domingo, 23 de marzo de 2014

Las alternativas de Lily Bart


Será el tercer post que escribo sobre el libro de Edith Wharton. No es que el libro me haya entusiasmado, más bien al contrario. El libro me pareció en muchos momentos muy pesado, pero por lo que contaba, no tanto por la escritura.

La escritura es ligera, narra, cuenta peripecias y no tiene descripciones excesivas. No es que me molesten las descripciones en los libros, en absoluto. Pero pienso que sólo los grandes pueden escribir páginas y páginas con descripciones (sean de lugares o de sentimientos, o de sensaciones) sin que tires el libro por la ventana. ¿Se puede ser un grande de la literatura sin saber describir con el lector enganchado al libro e incapaz de soltarlo de las manos? Yo lo dudo. Pero esto de los escritores es como el tenis: jugar, jugamos casi todos, pero Nadal y Federer sólo hay dos. Es la élite, y Wharton no me parece que ande entre ellos. Esta es mi mi opinión, que es sólo mía y que además, no lee casi nadie en este blog con eco.

Entonces, quedamos en que lo que contaba me parecía pesado. Los anhelos de una chica de permanecer en un ambiente social sin tener los medios para ello y cuyo único camino para lograrlo es el matrimonio. Pudiera parecer que esto es inevitable, algo como el destino feroz que te lleva de un ronzal irremediable, y que por ello te atosiga, y te zarandea, y elimina de ese camino fatal cualquier alternativa. Pero no, esta pánfila tiene otras alternativas. Veamos.

Alternativa 1: taparse la nariz y ser consecuente. Tiene varias oportunidades. Total, lo que pretende, aunque lo llame matrimonio, es ponerse de puta. Pues, chica, si tu destino es ser puta, asúmelo y aguanta.

Alternativa 2: Renunciar a esa sociedad y ponerse a trabajar. En vez de pedir para jugárselo al bridge, también puede pedir para poner una tiendecita. O a muy malas, irse al campo, que allí se vive más barato. O de señorita de compañía. A ver, ¿no sabe cantar? Pues, venga.

Lo que me parece muy pesado del libro es tener que leer páginas y páginas sobre la peripecia de una persona que tiene otras alternativas. No es el mundo en el que vive el que la empuja, no es la sociedad cruel, no es la condición de mujer lo que ata a Lily. Lo que ata a Lily es su estulticia, y, si no son tratados con humor (ácido o dulce, me es igual), los libros sobre bobos me aburren mucho.

¿Puedo estar viéndolo con mis ojos de mujer del siglo XXI? Es posible. Pero si hay dos cosas que han funcionado perfectamente desde que el mundo es mundo, es el oficio de puta y el ascensor social que va para abajo. Si el libro hubiera ido por alguno de estos dos caminos tal vez me hubiera gustado más. Y sin necesidad de buenas descripciones.

domingo, 16 de marzo de 2014

Lily Bart: Justicia social y celos contables

Yo no sé cuáles eran las intenciones de Edith Wharton a la hora de dibujar un personaje como Lily Bart en este libro. No sé si tenía intención de provocar empatía o misericordia, o algo de recordara de lejos la solidaridad. Edith Wharton recoge un personaje en apariencia débil y desprotegido y lo coloca a las puertas de un mundo frívolo y dominado por el dinero y la posición social. Hace entrar al personaje en ese mundo y después lo va zarandeando de una esquina a otra, tal vez con alguna intención más allá de contarnos su peripecia.

