Dios ¡CÓMO DETESTO ESA PELÍCULA!
Oh capitán, mi capitán... ¡Anda y vete al carajo! |
Como
decía en la reseña que hice sobre Quemar
la noche, mientras leía llegué a odiar a la Liz adolescente tanto como habría
querido proteger a la Liz niña y, si seguí leyendo hasta el final, influyó
mucho el hecho de que tenía curiosidad al ver que el tiempo pasaba y Liz seguía
tirando su vida por la ventana; es decir, sabía
que iba a acabar en Harvard, lo dice la portada, pero quería saber cómo demonios había encauzado su vida,
porque ella cumplía años, Harvard no llegaba y a mí no me salían las cuentas…
Es muy importante que me salgan las cuentas.
Un
buen día Liz decide que no quiere vivir así, en la calle, sin tener un sitio fijo
en el que dormir, ya ha vivido una historia de terror con Carlos (y tantas
otras que no nos cuenta) ya sabe que no quiere acabar como sus padres, así que
decide que todo en su vida pasa por la educación… y a mí aquí algo me
descuadra, recuerdo como Lisa, de niña, se peleaba por que se levantara para
que fuera a la escuela, recuerdo a Lisa haciendo los deberes de cualquier
manera, con sus padres tirados en el suelo (eso no lo dicen, pero es bastante
obvio que alguna vez, la hija de unos junkies
tuvo, a la fuerza, que hacer los deberes con sus padres por el suelo) frente a
Liz, que no hacía ni el huevo, pero, sin embargo, iba con su padre de cuando en
cuando a la biblioteca a sacar libros (a devolverlos jamás) y así, por lo que
ella misma cuenta, a pesar de su absentismo, consigue ir pasando por los cursos
de primaria siempre por los pelos.
Llega
a secundaria, la sola cultura de aquella
manera no vale, tiene que esforzarse, tiene que hacer los deberes, tiene
que comprometerse y ahí es donde
falla hasta que el sida se lleva a su madre… y empieza por hacer un elogio de
los profesores que la acompañaron en ese instituto para gente que tiró la
toalla pero quiere recuperarla y está dispuesta a comprometerse, porque si el estudiante no quiere no hay Michelle
Pfeiffer karateka que valga y mucho
menos Robin Williams arrancando hojas de los libros que pueda ayudar (no
conozco a un solo profesor al que le guste cualquiera de los dos ejemplos, y
los hay bastante más comprometidos que los de la película; téngase en cuenta que los que Liz describe
son reales, los de Mentes peligrosas
y El club de los poetas muertos, no)
Michelle, la profesora karateka Michelle, la profesora fiestera de parques de atracciones Michelle, la profesora regalasobresalientes |
Si
hay algo que me ha gustado del libro es que nos encauza hacia su propio
esfuerzo, se describe a sí misma haciendo los deberes en los descansillos de
las escaleras, habla de las carreras de obstáculos, de lo difícil que se le
hace no faltar (porque decide ir a clase hagan lo que hagan sus amigos, por muy
tentador que le resulte unirse) y, también, agradece a los profesores que la
ayudaron en ese instituto para descartes;
estoy aburrida (deformación profesional) de que si un estudiante fracasa se me
señale a mí pero, seamos sinceros ¿es razonable que yo tenga más interés en sus
resultados que muchos de los estudiantes a los que he dado clase? (porque en demasiados casos mi interés es mayor que el suyo) ¿Queda lo
suficientemente claro en la historia de Liz Murray que hasta que ella no quiso
ni el mejor profesor, ni el más implicado, ni el más motivante, ni el más arrancahojas, ni el más karateka hubiera podido ayudarla?
Los
profesores importan, claro que sí, pero al devaluarlos, al culparlos de todo, hacemos que los que podrían ser buenos se vayan (o no entren) y pretendan ser
profesores personas que creen que escrúpulo
es crepúsculo… Total, son niños…
¿sabéis cuál es la clave del éxito en Finlandia? (además de que su sistema está
preparado para PISA) que tanto la docencia en particular como la educación en general siguen teniendo
prestigio y por eso acaban en la docencia los mejores.
