esquinitas de los libros de papel para señalar páginas que me han gustado. Eso se lo debo al proceso de reflexión lectora que me ha proporcionado este mundo de los blogs y el club de lectura. Esa reflexión sobre lo que he leído, compartirlo con quien quiera leerlo y obligarme a poner en claro ideas y sensaciones es una de las mejores cosas del blog. Y si eso supone que hay que doblar alguna esquinita, ¡pues se dobla!

Otro punto de mi bibliofilia es el encaprichamiento inmediato con un libro que tiene que ser mío lo más rápido posible. Por ejemplo me pasó con el tercer tomo de alianza editorial de Los Papeles Póstumos del Club Pickwick de Dickens. No empecé a leerlo hasta que tuve asegurado el tercer tomo, cosa que me llevó bastante tiempo y bastantes sufrimientos. Cierto es que este libro me lo leí enseguida una vez conseguido, pero otras veces mi furor se aplaca al conseguirlo. Ya tendré tiempo de leerlo. Lo cual es un poco absurdo dado que has empleado mucho tiempo en buscarlo, lógicamente, para leerlo.

Este año me he leído un libro que compré hace cinco o seis años con ganas de leerlo inmediatamente. Hay algún libro de Conrad (a sus pies, siempre a sus pies) que he comprado y que aún no me he leído y me pasó con el de Juan Belmonte, matador de toros, que compré hace varios años y hasta este no me lo he leído.

El libro tiene algo que me atrae poderosamente. Podría decir que es el libro como objeto, pero no sé yo si es eso exactamente, aunque tiene que ver con su posesión. También me pasa con libros digitales que busco y persigo por el ciberespacio para que luego, una vez conseguido, languidezca en la biblioteca del Calibre junto a otros libros como en un cementerio de elefantes del que es probable que no salga leído.

En fin, como siempre he terminado divagando y hablando de otras cosas distintas a las que tenía en la cabeza cuando empecé a escribir esta entrada.

Si queréis podéis contarnos vuestras filias (o fobias) con respecto a los libros. ¿Soy un bicho raro? ¿Compartís alguna de mis manías?, ¿todas? ¿Os enfadaríais porque no os mandaran los diarios completos de Pepys sino "una miserable colección de FRAGMENTOS del diario de Pepys, obra de un entrometido editor al que más le vale estar pudriéndose en la tumba"?

Hablad, por favor.
 

domingo, 18 de noviembre de 2012

La firma invitada...quién será

Queridos cobloggers y público en general (vamos, los cuatro fanes que tenemos): hoy en este nuestro blog tenemos un colaborador misterioso...quién será? Es él o es ella? Bloguero o tuitero? Espero que os resulte divertido tratar de identificar quién ha escrito todo lo que viene a continuación, y que le/la/lo digáis muchas cosas, para que triunfe lo más grande.