Sin embargo, Lily Bart me ha provocado en varias ocasiones una sensación profundamente irritante, que es la misma sensación que me provoca la envidia disfrazada de justicia divina y de igualitarismo social. Pongo dos párrafos para ilustrarlo. En el primero – os sitúo – está hablando de la suma de dinero que ha perdido jugando al bridge. Y leemos esto:
En cualquier caso, la necesitaba (la suma de dinero) para tantas cosas que su misma insuficiencia la (esto es un laísmo, no os preocupéis) había impulsado a apostar fuerte con la esperanza de doblarla. Pero había perdido, claro, ella que necesitaba hasta el último penique, mientras Bertha Dorset, cuyo marido le daba dinero a espuertas, debía haberse embolsado por lo menos quinientos dólares y Judy Trenor, que podía permitirse el lujo de perder mil cada noche, se había levantado de la mesa con un fajo de billetes tan abultado que no había podido estrechar la mano de sus invitados cuando le desearon las buenas noches.
Y remata, la muy pava:
Un mundo en que pudieran suceder tales cosas se le antojaba a Lily Bart un lugar abominable; nunca había sido capaz de comprender las leyes de un universo siempre tan dispuesto a excluirla de sus planes.
Las leyes del universo... Así es que te sientas en una mesa de bridge, te juegas hasta la camisa, lo pierdes, y después resulta que el mundo es injusto. ¿Injusto? Lily Bart ha jugado en las mismas condiciones que Bertha Dorset. No hay ninguna regla en los juegos de cartas en los que se diga que el que pierde, si es pobre, deba ser compensado. Pero sí hay una regla de sentido común y de prudencia que dice que si no puedes permitirte perder el dinero, no te lo juegues a las cartas. La reacción de Lily es de una estupidez colosal.

Segundo ejemplo. En esta ocasión, a Lily Bart le han “levantado” un novio (una situación recurrente en toda la novela). Ese hombre, Percy Gryce, Lily lo ha tenido al alcance de la mano. Sin embargo, el esperar por si acaso encuentra algo mejor (una espera que la deja, a la postre, para vestir santos), hace que el otro decida casarse con otra. Y esa otra resulta que tiene mucho dinero. Y piensa nuestra estúpida protagonista:
La efímera despreocupación de Lily se disolvió bajo una renovada sensación de fracaso. La vida era demasiado absurda, demasiado insegura! ¿Por qué añadir los millones de Percy Gryce a otra gran fortuna? ¿Por qué esta torpe muchacha estaba dotada de poderes que ella misma jamás sabría utilizar?
Oh, la vida, que es absurda. ¿Por qué? ¡Por qué! Ah, los poderes ocultos de esa muchacha (nótese que de milagro no dice que es una arpía), deben de constituir la antesala de un contubernio contra los necesitados de amor (y pasta) como ella. El amor debe considerar la idea de reparto social de Lily Bart, según la cual, que dos ricos se casen es un despilfarro y una acumulación intolerable, porque con el dinero de uno ya pueden vivir los dos. Aquello de "lo tuyo es nuestro y lo mío es de los dos" es algo que nunca cantaría Lily, para quien la canción sería más "lo tuyo es para cuando te cases con una pobre y lo mío para cuando encuentre a un muerto de hambre". Lily Bart y sus celos contables, o algo así...



sábado, 8 de marzo de 2014

El uso de la palabra social en La casa de la alegría

La casa de la alegría se desarrolla en un ambiente social muy particular, como es la clase alta neoyorkina de principios de siglo XX.

Contrapuesto a la idea que hoy en día tenemos de lo social, la idea de interrelación, de "partage", de mantequilla con la que extender la igualdad, de beneficio comunitario, en La casa de la alegría lo "social" se refiere al ambiente cerrado, restringido, propietario: una especie de prisión alegre en la que todo el mundo quiere entrar, pero en el que el derecho de entrada es caro en lo económico y en lo personal. Se trata, La casa de la alegría, de una casa en la que no hay escaleras, tan sólo puertas cerradas que raramente se abren hacia dentro.

Se lee mucho la palabra social en este libro. "Todo" es social. Y el adjetivo no sólo matiza, sino que cambia radicalmente el sentido del nombre al que va atribuido, y lo hace pasar de algo abierto y humano, a algo cerrado y opresivo.