Y ahora una de meritocracia: ¿sabéis por qué Estados
Unidos tiene universidades malas, regulares, buenas y las mejores? Porque al
ser un país construido a pedazos, con gente de todas partes, tienen meridiano
que está bien que haya de todo, que es necesario que todo el mundo tenga
oportunidades pero hay quien las aprovecha mejor y si algo se ve en Quemar la noche es que si la
inteligencia te da no hay excusas, hay trabas, miles, algunas insalvables (en
Europa, con el estado del bienestar que nos hemos cargado un poco entre todos
ni siquiera hay trabas insalvables, de momento), pero no es imposible, sólo que, a veces, es mucho
más difícil.
Eres una exagerada. No puede no gustarte, no, tienes que detestarla, y me queda el consuelo de que al menos no es profundamente.
ResponderEliminarDe la Pfeiffer ni hablo, directamente no la recuerdo, sé que era una tipa muy dura de gran corazón o alguna mierda de ésas.
Vista desde la distancia, El club de los poetas muertos (DPS desde ahora) igual es una chorrada supina. Pero en su momento fue importante, al menos para mí lo fue, no tanto por el profesor enrollado, he tenido monjas más enrolladas y que también nos sacaban a veces a dar la clase en el jardín, sino por el famoso Carpe Diem, que nos "iluminó" a toda una generación de cursis. O no, y nos reafirmó en otros mensajes que llevábamos años escuchando...y ahora es cuando ejerzo de cursi del todo: sí se puede hacer de la vida de uno algo extraordinario. Liz lo hace (y Lisa, pero es como la hermana pringada que se siente segundona a pesar de ser la mayor y parece que lo suyo no cuenta porque como estudió siempre, no tiene mérito...y sí lo tiene).
Algo extraordinario no tiene que ser necesariamente inventar la cura del cáncer o poner a otro tío en la luna...es hacer de tu vida algo más que nacer, crecer, reproducirte y morirte. O al menos creo que aspiramos a algo más. Y a mí DPS me enseñó o me reafirmó en eso. Y sólo por eso, la recuerdo con cariño. Aunque no enseñe cuál es el camino menos correcto de todos para sobreponerse a una decepción, por desgracia la vida está llena de ellas.
Y ahora, al lío. En lo que se refiere a Liz, lo tenemos claro y ya lo hemos hablado. Por muchas oportunidades que haya, por muchos profesores maravillosos que tenga (igual los tenía en el colegio al que NO iba...pero eso no lo podemos saber porque no pisaba por allí) en su vida no cambia nada hasta que ella decide que va a cambiar...y ya que estamos, hubiese sido fantástico que contase cómo pasa de "me importa todo una mierda" a "es vital sacarme dos cursos por año con sobresaliente en todo o mi vida será un desastre" porque yo sigo sin explicármelo, salvo revelación tipo "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?"
No he terminado. Lo he publicado sin querer.
ResponderEliminarTodos hemos tenido profesores buenos, malos y regulares. Y a lo mejor soy yo la rara, pero yo he estudiado igual con unos que con otros, otra cosa es que me apeteciera más la clase, o incluso ponerme a estudiar, con los que me parecían mejores.
El querer está en uno. La cuestión es que el uno que quiera, debería poder acceder a los mejores medios. Y otro día hablamos de las becas, que ahora es muy tarde, y si me indigno no duermo bien.
Pues yo no odio la película. Tampoco me parece para tanto como para mucha gente de mi generación, pero me entretiene bastante y cuando al final se suben todos en las mesas me entra la lágrima fácil.
ResponderEliminarNo sé lo que es dar clase , pero supongo que no se parecerá a esas películas americanas. Y sobre el esfuerzo y el tener claro que la educación te puede dar una vida mejor si tú quieres... en esta España en la que un encofrador cobraba mucho más que un ingeniero era un mensaje que era difícil que calara. El esfuerzo es la clave. Habrá situaciones extremas, por supuesto, pero en España somos mucho más de echar la lotería y esperar el pelotazo de vender unos terrenos del pueblo que de trabajar y esforzarse para llegar al mismo punto. Siempre con atajos. Y al final parece que el educado, el bueno, el que no se cuela o no aparca en doble fila es el tonto.
Coincido totalmente con el comment de Bichejo. :-)
ResponderEliminarYo soy muy boba, Saramaga, pero me hace una ilusión cuando estamos de acuerdo...que no pasa casi nunca...