Los libros de cartas siempre me han parecido una excusa para no construir un argumento lineal, recuerdo Nubosidad Variable de Martín Gaite, un libro que me gustó y sin embargo el falso estilo epistolar me pareció de lo más forzado (yo al menos jamás he escrito una carta así y mira que he escrito cartas). 84CCR sin embargo, consigue que las cartas sean y parezcan ser de verdad. ¿Esto perjudica el estilo?, pues seguro, pero es una novela epistolar que por fin parece realmente epistolar y no algo disfrazado de carta.
Pero empecemos por el principio: Helene es una petarda, la recordaba como una petarda y tras un rehojeo muy por encima para escribir este post me he convencido de que ciertamente es una petarda. Vale se nos gana el corazón con sus dádivas, vale demuestra ternura y generosidad…pero a mi me ha recordado esa gente gafotas que escribe un blog para contar sus frikeces porque no se las aguantan ni en su casa (me incluyo en la definición…hijo mío mas vale que tienes un blog porque si no ¿quien te soportaría esas idioteces de las que escribes?).
Uy Frank me has mandado la Biblia Vulgata pero es en chino mandarín y yo la quería en chino de Manchuria que falta de respeto, osea osea superosea… (no es textual pero como si lo fuera). ¿Qué esta tipa sea insufrible es lo importante? pues no….ya hemos comentado otras veces que el hecho de que el personaje te caiga mal, no conlleva que la novela sea mala (recuerdo el odioso Bascombe de Ford sin ir mas lejos y sin embargo el periodista deportivo lo recuerdo con agrado).
¿Es un libro raro? me parece que si, ¿Las cartas están en un estilo pulido y atrayente? realmente no. ¿Tiene un argumento que te haga devorar las páginas? tampoco. ¿Entonces…?
84 CCR es un libro que evoca…de hecho lo que más me gusta de él, es lo que no sale en el libro, lo que hace que pienses que ha sucedido entre una fecha y otra, la imaginación que te provoca imaginar los periodos que van de una carta a la siguiente…como cambian los personajes de año en año, imaginar que sucede en esa librería hasta que llega la carta de Helene, las relaciones del protagonista con sus compañeros, lo que pensará la familia de Frank en esa relación que supera lo aséptico y profesional para saltar a lo personal…ver como Helene se hace vieja acompañada de sus manías insoportables de toda la vida, como pierde y encuentra trabajos rodeada de libros, y como Londres se convierte en ese lugar imaginario que le han regalado los libros y no quiere que la realidad le estropee.
El libro da, en mi opinión, para muchos temas más pero no quiero usurpar casa ajena con mis elucubraciones noctámbulas: Por ejemplo ahora que los pedidos se hacen por un formulario frío de amazon qué queda de la relación personal con los libreros, ahora que ya no se escriben cartas…(bueno si que se escriben en forma de mail, pero la contestación llega en 3 minutos) donde queda la emoción de la espera y de la contestación …
No conocía el libro de nada, la autora ni me sonaba, pero un día compartiendo latrocinios literarios con Bichejo (coautora de este blog y de otras tropelías de las que soy fan) me lo recomendó en un cruce de mails. Me lo puse a leer por encima, de la manera más incómoda posible, es decir en la pantalla del ordenador (era mi etapa prekindle) y me atrapó para no dejarlo hasta acabar. Ayer recibí un mail de Bich que para mi sorpresa, me invitaba a hacer un post para este club de gafotas. Como podéis imaginar fue todo un honor para mi que solo soy aspirante a gafotas. Así que cumplo con los deberes y por primera vez en mi vida bloguera hago un post para otros con sumo gusto y encanto.
Lo dicho buenas noches, saludos cordiales y gracias a Bich y sus amigos por la invitación.

PS_: acostumbrados a los ladrillos de 700 paginas que se estilan en este blog, este libro creeríais que era un Tbo ¿no?

jueves, 15 de noviembre de 2012

84, Charing Cross Road

El libro que te invitamos a que debatas con nosotros durante este mes es 84, Charing Cross Road de Helene Hanff.

A través de sus páginas nos encontramos con la relación epistolar que se inició en la inmediata posguerra entre Helene Hanff y los trabajadores de la librería Marks & Co que, con la excusa de la búsqueda de libros raros y antiguos de segunda mano, se prolongó durante dos décadas. 

84, Charing Cross Road no es sino un canto de amor a los libros, a la lectura y a las relaciones que se cimentaron sobre una pasión compartida.



Los cuatro lectores residentes en este Club de lectura 2.0 han hecho las consiguientes reseñas que puedes leer en los enlaces y se pasarán el próximo mes hablando sobre lo que ocurre en la librería situada en el número 84 de Charing Cross Road ¿nos acompañas?