Me he distraído recopilando los conceptos que, de pronto, son llamados sociales y recogen ese atributo, aunque en ese sentido restrictivo. Algunos son intuitivos y bastante usados, pero hay otros muy sorprendentes. Veamos cómo utiliza Edith Wharton la palabra "social":

- Personalidad social
- Inquietud social
- Ascenso social
- Ascendencia social
- Aislamiento social
- Mezquindad social
- Círculo social
- Conveniencia social
- Disciplina social
- Damas socialmente oscuras
- Talento social
- Ambición social
- Hábito social
- Relaciones sociales
- Fluctuaciones sociales
- Escenario social
- Sanción social
- Axioma social
- Reconocimiento social
- Criterio social
- Escala social
- Contacto social
- Aptitudes sociales
- Rehabilitación social
- Suburbio social
- Estercolero social
- Vida social
- Diferencia social
- Experiencia social
- Indolencia social
- Existencia social
- Inexistencia social
- Corriente social
- Antagonismo social
- Posición social
- Norma social
- Crédito social
- Desarrollo social
- Tapiz social

No descarto haberme saltado alguna, porque ya veis que la variedad y el número de veces en los que utiliza la Wharton la palabra es enorme. Pero me ha parecido una buena idea para mostrar dónde se desarrolla el libro, y para hacer entender que, en realidad, el verdadero protagonista en este libro de Edith Wharton es ese entorno social cerrado sin el cual, la historia de Lily Bart (aparente protagonista) no tendría ningún sentido.



sábado, 1 de marzo de 2014

La casa de la alegría, de Edith Wharton



Hoy, como cada primero de mes, renovamos libro en nuestro Club de lectura. En esta ocasión, se trata de La casa de la alegría, de Edith Wharton, un libro propuesto por Newland, aunque la culpa de todo es del Atleti, puesto que este libro quedó empatado con Dickens y quiso el azar fiar el desempate a la capacidad del Atleti para sacar un miserable punto frente al Español.

Así es que leemos este libro porque el Atleti no se puso de líder en la liga en Noviembre. Pobre Atleti: lo que mal empieza, mal acaba...

En fin, el libro de Edith Wharton cuenta la historia de Lily Bart, una señorita de la alta sociedad neoyorkina venida a menos que busca permanecer en ella a través del matrimonio con un hombre rico, sin cuya fortuna ella no puede mantener el tren de vida que esa sociedad exige. O sea, el Atleti en estado puro...

Os dejamos con la introducción del libro, y, como cada mes, encontraréis las reseñas y la opinión de los participantes del club, enlazados abajo.

 Buena lectura a todos.
Huérfana a los diecinueve años, Lily Bart es acogida por una tía en el seno de los más antiguos clanes de la sociedad neoyorquina. Diez años después, aún no se ha casado, y ni su exigua renta personal ni la generosidad condicional de su protectora han hecho nada para favorecer su independencia.
La casa de la alegría se publicó por entregas en Scribner's Magazine de enero a noviembre de 1905. Ese mismo año, en octubre, apareció en forma de libro (Charles Scribner's Sons, Nueva York); sobre el texto de esa edición se basa la presente edición. El título de la novela es una alusión a Eclesiastés, 7:4: «El corazón de los sabios habita la casa del duelo pero el de los locos habita la casa de la alegría». Edith Wharton se negó a incluir la cita en la portada de la primera edición, como pretendían sus editores.


Otras reseñas en:


DELENDA EST CARTHAGO, por @Newland23
LA MESA CERO DEL BLASCO, por @Desgraciaito
LA ORIGINALIDAD PERDIDA, por @Pau_1975
UN MUNDO PARA CURRA, por @C_Jimenez10
Y puedes seguir nuestros comentarios también por Twitter, en @_lectores_

sábado, 22 de febrero de 2014

Noche salvaje: a falta de un hervor

A estas alturas del mes, ya pocos de nuestros seguidores no saben que el libro de Jim Thompson, Noche salvaje, es una novela digamos... digamos... ¿Cómo diríamos? Da igual. Digamos lo que digamos, para la posteridad queda ese editor que la ha calificado como la mejor novela de Jim Tompson y cuya opinión va y viene, como la falsa moneda, que de mano en mano va, y ninguno se la queda. Bichejo, en el anterior post, incluso trató de encuadrarla en algún género, y gracias a que decidió terminar el post, que si sigue un par de párrafos termina por situarla el género achilipú. Ciencia ficción, nos decía, WTF, nos hemos dicho todos al transitar por ese final de la novela tan accidentado. Sí, tan accidentado, porque un final así de raro sólo puede ser un accidente.