ResponderEliminarJajaja.. no si a mí también.. no creas! Que cuando iba a empezar a escribir he leído tu comentario y he dicho.. no puede ser... ¡pienso igual que Bichejo! Así que he suscrito el tuyo.. A veces los planetas se alinean.. jaja
EliminarBichejo y Saramaga: El año que la estrenaron yo era adolescente; mi madre fue a verla y me dio que tenía que verla… Era adolescente y no le hice ni caso, después la vi y me dije pues no es para tanto; después crecí (más), me hice profesora y tuve que escuchar de más de uno y más de dos, que eso que se ve en esas películas es un buen profesor, que eso es a lo que hay que aspirar… y, sorprendentemente aún no he matado a nadie… He visto la película más veces, y cada vez me parece peor.
ResponderEliminarPero entiendo tu lectura, totalmente comprensible, porque la película también dice lo que tú lees, carpe Diem y un “piensa por ti mismo”… pero, por mucho que lo intente, yo no consigo abstraerme de que Mr Carpe Diem es un profesor que dice que los libros no sirven (que en la película es cierto, no sirven) que les anima a transgredir, que muestra un mundo académico totalmente ridículo, porque lo molón es la transgresión… y sobre todo si veo como mucha gente lo toma como modelo de conducta sin atender, en ningún caso, que él tiene un público entregado que, sencillamente, no existe en nuestras aulas (ni ha existido jamás)
En cuanto a Liz, es que dedica poco a sus miserias (a las miserias realmente chungas) y quizá por eso no nos hacemos una idea clara de qué está exactamente huyendo, lo dulcifica TANTO que se le va la mano, quizá….
ND: lo más curioso es que si el público está entregado sí se puede parecer a esa película (estoy recordando una maravillosa semana leyendo el Quijote con un grupo de bachillerato… pero lo dicho, UNA semana, UN libro concreto) pero en la película se pone todo el acento en el profesor porque es el cambio, su entrada en ese colegio, lo que motiva toda la historia… Tienes tanta razón en lo que dices sobre el esfuerzo y nuestro sueño de ganar la lotería que me da angustia…
Yo pasaba por aquí porque sale Michelle Pfeiffer, mi amor platónico, le mando besitos :*
ResponderEliminarLa verdad es que con estas cosas del esfuerzo y las oportunidades yo ya me rindo. Tengo la cabeza como un bombo y ya no sé que creer, porque me educaron en el esfuerzo porque éramos de clase obrera y pobres y era la única forma de salir del pozo. Y resulta que me tenían que haber dicho que no hiciese ni el huevo y viviera del cuento. Es que no puedo con mi vida.
Yo creo que la vida de esta chica es ejemplar pero anecdótica, al final la gracia de N (y hago una reverencia) que de la calle iba para la mesa de disecciones debería ser el caso normal. Y muchos que habrá...
El Club de los poetas muertos me pareció un rollo patatero y Robbin Williams me da vergüenza ajena sin necesidad de disfrazarse Bote de Sopa Campbell para un anuncio.
ResponderEliminarY en cuanto al esfuerzo de unos o el trabajo de otros... yo creo que podríamos encontrar el acuerdo en que un profesor puede tener la habilidad de encontrar la motivación del niño (cuidado, que yo no digo que sea facil). Porque hay esfuerzo, sí, pero hay una motivación previa y esa es la clave: que el esfuerzo merezca la pena. Eso vale para un niño y para todos. En este caso es una vida ordenada, y en otros es estudiar lo que te gusta. Y el profesor puede tener la habilidad (o la suerte) de dar con la tecla, aunque no siempre será posible. En eso, el profesor es un líder, un conductor de personas. Yo lo veo así.
Y ND pone el punto en un asunto muy importante, que son las referencias. Todos tenemos referencias personales (nuestros padres, nuestras vivencias, ese profesor, ese amigo...), pero también las sociales (el selfmade man en USA y ¡el encofrador! en España). Todo va sumando. Yo creo que son esas referencias las que sacan a Liz del charco, aunque lo asombroso es que lo logra sin consejos externos, sin que nadie la conduzca y con una "antireferencia" personal un poco rara, porque sigue queriendo a sus padres. Hace clic, y se le enciende una bombilla. Debería haberlo explicado, aunque para eso hubiera necesitado otras referencias. No sé, un Auster, un Capote... ¿Un Philip Roth?