Carmen

Bichejo

Desgraciaíto

Livia

sábado, 20 de octubre de 2012

Algunos pasajes que me han gustado en La Vida Entera (I)

La vida entera tiene algunos momentos vigorosos en el relato que aparecen de pronto y te enganchan durante algunas páginas, y que después te dejan abandonada en el tronco principal de la historia, como en un remanso, mientras Ora habla de su hijo para no perderlo, para no tener que regresar al punto en el que le despidió y eso signifique la muerte para él. Utilizaré una imagen muy manida – y pido perdón por ello: es como si tú vas bajando en canoa por un río muy tranquilo, y de pronto te encuentras un rápido o un remolino. Ese rápido requiere toda tu atención, cambia tu ritmo y te divierte un rato y luego, una vez pasado, vuelves a la placidez, incluso al sopor de la bajada. Elijo seis o siete de estos remolinos aunque hay más, pero en mi opinión de menor entidad o que me han fastidiado “el descenso”.

El pasaje del viaje a Tel Aviv en el coche de Sami, el miedo a los controles, la diferencia de estatus entre la Ora, judía y Sami, árabe palestino, la presencia de un niño pequeño, palestino, que está enfermo y que además de ha vuelto de pronto retrasado (esa manera de solventar el problema – “se ha vuelto retrasado de pronto” – nos explica casi todo sobre la ignorancia de las culturas que lo fían todo al destino); un niño que intuitivamente no grita cuando ve a los guardias porque sabe dónde está el mal para él, que no sabes (y no sabrás) si se curará o no y que tampoco sabes qué es mejor para él: si que se quede entre los palestinos, o que le cojan los israelitas, que disponen de todos los medios para que viva (hospitales, medicinas) y de todas las razones para dejarle morir (la ilegalidad, el odio ancestral, el desprecio). El hospital clandestino, la sorpresa de Ora de que eso exista y la reflexión de Sami: “... nunca llegaría a comprender la lógica de los judíos: por el día no hacéis más que controlarnos y vigilarnos hasta llegar a hurgarnos en los calzoncillos, ¡mientras que por la noche, de repente, nos dais las llaves de vuestros restaurantes, gasolineras, panaderías y supermercados!”

Cuando Ofer se niega a comer carne, la inocencia con la que va descubriendo que para comer carne antes hay que matar a los animales, y su espanto final: “sois como lobos”. Una frase que habla más de la guerra que de eventualidades gastronómicas y que le hace pensar a Ilan: “En lo más hondo de su ser se siente conmovido por esas palabras tan sencillas que él mismo lleva buscando hace casi treinta años y que, sin embargo, su hijo supo gritar a tiempo.”

Y los lobos vuelven a aparecer en la historia, en una alegoría. Son los perros que les rodean cuando Ora y Abram salen de un bosque, en un pasaje que también me parece muy emocionante. Y entre esos perros hay uno, el menos dotado, que sale con valentía pensando que sólo por ir en grupo está protegido y que se deja matar de una patada; y está el jefe negro que dirige la manada de perros abandonados, que una vez tuvieron un dueño y que disfrutaron de cariño, y que ahora vagan por el campo. “Ni se te ocurra demostrarles que les tienes miedo, dice Abram”, que se defiende con un palo. Y Ora prefiere probar a atraerles, a darles el cariño que perdieron. Por fin, una perra decide salir de la manada, y probar a volver a tener la vida doméstica que tuvo una vez y se queda con Ora. ¿Quién hace malo a quién? ¿Quién es malo por naturaleza?

El paso de Abram por la tortura, cómo se desengancha de la vida porque no acepta que un hombre fotografíe a otro mientras lo está enterrando vivo. No quiere vivir no en esta guerra, pero sobre todo, no quiere vivir en este mundo. Cualquier pasaje de torturas es un gancho muy atractivo para cualquier libro, pero Grossman no se recrea con esto y casi es más explícito cuando Abram vuelve de la tortura que cuando le están torturando y creo que apela más a la compasión que al morbo. Se queda en lo justo para que el lector comprenda sin ninguna duda que lo que devuelven los egipcios es un guiñapo: un cuerpo y una mente de derribo. Con todo, son dos pasajes con mucha fuerza y contundencia.

