Tenemos la suerte de que este mes en el club haya una segunda pluma invitada a este blog. ¿Quién sabe?, a lo mejor conseguimos que vaya habiendo más acólitAMIGOS que se unan a leer con nosotros y escribir unas líneas tan acertadas como estas de Newland23:
“No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”
Joaquín Sabina.
Existen mundos paralelos que hacen más soportable la realidad, vidas no vividas que rellenan los huecos que va produciendo la rutina, una realidad alternativa que solo cobra vida en nuestro interior para hacernos la vida más soportable. Pequeños hechos, entre la realidad y la ficción, que nos alegran y dan sentido a la vida.
Eso es 84 Charing Cross Road, una historia que realmente no existió escrita de puño y letra por sus protagonistas sin tan siquiera ser conscientes de que, algún día, sus cartas se reunirían en un libro amable y ligero, rápido de leer, formado por pequeños jirones inconexos de su propia vida. Porque ese es el truco, vamos damos continuidad a una historia diagonal que no deja de ser secundaria dentro de la vida de sus protagonistas, seguramente mucho más preocupados por sobrevivir a las consecuencias de una guerra, al desabastecimiento y a la soledad del que, viéndose rodeado de gente, no se siente comprendido. Esa es la verdadera razón del éxito de este libro.
Pero, por eso mismo, secundario no significa aquí menos importante, todo lo contrario, sólo desde la consciencia de la excepcionalidad de ese tipo de relación, desde la afinidad que les proporciona su amor a los libros, desde la generosidad bien entendida, en resumen, desde la tan traída y llevada empatía, puede el lector comprender que esos universos paralelos sean tan importantes como para llegar a marcar una vida. Y aunque es un libro sobre libros, de libros viajeros que hacen las Américas en busca de un mundo mejor en el que alguien los aprecie tanto por su contenido como por su encuadernación o por el tacto de su papel de biblia, sobre todo es un libro que habla sobre lo efímero de la vida y de las oportunidades perdidas.
A muchos, tal vez llevados por el romanticismo, les hubiera gustado que la protagonista hubiera tomado un avión a Londres, pero ese es todo el encanto de esta historia, que ese avión nunca partió con ella a bordo, porque todos, nosotros y ellos, sabíamos que no había nada más allá, que no quedaba ninguna puerta abierta por la que pudiera colarse la aventura, al menos sin corromper la pureza y la ingenuidad de la historia. Y es mejor así, porque aunque casi todos desearían ver qué hubiera pasado si ella hubiera entrado en Marks & Co, la realidad es que en su mundo de supervivencia lastrado por las miserias cotidianas Londres y Nueva York estaban a todos los efectos tan lejanos como Plutón y Mercurio. Así había de ser para que la historia cobrase significado, si ella hubiera tomado ese avión este libro no tendría sentido.
Por ello 84 Charing Cross Road no es un libro que hable del amor o de su ausencia, más bien es un libro que habla de la amistad entendida como el afecto hacia los demás, simplemente porque sabemos que existen y nos importan los hechos que acompañan a su existencia. Sólo vemos el acercamiento entre unas personas que, a pesar de partir desde unas posiciones tan alejadas como son el desparpajo americano y el puritanismo inglés, con el pasar de los años se reconocen en lugares comunes hasta que las diferencias son sólo de forma porque, en el fondo, todos los personajes de esta historia hablan de lo mismo. Por ello, la relación se convierte en un juego del atrevimiento contra lo que en un principio se creía correcto hasta salirse de su corsé movido por la curiosidad de una manera torpe, tímida y sincera.
En resumen, 84 Charing Cross Road es un libro que nos emociona más por sus vacíos que por sus certezas, que interesa más por lo que oculta que por lo que cuenta porque, a veces, las mejores historias son las que no suceden, aunque las echemos de menos.
Es que es un poco como el mundo blogueril: se tienen afecto en la distancia, se preocupan unos de otros...pero moderadamente. No creo que Helene viviese como una tragedia en su vida la muerte de Frank, le apreciaba, pero no era su amigo del alma.
ResponderEliminarMañana desaparecen muchos blogs de los que leo y me pondría triste, pero en tres días estaría con otras cosas y a los tres meses no serían más que un pensamiento en plan "jo, qué sería de fulanito..."
No me refiero a los que ya son amigos 1.0, sino a ese otro montón de blogueros a los que siempre lees, y sabes más o menos cómo les va la vida, pero con los que en realidad no tienes más que un afecto superficial. Y a lo mejor soy una descreída de la vida, pero no creo que éstos tuviesen otra relación mucho más allá.
Gracias, Juanjo!! A ver si te prodigas más por aquí, que tres acólitas son pocas para nuestro líder el gran Bosco.
Creo que tienes mucha razón y creo que lo comenté en mi post (o si no al menos lo pensé) que lo que engancha es el llenar los huecos e imaginar lo que pasa entre carta y carta o la cara que ponen al leerlas, las ganas de que se conozcan...
ResponderEliminar