La novela se deja leer, pero cabe considerar que los carteles del metro también se dejan. O sea, que hay que pedir algo más que un montón de personajes apilados hablando entre ellos y transitando por las escenas de la historia. Porque la historia es buena, la idea tiene su aquel, pero después está escrito como con precipitación, como si el autor tuviera muchas ideas y no supiera ordenarlas. O como si tuviera prisa por contárnoslo. O como si fuera un primer borrador sin terminar. Por ejemplo, se le olvida contarnos quién trata de matar al protagonista encerrándolo en el congelador aquel, o la trama con los viejecitos de la gasolinera, que no se acaba de entender bien. En fin, el pobre lector tiene que penar con el lío que se le forma a lo largo del libro, y ya de una forma dramática cuando llega al último capítulo, que está escrito para que no se te olvide nunca, porque te lo tienes que leer unas cincuenta veces hasta que llegas a la conclusión de que no es un problema de idioma.

Y fallan también los personajes, que están mal dibujados. Son como una acuarela con chorretones, un dibujo descuidado. El asesino, aparte de ser como un hombre poco hecho - Bichejo dixit -, es que además le falta un hervor. Dejo de lado su aspecto ridículo y su incomprensible éxito con las mujeres para asombrarme con su profunda imbecilidad en casi todas las decisiones que toma. Esto en alguien de quien el autor nos dice que es un asesino escurridizo. Y a mí me viene a la cabeza el chiste aquel sobre la diferencia entre retorcer y escurrir, con la consiguiente confusión entre escurrir y discurrir, y va y me sale Charlie Bigger.

El resto de los personajes también tienen un comportamiento extrañísimo. El Jefe, que no entiendes por qué ordena matar al esbirro; el pensionista, que no sabes por qué se comporta con tanta solicitud; la mujer del corredor, que no entiendes si va, si viene, si se queda, si está de paso o si es que tiene que haber de todo y ella lo resume; el corredor, del que no se sabe si se coge las cogorzas porque se barrunta algo o por pura costumbre; el sherif, que primero desconfía y luego demuestra un candor propio de la casa de la pradera; y así todos los personajes, que parecen sacados de otras novelas, de otras historias y hasta de cualquier periódico, pero cada uno de una noticia diferente. En realidad, el autor se las apaña de tal forma que, del único personaje del que podemos decir cabalmente de qué pie cojea es Ruth, pero eso es porque le falta la mitad de la pierna izquierda.

No puedo terminar el post sin hablar de las cabras del final de la novela. Bueno, o tal vez sí.

Fin del post. Ea.


miércoles, 19 de febrero de 2014

Novela negra de ciencia ficción

Prácticamente no he leído novela negra. Misterio mucho, pero novela negra, nada. Creo. Que yo me pierdo un poco con esas catalogaciones de algunos géneros. Mis libros en Calibre son de intriga, misterio, asesinatos indistintamente, lo que me facilita mucho la búsqueda (#NO), y tampoco tengo muy claro según qué criterio los pongo en uno u otro.
Asesinatos son los de Agatha Christie. Intriga y misterio se mezclan: en principio intriga son los de intrigas palaciegas, politiqueos y cosas así y misterio otros muertos que nos son los de Dame Agatha, pero es un concepto difuso, porque en los de intriga palaciega a veces hay muertos, y en los de misterio a veces hay una corrupción detrás

Así que yo no tengo muy claro si esto de verdad es novela negra. No sé qué reglas debe cumplir una novela para ser negra. 

Pero este libro es pura ciencia ficción. Eso es así y es así. Porque si no, que alguien me explique cómo tiene sentido que un pobre hombre que es canijo, medio tuerto, le faltan dientes y está en general como poco hecho tiene a dos mujeres rendidas a sus pies. 