Los encuentros amorosos entre Ora y Abram. Tal vez el más conmovedor es cuando conciben a Ofer, cuando Abram le confiesa a Ora su incapacidad para tener relaciones con una mujer y el autor nos va llevando de manera muy descriptiva por el mismo sitio que Ora lleva a Abram. Hasta que Abram (y nosotros) comprendemos que no es una impotencia general, sino muy selectiva. Entonces se corta la escena de golpe y vuelves al remanso de la historia como si allí no hubiera pasado nada.

La comida familiar en la que Ofer le felicita en primer lugar a Adam, la emoción de sus palabras y el descubrimiento de los padres de la relación entre los dos hijos. Y también las manías de Adam, y cómo se va convirtiendo “en un proceso”, cómo el autor te va contagiando los nervios de la madre, y cómo se sirve de esto para describir la habilidad de Ofer al quitarle esas manías adoptándolas él mismo para hacerle ver lo dañino que puede resultar para los otros.


La huida de Ilan del fuerte, cuando comprende que Abram está en peligro es otro de los rápidos del libro. Su angustia al comprender que su amigo está vivo pero condenado, porque nadie irá al rescate, ni siquiera él. Cuando escucha los delirios de Abram y tú, lector, para entonces ya sabes que Abram cae en manos de los egipcios, y ya sabes cómo le han devuelto, y sientes un horror mayor cuando Abram pide que sea rápido y sólo le pide a Dios que no le torturen. El autor coloca este pasaje en este punto, y no antes, porque lo que busca es que sientas compasión ante el destino de Abram más que admiración por la heroicidad de Ilan.

El amor a Ora, que ya aparece en la primera parte del libro, cuando están en el hospital y Abram le dice “creo que te conozco del futuro”. Pero en ese pasaje rabioso (pág 491 y siguientes), que termina con el telegrama de Abram a Ora y que hay que leer quitando las comas y los puntos para comprender la preciosidad de frase que le escribe: “esto no ha sido un flechazo coma porque yo te amaba antes coma antes de haberte conocido coma te amaba también retrospectivamente coma antes de que yo ni siquiera existiera coma porque sólo al conocerte a ti me convertí en mi mismo punto”. Y para terminar, cuando al final del libro Ora pregunta a Abram qué significa para él su hijo: "Antes que nada, que es tuyo".

Igual me animo y cuanto otro día lo que no me ha gustado...

miércoles, 17 de octubre de 2012

Las 800 páginas de La Vida Entera


Pocos libros justifican 800 o 1.000 páginas, aunque cuando una historia te mantiene en vilo, la extensión se agradece. Lo que pasa es que yo tiendo a desconfiar de estos libros tan gordos, entre otras cosas porque de eso están hechos los best sellers y la literatura de supermercado: la venta se hace al peso, y sólo se justifica pagar 30 euros cuando te dan a cambio mucho papel y tapa dura. Así, si el libro no te distrae, siempre puede servir para alisar la alfombra del salón. Grandes obras de la literatura son gruesos libros, desde El Quijote o Guerra y Paz, pero también pequeños libritos que se agotan en tres tardes, como Bartleby o El guardian sobre el centeno. Cuando nos encontramos delante de un gran libro es cuando los personajes tienen la complejidad suficiente para estar llenos de matices, y cuando la elección de las palabras, la construcción de las frases y la estructura de la obra no siguen una línea plana y llena de vulgaridad como la que podría emplear cualquier funcionario animoso o como podría seguir yo misma, que sin ser funcionaria no tengo talento.

Pero como digo, la extensión en sí misma no es un defecto, sino sólo un motivo de resquemor. ¿Se puede escribir La vida entera en 400 páginas? Permitidme la broma: pues no, porque se hubiera llamado La mitad de la vida.  ¿400 páginas le hubieran hecho merecedor de mejores críticas de mis co-bloggers? No lo creo, francamente, por las razones que han expuesto en sus entradas sobre el libro, que no sólo se refieren a la extensión.

