Como ahora mismo no tengo blog en el que publicar voy a aprovechar el blog del club para hacer las reseñas, si volveré o no a abrir uno sólo el tiempo lo sabe.
Esta reseña abre una nueva etapa en el Club de Lectura en
la cual pasamos a leer libros de manera bimensual. Gente más sensata habría
liquidado el club sin piedad después de tantos años leyendo a la deriva, sin
duda, pero sucede que en nuestro caso todo lo que podría haber separado la
lectura ha sido compensado por un cariño mutuo nacido del sufrimiento que ha
generado la misma, además de un sentimiento de pertenencia que nos impide darle
el golpe de gracia. De esta manera, seguramente, hemos conseguido convertirnos
en el primer club de lectura cuyo objetivo es leer menos. Así somos.
De rebote, nos hemos puesto una serie de reglas para la
selección de los libros, de las que no me quiero ni acordar, que, por supuesto
no hemos cumplido. Alguna de ellas tenía algo que ver con leer clásicos, o algo
así, por lo que mi elección fue el libro que paso a reseñar, “Los viajes de
Gulliver” de Jonathan Swift, un libro que, por un motivo u otro, no había leído
y que me apetecía leer. Cuando uno piensa en “Los viajes de Gulliver”
inmediatamente rememora la historia que todos conocemos de Gulliver varado en las
playas de Liliput rodeado de seres diminutos, un cuento de aventuras que
asociamos al público infantil, pero, sin embargo, “Los viajes de Gulliver” no
es un cuento infantil, tal vez ni siquiera es un libro de aventuras a pesar de
todo, porque las aventuras de Gulliver no son más que una tapadera tras las que
esconder un tratado de crítica social destinado a un público adulto.
La Editorial Juventud hace esta pequeña reseña: “Publicados
en 1725, Los viajes de Gulliver relatan los cuatro viajes sucesivos de un
cirujano y capitán de barco a Liliput, un país de hombres diminutos, a
Brobdingnag, un país de gigantes; a la isla voladora de Laputa que gobierna sus
territorios desde el aire; y finalmente al país de los Houyhnhnms, donde los
seres inteligentes no son los hombres, sino los caballos. Estos relatos de
viajes y aventuras de apariencia inocente, donde el viajero va relatando sus
vivencias a lo largo de su camino, son en realidad una sátira despiadada sobre
las estructuras y la cultura de la sociedad de la época y una meditación sobre
la capacidad de perversión de la especie humana.”
Si soy sincero la primera parte del libro,
correspondiente a los dos primeros viajes, me ha aburrido soberanamente,
posiblemente porque Swift no tiene la mínima pereza en realizar una serie de
descripciones de todo lo que Gulliver ve que aburre a las ovejas. Sin embargo,
a medida que la historia avanza el escritor se va creciendo, de manera que en
el tercer viaje hace una crítica estupenda de todo lo que en nombre del progreso
y de la modernidad atenta contra el sentido común, una crítica completamente
vigente a día de hoy, para rematar en el cuarto viaje con una crítica feroz a
la política pero sobre todo a los políticos. Es realmente brillante ese mundo
en el que los seres humanos se convierten en animales irracionales que no dejan
de ser alimañas en un mundo gobernado de forma sensata por los caballos.
La verdad es que he terminado desconcertado al terminar
el libro, porque si bien Swift pasa por un clérigo conservador la verdad es que
lo que en “Los viajes de Gulliver” escribe muchas veces indica lo contrario. Es
cierto que en su momento tuvo que publicar el libro bajo seudónimo, lo cual
indica que posiblemente se estaba jugando algo más que su reputación, algunos
pasajes hoy los firmaría un socialista e incluso una feminista, para que os
hagáis una idea os dejo algunos pasajes que he subrayado.
“Igualmente pretendía que a todo senador del gran consejo
de un país, una vez que hubiese dado su opinión y argüido en defensa de ella,
se le obligase a votar justamente en sentido contrario; pues si esto se
hiciera, el resultado conduciría infaliblemente al bien público.”
“Le expliqué que los ricos gozaban el fruto del trabajo
de los pobres, y los últimos eran como mil a uno en proporción a los primeros,
y que la gran mayoría de nuestras gentes se veían obligadas a vivir de manera
miserable, trabajando todos los días por pequeños salarios para que unos pocos
viviesen en la opulencia.”
“La templanza, la diligencia, el ejercicio y la limpieza
son las lecciones que se prescriben por igual a los jóvenes de ambos sexos, y
mi amo pensaba que era monstruoso que nosotros diésemos a las hembras educación
diferente que a los machos, excepto en algunos puntos de organización doméstica.
Razonaba él muy atinadamente que por este medio una mitad de nuestra especie no
servía sino para echar hijos al mundo, y que entregar el cuidado de nuestros
pequeños a esos inútiles animales era un ejemplo más de brutalidad.”
Como siempre encontraréis otras
opiniones, seguramente mucho más razonadas, en las reseñas de Desgraciaíto, Carmen, Paula y MG, ¡corred a leerlas!.