Del libro de 84, Charing Cross Road, hay algo que me ha
dejado pensativa y es que se trata de cartas reales y, si entiendo bien, sin
corregir. Es decir, que son cartas escritas sin una motivación literaria (me
refiero a estilo en el que están escritas, evidentemente su contenido sí es
literario).
Hace años, me fui a estudiar al extranjero. Era el año 86 y
yo no sé si es que las tarifas telefónicas eran más caras que ahora, pero desde
luego yo llamaba a mi casa una vez cada quince días como mucho, porque una
conferencia era algo muy caro. Así es que escribía cartas. Y me carteaba con
muchas personas, entre familiares y amigos.
Recuerdo la impresión que me produjeron dos personas en
concreto, de entre todas las que me escribieron, cuando leí sus cartas. Una
prosa cuidada, una gramática y una ortografía perfectas, las ideas ordenadas, y
un contenido de interés. O sea, unas cartas deliciosas. El resto escribía de
una manera más cuidaba de cómo hablaban, desde luego (el medio escrito suele
estar más cuidado siempre), pero por lo demás todos eran reconocibles. Y
normales. Fue algo tan inesperado que hoy, casi 30 años después, lo recuerdo
perfectamente.
Cuando uno escribe para comunicarse en privado, nunca
atiende a cuestiones de estilo. Digamos que la función poética del lenguaje
pasa al final de nuestras prioridades, o no existe excepto para las expresiones
corrientes. Mirad si no vuestro correo electrónico, cómo escribís cada día y
los escritos que recibís. Ahora, como entonces, la mayoría de nosotros no
atiende a cuestiones formales, no trata de que suene bonito, no piensa en hacer
un escrito literario cuando escribe un informe o una felicitación de Navidad. Pero
este libro está bien escrito.
Hay un librito de un autor alemán que se llama “Contra el
viento del norte” en el que dos personas se intercambian emails. Es una
ficción, y por lo tanto, es exigible que el estilo esté cuidado (otra cuestión
es que lo esté). Otro libro que he leído recientemente y que comenté (La
sociedad literaria de Guernsey...) es también una ficción, y el estilo también
aparece en el libro, es exigible a la autora. Pongo esos dos ejemplos para
contraponerlos a “84 Charing Cross Rd”.
Este libro es real, es decir, estos señores escribían
así. Sí, ya sé, es un ambiente
cultivado y lector, pero...
A ver, se abre el debate. ¿He dicho una tontería o no? Estoy
dispuesta a cambiar de opinión...
Perdón por no haber comentado antes, pero estaba por ahí de gira...
ResponderEliminarRespecto a lo que dices, creo que sí que se cuida más el estilo cuando escribes. Se suele releer, borrar, volver a escribir. Yo eso lo hago cuando escribo en el blog y cuando escribo correos de trabajo o personales.
Tal vez el estilo es algo que no se exige en el trabajo o en la vida en general, pero, como dices, da gusto leerlo, aunque no sea exigible.
Hay muchos libros sobre correspondencia entre escritores o personalidades pasadas. Es cierto que ahora sería difícil que esos libros interesaran a alguien por su estilo. Por poner un ejemplo. Uno podría leer la correspondencia de Churchill o de Stefan Zweig, pero difícilmente soportaría la de Rajoy o Zapatero o la de Paulo Coelho...
Exacto. Yo también cuido lo que escribo, pero somos la excepción, creo. Da lástima ya no sólo las faltas de ortografía, sino la imprecisión, el uso incorrecto de las palabras, la dejadez generalizada. Todos podemos equivocarnos, desde luego, pero es eso, dejadez.
ResponderEliminarSobre lo que dices de leer la correspondencia de nuestros políticos actuales, uf, se me ponen los pelos de punta.
En las cartas que escribo (más bien correos, sobre todo los viernes a la señora de Bosco) no miro excesivamente el estilo, más allá de que tenga sentido y no haya faltas de ortografía. También es verdad que hago lo mismo en el blog, más todavía, porque para mí la prioridad es más ser natural escribiendo que pulirlo y cuidar mucho un estilo determinado.
ResponderEliminarEn los de curro sí soy más cuidadosa, no tengo más remedio.
Yo creo que el estilo es el que se tiene. No me parece que se pueda impostar facilmente. O quizá sí, pero yo no sé cómo se hace :-)
ResponderEliminarSupongo que siempre depende de a quién le escribas... Los correos que mando a mis profesores de máster son tan "correctos" que a veces me da hasta vergüenza pero, en el último momento, siempre me digo "al carajo" y le doy a enviar...
ResponderEliminarPor otra parte está el hecho de que antes la gente estaba más que acostumbrada a enviar cartas (supongo que conocéis la anécdota de Agatha Christie cuando se perdió) por lo que el estilo era diferente, mucho más cuidado; las cartas de Helene empiezan en la inmediata posguerra, se trata de una gran lectora, y se dirige a gente que no conoce, de ahí que sean publicables (además de que hay una obvia selección)