La vida entera dedica unas primeras 100 páginas a los delirios adolescentes de los que después serán los protagonistas activos de la novela, Ora, Abram e Ilan. Entiendo que estas 100 páginas de diálogos pesados y un poco infantiloides, interrumpidos por fiebres, dolores, angustias y miedos, en donde no acabamos de saber qué coño les pasa (no sabemos si están heridos o tienen una enfermedad irreversible), están destinadas a presentarnos a los protagonistas, a que entendamos sus caracteres cuando todavía estaban en formación, al compromiso de vida que adquieren entonces. Son 100 páginas que permiten que la historia quede completamente abierta, pero que ayudan a dibujar los caracteres y fijan algunas referencias para seguir el libro: el amor de Abram por Ora, el proteccionismo y la lealtad hacia Ilan, y el carácter de éste, algo ensombrecido pero que nos advierte de se trata de un personaje cuya presencia va a influir de forma determinante en las vidas y en la relación de Abram y Ora.

Yo hubiera agradecido mucho una pequeña introducción explicativa de los caracteres, o, en su defecto, una estancia en el hospital algo más breve. Porque tanta abundancia de delirios y majaderías termina provocando que desees que un MIG se estampe contra el hospital y el libro continúe ya contándote la historia de los ancestros de los niños o su tránsito placentero hacia la Eternidad. En mi opinión, si eres capaz de pasar esas cien páginas sin tirar el libro por la ventana, has ganado un 50% de posibilidades para terminar La vida entera. Digo esto y también digo como aclaración que los diálogos adolescentes me aburren mucho, porque sólo aportan solemnidad a una simple confusión hormonal, y esto es algo que me enerva (la solemnidad y la confusión hormonal).

Así que quitando esas cien páginas iniciales, y algunos pasajes de recreación en la infancia de Ofer (algunas anécdotas del niño yo creo que las cuenta dos veces, o tal vez es que a los dos hijos de Ora – o a cualquier criatura en el mundo - les vienen a pasar las mismas cosas), creo que el libro necesita muchas de esas palabras y muchos de esos matices y que sí justifica las 800 páginas. Sobre todo porque cada párrafo contiene una información y saltártelo te obliga a volver hacia atrás en el libro. En mi opinión, el autor va y viene por el tiempo con una maestría que a mí me ha parecido admirable. Ese desorden del tiempo en la narración (a veces el autor retrocede dos minutos, otras veces dos días, en ocasiones años enteros; incluso recuerda el pasado dentro del pasado) y que el autor no deje que te pierdas y te lleve de la mano me ha parecido una de las mejoras cosas de la novela. Eso y los momentos vigorosos de la historia, de los que me ocuparé en otro post.

lunes, 15 de octubre de 2012

La vida entera

Este mes en el club de lectura discutiremos sobre este libro de David Grossman. El libro cuenta la vida de un triángulo sentimental formado por Ora y Abram e Ilan. A través de las páginas se nos cuenta la historia de esa relación y se nos van mostrando los secretos y las relaciones que se establecen a lo largo de la vida entre ellos.

Ora piensa que mientras esté de viaje y no esté en su casa está protegiendo la vida de su hijo Ofer que está en el ejército. El viaje que emprende iba a realizarlo con Ofer, ya lo tenían todo preparado, pero su hijo decidió realistarse justo cuando terminaba su periodo de servicio en el ejército. Así que Ora se va de viaje prácticamente secuestrando a Abram que se ve envuelto en ese viaje sin comerlo ni beberlo, pero que poco a poco irá mostrando más receptividad hacia la historia de la familia de Ora que ella va poco a poco contándole. Empezando por la vida de Ofer que es también hijo de Abram.

Un libro largo y denso que seguro que da para algunos debates interesantes.

