Pocos libros justifican 800 o 1.000 páginas,
aunque cuando una historia te mantiene en vilo, la extensión se agradece. Lo
que pasa es que yo tiendo a desconfiar de estos libros tan gordos, entre otras
cosas porque de eso están hechos los best sellers y la literatura de
supermercado: la venta se hace al peso, y sólo se justifica pagar 30 euros
cuando te dan a cambio mucho papel y tapa dura. Así, si el libro no te distrae,
siempre puede servir para alisar la alfombra del salón. Grandes obras de la
literatura son gruesos libros, desde El Quijote o Guerra y Paz, pero también
pequeños libritos que se agotan en tres tardes, como Bartleby o El guardian
sobre el centeno. Cuando nos encontramos delante de un gran libro es cuando los
personajes tienen la complejidad suficiente para estar llenos de matices, y
cuando la elección de las palabras, la construcción de las frases y la
estructura de la obra no siguen una línea plana y llena de vulgaridad como la
que podría emplear cualquier funcionario animoso o como podría seguir yo misma,
que sin ser funcionaria no tengo talento.
Pero como digo, la extensión en sí misma no es
un defecto, sino sólo un motivo de resquemor. ¿Se puede escribir La vida entera
en 400 páginas? Permitidme la broma: pues no, porque se hubiera llamado La mitad de la vida. ¿400 páginas
le hubieran hecho merecedor de mejores críticas de mis co-bloggers? No lo creo,
francamente, por las razones que han expuesto en sus entradas sobre el libro,
que no sólo se refieren a la extensión.
La vida entera dedica unas primeras 100
páginas a los delirios adolescentes de los que después serán los protagonistas
activos de la novela, Ora, Abram e Ilan. Entiendo que estas 100 páginas de
diálogos pesados y un poco infantiloides, interrumpidos por fiebres, dolores,
angustias y miedos, en donde no acabamos de saber qué coño les pasa (no sabemos
si están heridos o tienen una enfermedad irreversible), están destinadas a presentarnos
a los protagonistas, a que entendamos sus caracteres cuando todavía estaban en
formación, al compromiso de vida que adquieren entonces. Son 100 páginas que
permiten que la historia quede completamente abierta, pero que ayudan a dibujar
los caracteres y fijan algunas referencias para seguir el libro: el amor de
Abram por Ora, el proteccionismo y la lealtad hacia Ilan, y el carácter de
éste, algo ensombrecido pero que nos advierte de se trata de un personaje cuya
presencia va a influir de forma determinante en las vidas y en la relación de
Abram y Ora.
Yo hubiera agradecido mucho una pequeña
introducción explicativa de los caracteres, o, en su defecto, una estancia en
el hospital algo más breve. Porque tanta abundancia de delirios y majaderías
termina provocando que desees que un MIG se estampe contra el hospital y el
libro continúe ya contándote la historia de los ancestros de los niños o su
tránsito placentero hacia la Eternidad. En mi opinión, si eres capaz de pasar
esas cien páginas sin tirar el libro por la ventana, has ganado un 50% de
posibilidades para terminar La vida entera. Digo esto y también digo como
aclaración que los diálogos adolescentes me aburren mucho, porque sólo aportan
solemnidad a una simple confusión hormonal, y esto es algo que me enerva (la
solemnidad y la confusión hormonal).
Así que quitando esas cien páginas iniciales,
y algunos pasajes de recreación en la infancia de Ofer (algunas anécdotas del
niño yo creo que las cuenta dos veces, o tal vez es que a los dos hijos de Ora
– o a cualquier criatura en el mundo - les vienen a pasar las mismas cosas),
creo que el libro necesita muchas de esas palabras y muchos de esos matices y
que sí justifica las 800 páginas. Sobre todo porque cada párrafo contiene una
información y saltártelo te obliga a volver hacia atrás en el libro. En mi
opinión, el autor va y viene por el tiempo con una maestría que a mí me ha
parecido admirable. Ese desorden del tiempo en la narración (a veces el autor
retrocede dos minutos, otras veces dos días, en ocasiones años enteros; incluso
recuerda el pasado dentro del pasado) y que el autor no deje que te pierdas y
te lleve de la mano me ha parecido una de las mejoras cosas de la novela. Eso y
los momentos vigorosos de la historia, de los que me ocuparé en otro post.
Pues las primeras 100 páginas sí me gustaron, pero se hacen mayores y plof.
ResponderEliminarSeguramente es, de verdad, un libro excelente, pero para otro tipo de lector que no soy yo.
Tú ves virtudes donde yo veo defectos. Porque a mí sí que me sobran 400 páginas del libro. A mí toda la historia de Abram y su paso por el ejército e Ilan yendo a salvarlo me parece totalmente prescindible al igual que el rabino bailarín y la historia de Sami y el viaje a Jerusalem con el niño. Todo eso no me aporta nada a la historia de Ora y la que cuenta a Abram sobre Ofer.
ResponderEliminarTodas esas partes no me aportan nada, el que Abram haya sufrido tortura o no no me justifica que no quiera saber nada de su hijo o el que Ilan no pudiera salvar a su amigo no me explica por qué se va al garete la historia con Ora. A lo mejor sí que tiene algo que ver, pero de manera tangencial y no me aporta mucho esa historia.
Y por otro lado están esos múltiples cambios de registro que ya he comentado y que a mí me crispan mucho, pero mucho, mucho.
Las primeras 100 páginas me acaban resultando pesadas, tal vez porque estaba esperando a que se desarrollara la verdadera historia.
ResponderEliminarLa historia de Abram, su renuncia a la vida, explica algunas cosas. Explica en mi opinión que se vaya del mundo, explica el trauma. El mismo dice, cuando habla de su trabajo, que no quería sólo fregar platos porque eso le dejaba la mente para pensar, y no quiere pensar.
Que Ilan vaya a salvarlo explica algo, creo yo, sobre la amistad de los dos.
La historia de Sami ayuda a situar la sociedad israelita (arabe y judía), como cada cual está en su sitio y es una convivencia muy dificil (este autor está en la línea de Amos Oz y en favor de una solución no radical o no exclusivamente judia del problema). Es verdad que es un poco raro que Sami no vuelva a aparecer, pero su relación con Ora fija en cierta forma la manera que tiene Ora de ver su país y de comprender la guerra - a la que va su hijo. Es como sus paseos en el autobús, cuando ponen bombas.
Ilan deja a Ora porque en realidad no la quiere como Abram yo creo, y no creo que haya que buscar la explicación en otra cosa.
El rabino bailarín, vale, a mí también me puso de los nervios, pero también nos dice algo de la generosidad de un religioso judío, que la religión no solo se defiende en las trincheras.
En fin, yo creo que tenéis la historia atravesada. Es la vida de los tres y la de los hijos la que se cuenta.