Vale, sí, el amor no es tan superficial como yo ni entiende de esas cosas, y que te enamoras y al poco hecho le ves perfecto y es todo maravilloso y ni te das cuenta de nada porque para ti es el más mejor...pero es que aquí no es amor, es pura lujuria. Es incomprensible. En la página dos y ya tiene a dos bebiendo los vientos por él. Pero loquitas, como si fuese un dios aparecido.

Y no me hagáis hablar de las cabras. O las ovejas. O lo que sea. Porque el último tramo del libro parece recortado de otra novela y pegado ahí a piñón.

Disclaimer: ninguna oveja o señor poco hecho han sido dañados en la realización de este post tan absurdo (su ego a lo mejor). Mi nuevo propósito es, otra vez, hacer un post, aunque sea frívolo, corto y de poco lista, de cada libro.

domingo, 16 de febrero de 2014

La novela negra

Bueno, visto que del libro de este mes no parece que haya muchas ganas de escribir... me he decidido por hablar de novela negra. Así, en general.

A mí me gusta bastante la novela negra en general y leo desde los clásicos como Hammett o Chandler hasta los actuales como Nesbo, Donna Leon, Xiaolong, Cornwell o Anne Holt. Cierto es que mi conocimiento es bastante superficial porque es un campo inmenso y yo leo otras cosas, pero de vez en cuando me gusta leerme un libro que me enganche y que me tenga intrigado.

Dentro de los libros de novela negra me gustan más en los que al final se descubre al malo, al asesino, y le pillan. También hay una cierta tendencia a que el malo se salga con la suya, pero yo no soy tanto de eso. Claro, también hay otros, como el que nos hemos leído, en los que el final es completamente inentendible. Y eso tampoco me gusta, la verdad.

Yo soy una mente simple y necesito historias, que pueden ser enrevesadas, pero sin flashbacks ni saltos en el tiempo ni cosas así. Los finales de birlibirloque en los que por arte de magia aparecen cosas que nos habían escondido tampoco me gustan. Por otro lado sí que me gusta ir anticipando lo que va a pasar, aunque muchas veces me equivoque. Y ese momento en el que todo se aclara y encaja es mágico. De repente dices no me jodas que va a ser este! Y parece que el universo se ha ordenado de repente y todo está en su sitio. Claro, que libros de esos hay pocos. El último que recuerdo así es el último de Jo Nesbo de su serie Harry Hole, el muñeco de nieve.

Volviendo un poco al libro de Thompson... en fin, es un libro bastante lamentable porque no tiene historia. Bueno, sí que la tiene, pero no interesa. Es demasiado simple y cuando vienen las complicaciones no es por la trama en sí, sino porque no se entiende. Y una novela que no se entiende es una mala novela, pero una novela negra que no se entiende es un horror que no se lo recomiendo a nadie. Y menos a mis compis del club.

Ya es mala suerte que de los ocho libros que me he leído de Thompson este sea el peor con muchísima diferencia, a pesar de lo que dijere su editor al que ya tengo yo por una persona poco relacionada con la verdad, bien sea por demencia o por afición a la mentira.

¿Maldición? Tal vez, no tengo una explicación clara para que prácticamente libro que tocamos, libro que gafamos. A lo mejor vivimos dentro de una novela negra y tenemos que resolver el misterio del libro pesado... a lo mejor uno de nosotros es el asesino... del libro interesante... o a lo mejor somos todos en plan asesinato en el Orient Express...

Y si no decidme. Este libro ni siquiera ha merecido su post mensual diciendo que nos lo hemos leído y si no es por mí y este post desesperado no quedaría ni rastro de él. Hubiera sido un crimen perfecto, sin cadáver, sin etiqueta en la barra del blog y sin pistas... a lo mejor me he pasado de listo. Ya sabéis que siempre hay un listillo al que se cargan pronto, por lo general al amigo loco del primer muerto...

Y, en este caso, ¿quién era el amigo del muerto? ¿quién propuso el libro? ¿quién está removiendo el pasado y encontrando pistas comprometedoras? ¿quién está husmeando demasiado?

...

(continuará, o no...)