Tenéis reseñas del libro en el blog de Carmen, en el de Bichejo y en el de Desgraciaito.

martes, 25 de septiembre de 2012

En defensa de un cretino


Para empezar con esta encendida defensa de Ignacio Abel hay que empezar mandando al infierno de las paradojas temporales al mismísimo AMM por recrear un personaje imposible; no porque esté mal descrito, que no lo está, sino porque no existía en los años 30; podemos pensar en lo lejano que fue aquello pero el nazismo lo cambió todo y seguimos viviendo sus consecuencias (en la medida en la que hicieron lo que hasta entonces era inconcebible apoyándose de forma perversa en ideas que sí lo eran), cuando le decía a mis alumnos que Baroja creía en la eugenesia se espeluznaban (después de que les explicara qué es la eugenesia, ofcors), pero es que no es lo mismo creer en la eugenesia -o en la pureza racial, o en la patria- antes de HhHH que después… Ignacio Abel es un socialdemócrata y la socialdemocracia es posterior a la 2ªGM.

Ignacio Abel es un comprometido con el proyecto que mucha gente de hoy cree, erróneamente, que fue la república (ojo, no digo que unos pocos no intentaran lo que él decía –pero eran los menos- y mucho menos sirva esto de disculpa para el golpe de la extrema derecha, menos aún con lo que hizo durante y, sobre todo, después de la guerra) o al menos su resultado y por eso salen tanto frases grandilocuentes de Negrín (difícilmente atribuibles a él así, todas juntas) que reniegan de la eugenesia y afirman que todo es cuestión de educación y buenos alimentos, habla de igualdad de oportunidades, de esfuerzo, etc, etc…

La cuestión, y aquí empieza la encendida defensa es que los reformistas son siempre las primeras víctimas de los revolucionarios. Queremos héroes en las novelas, en La noche de los tiempos no hay héroes (podría citaros unos cuantos tostones de crítica que hablan de la desaparición del héroe en la novela actual) lo que hay un señor pusilánime en un momento turbio (eso es lo que lo convierte desde la política en tal pusilánime) que se enamora perdidamente por una vez en su vida y eso lo lleva a dejarlo todo, incluso a su hija, que es la única a la que de verdad quiere. Matan a Rossman y se juega la vida mientras lo busca, aunque no sepa aún que se está jugando la vida... Y entonces lo detiene y todo queda claro, ve que los asesinatos son aleatorios, que el Madrid resistente se ha convertido en un disparate ¿Debe quedarse a defender el disparate? ¿Debe volver tras Judith pata defender ese disparate que era Madrid? ¿En serio?

No hay que confundir el sentido común con la cobardía; si él creyera en la causa todo sería distinto, pero no es SU causa sino un Madrid revolucionario de barrios tomados por distintas facciones absolutamente independientes a los que el gobierno legal recuerda una y mil veces que los únicos que pueden tener policía, detener gente y cárceles son ellos desde el gobierno... Pero esa NO es su causa, eso es un disparate indefendible.

¿Qué es lo que lo convierte en un cretino? Todo lo demás, que deteste a su familia aunque esta lo acoja a pesar de todo, que no vea lo que está pasando porque está cegado por su pasión por Judith, que huya de su familia (y del drama que vive, con Adela y su intento de suicidio, del nacimiento de Miguel cuando se va a Alemania) pero no que no se vuelva tras Judith, que lo ha abandonado… y, sobre todo, lo que lo convierte en un cretino (y en una rata) es que no le abra la puerta a su cuñado cuando ya tiene claro que no es su guerra y que no lo haga por incomodidad, por si lo retrasa, y no por miedo, como él mismo confiesa.

Es un cretino por su vida personal (aunque hay cientos de héroes con mujeres que les aburren y familias que detestan, a los que admiramos precisamente porque lo dejan todo por amor, porque no ven lo que les rodea por la ceguera de su pasión) pero no por su devenir político. Aquello era un disparate, no sé vosotros, pero yo a ese barco no me subiría tampoco; lucharía por lo que pienso, pero no por una revolución enloquecida en la que, para los revolucionarios de pro, soy peor que el peor de los enemigos.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Huir o simplemente largarse


Ignacio Abel no es un intelectual disconforme con la burricie generalizada de un país en guerra. Ignacio Abel no es ningún héroe. Entre los huidos de cualquier guerra hay heroísmo, por lo que tiene de huir de una persecución. Pero a Abel no le persigue nadie, porque no está comprometido con nada, excepto consigo mismo. Abel no huye. Abel se larga de un Madrid en llamas porque le conviene.

Ay, si sólo fuera eso…

Abel se larga de un país en guerra dejando a su familia, a sus queridos hijitos a los que tanto dice que ama, por los que tanto dice que se preocupa y que trabaja. Los deja en una casa de la Sierra que por lo que parece es inmune a la guerra, con su mujer desquiciada y que viene de un suicidio y con unos abuelos medio gagás pero con chaletazo. Abel, tan neutral y despegado de la barbarie, prefiere no quedarse a ver quiénes son los primeros que entran en el pueblo, y no se para a pensarlo aunque viendo a su familia, más le valdría que fueran los “nacionales”.

Claro que Abel ya tiene práctica en eso de dejar a sus queridos hijos en España y él irse fuera, un poco a estudiar y otro poco a enterarse de lo que es echar un casquete como dios manda y desfogarse, que su mujer no le acaba de molar. Su mujer, una tullida intelectual que se dejó el sombrero puesto al ir a suicidarse (para taparse los cuernos, probablemente), no le resulta interesante para lo que lleva debajo de la bragueta una vez que ya ha dado el braguetazo. El vale mucho, sí, pero esa ayudita de la familia política le vino que ni al pelo. A cambio se tiene que comer una paella tediosa cada año, pero mira, lo más que le puede pasar es que le tenga que prometer a su suegro que va a cuidar de su cuñado...

Si es que… qué fastidio de promesas, oye. Mira, en el fondo la cumple porque Abel, en su huida, deja su casoplón de la calle Velázquez con las llaves puestas, y así su cuñado podrá refugiarse cuando quiera. Que es que la noche que apareció como que no le venía bien echarle una mano. Igual le han pegado un tiro, pero mira, un bestia menos. Y también le prometió a sus hijos llevárselos a América. Bah, como son pequeños, ni se enteran. Además, el nene se sabe defender, que le enseñó su tío a hacer pum con una pistola, que todavía le duele la mano del hostión que le dio al chaval. Ah, no, que su tío debe estar muerto. Ay, como el profesor Rossman. Qué asquito de cadaver, oyes. Claro que el tipo ya iba hecho una cochambre, oliendo a orines y tal. Bueno, da igual, el que no sabe es como el que no ve, mira qué tilos más bonitos se ven desde este tren.

Pero no me quiero distraer porque el asunto es que ama mucho a Judith. Oh, cómo la ama. Pero ¿Qué dices, Judit? ¿¿Cómo?? ¿¿Qué te vuelves a España?? ¿¿Ahora?? Pero, pero, pero… ¿Pero no habíamos quedado aquí, en los United? ¡No te vayas, chiquilla, que te pueden pegar un tiro! ¿Compromiso? Pero no digas chorradas, vete a un banco, deja una limosnilla y listo, no te compliques tía. La verdad es que te amo un huevo, y te seguiría a cualquier sitio. Bueno, te seguiría a cualquier sitio menos a España, que está mi mujer y lo mismo me pega con la sartén cuando llegue. Que tú no sabes la carta que me ha mandado: tiene un rebote serio. Pero mira, si ya he venido, y no te creas, que eso me ha costado el otro huevo, que iba vestido ya como un pobre, tú no sabes qué pintas. No, no he venido por el trabajo que me ofreció el nazi de Van Doren, qué va, menudo esfuerzo que he hecho, que yo no soy un socialista de boquilla, que he venido por ti, que te amo muchísimo. ¿Necesitas alguna otra demostración? Mira, te puedo prometer lo que quieras. Yo soy un tío leal y fiable, un hombre de palabra…

Menudo…


martes, 18 de septiembre de 2012

Por qué no me ha gustado

Partiendo de la base de que me parece que AMM escribe maravillosamente, tengo que decir que a mí no me ha parecido una buena novela. Claro que es importante que el lenguaje sea rico, que las frases estén bien construidas, que se describa de tal manera que sientas que estás mirando a través de las palabras. Pero eso necesita una historia. Y no sólo la historia ambiente (que esa está muy bien, aunque parcialmente reflejada, creo que a propósito, vemos lo que Ignacio ve) sino la historia de los personajes. O yo los necesito.

Personalmente perdono que un libro sea malo si me entretiene o por lo que sea me interesa lo que pase, pero llevo muy mal este tipo de “grandes obras” en los que no me importa una mierda lo que pase. Cosa muy positiva en este libro que termina cuando termina como podía haber terminado doscientas páginas antes o doscientas después (no, más no, por favor), dejándome con un sentimiento parecido al de “me acaban de hacer el tocomocho, y me está bien empleado”

Si no fuese por este blog, yo jamás habría terminado “La noche de los tiempos”, eso lo saben los chinos. Todos los meses voy a hacer todo lo posible por terminarme el libro de turno, aunque sólo sea por buena educación y consideración hacia el que lo ha elegido. Aprovecho para reivindicar libros más cortos ahora que ya no estamos de vacaciones y por favor, menos guerras, que sois la alegría de la huerta!! XD

Bueno, que me enredo. Lo que yo quería era hablar del triángulo protagonista, y de las dudas que me crea Ignacio (no pienso poner su apellido en todo el post, ya sale medio millón de veces a lo largo de la novela).

Y es que no entiendo cómo está tan mal construido. Que igual es un recurso literario super elitista de la vida y yo no lo he pillado, que todo puede ser, pero es que no es más que un esbozo. Por qué no nos cuenta el noviazgo con Adela? Quiero decir, nos cuenta sus orígenes, nos cuenta la vida de Adela, cómo se veía abocada a ser una solterona y cómo le cambió la vida al conocerle…cómo, cuándo, dónde?? Mi teoría es que no lo cuenta porque no puede justificar esa relación salvo que reconozca que el hombre íntegro y sólido que quiere aparentar que es su protagonista, no es otra cosa que un cazafortunas, un calzonazos (hasta que se encoña, perdón por la expresión, que es feísima, pero es la que define el tema, por Judith) y un egoísta, que me parece bien que sea egoísta, yo también lo soy, pero él va luciendo carnet de otra cosa y fingiendo tener una conciencia de clase que no tiene. Es un venido a más, y no hay nada peor que un nuevo rico.

Y Judith…es que no puedo con ella. Va de libre e intensa, y de repente, oh, me traumo y no puedo soportar lo que le hemos hecho a Adela…a ver, se lo habrá hecho su marido, que es el que tiene un compromiso con ella. Y ahora cojo y me voy a España a la guerra, sí, sí, todo muy normal. No me la creo.

Y al final, aunque también es una absurda que se echa al monte por unos cuernos, la más creíble es Adela. La resignada a quedarse soltera que acaba aterrorizada con miedo a quedarse sola y más cabreada que una mona cuando (yo creo) se da cuenta de lo fantásticamente que se lo ha montado su marido.

En cambio me parece muchísimo más humano el profesor Rossman, mucho más digno y mucho mejor dibujado, a pesar de que no pasa de ser un secundario con frase.

Y por eso es por lo que no puedo decir que me haya gustado la novela. Que sí, que muy bien ambientada y con mucha riqueza de vocabulario, pero no me transmite nada, no está viva. Yo cuando leo quiero vivirlo, enfadarme, pasar miedo, preocuparme, regañar al prota si hace cualquier cagada, o desear que le pasen cosas horribles si me cae mal, llorar a mares si se trunca su amor épico y acabar sonriendo con los finales felices. Y este libro no me ha dado absolutamente nada de eso.