“Los recuerdos de mi niñez son dramáticos...” nos dice
Isabel Allende. Y continúa reconociendo su tendencia a la exageración, a pesar
de venir de un país calamitoso en su geografía, clima, geotermia y biología. Y
nos avisa de que “hay material de sobra para un melodrama”. Y menos mal que avisa porque sigue de este
modo:
Pelvina López–Pun, la perra que instalaron en mi cuna desde mi primer día de vida con la idea de inmunizarme contra pestes y alergias, resultó un animal lujurioso que cada seis meses quedaba preñada de cualquier can callejero, a pesar de los ingeniosos recursos improvisados por mi madre, como ponerle calzones de goma.
A ver, no, Isabel, no. Lo de menos es que hayas escrito una
memez. Lo grave es que no sabes nada de la vida, querida mía. Si, como dices,
tenías una perra lujuriosa, entonces unos calzones de goma son un remedio
excelente contra la lujuria. Y por otra parte, ¿qué tendrá que ver el hambre
con las ganas de fumar? ¿Qué puede hacer un perro contra pestes y alergias?
¿Ladrar? ¿Con unas bragas de goma en medio de un ataque de lujuria? Esto más que ser melodramático es incomprensible.
Sigue Isabel Allende:
Cuando estaba en celo colocaba el trasero pegado a la reja del jardín, mientras en la calle una jauría impaciente esperaba su turno para amarla entre los barrotes...
¿Amarla entre los barrotes? Sí que hay material para un
melodrama, sí. Se diría que Pelvina López- Pun era como la niña del Albaicín,
que vivía en su Carmen moro encerrada entre cancelas con llaves y con cerrojos
y que cuando llegaba la noche llegaba también su novio, que junto a la celosía
cantaba siempre celoso “me da mieo, musho mieo, me da mieo de la
luuuuunaaaaaa...” Claro, que en ese caso, a Pelvina López-Pun le hubiera
rondado un lobito. Ya sólo nos falta Caperucita instalando un turnomatic para que la jauría haga cola ordenadamente.
Nos dice que luego separaban a los perros con maguerazos de
agua fría cuando se quedaban enganchados entre los barrotes. Yo prefiero no
imaginar el espectáculo. Ese y el de la criada ahogando a los cachorros (que
ella llama muy humanamente “sus
hijos”), y que creo que era la preocupación última de la madre de Isabel
Allende, que debió recorrerse todo Santiago de Chile para encontrar unos
calzones de goma cuando lo facil hubiera sido encerrar a la perra o andarse con
un poco de cuidadito, que es lo que se hacía cuando no se esterilizaba a los
perros.
Un verano estábamos listos para partir de vacaciones, pero el viaje debió postergarse porque la perra estaba en celo y resultaba imposible llevarla en esas condiciones, en la playa no había forma de encerrarla y ya estaba demostrado que las pantaletas de goma son inútiles ante el ímpetu de una pasión verdadera.
¡Pasión verdadera! Bueno, es que si hubiera sido falsa
pasión, tal vez las pantaletas de goma hubieran servido. Incluso si se hubiera
tratado de un vulgar ataque de lujuria, como decía yo más arriba, pero el ímpetu de la pasión verdadera es irrefrenable: en la playa, o en la montaña, cuando dice que llega es irrefrenable. Hicieron bien en postergar el viaje: hubiera sido una sinrazón, no tengo duda.
En todo caso,
me apunto la enseñanza de Isabel, que es una mujer de mucho mundo: Si veo que
me enamoro mucho de pronto o que un tío me despierta pasión (nivel
verdadero), paso de ponerme bragas de goma que luego vienen las infancias de melodrama. Por éstas.
Es que esta señora lleva el melodrama en la sangre. El problema es que el melodrama es algo bastante sutil, casi al borde del ridículo, pero sin sobrepasarlo. Cuando se sobrepasa queda el ridículo y poco más y es lo que queda de este episodio.
ResponderEliminarA mí me recordaba un poco a Anita García Obregón. Todo tan afectado, tan exagerado...
ResponderEliminarLa pregunta es: si en lugar de decir "esta es mi vida" dijera que es una novela sin más ¿os parecería tan horriblemente exagerado o entraría la suspensión de incredulidad en juego?
ResponderEliminarPaula es su mejor novela, y a todos nos gusta la Allende novelista, pero es eso, una novela, o la agonía novelada de su hija, o la increíble historia novelada de su vida, pero eso eso: una novela, no sus memorias tal cual
Lo sabía. Sabía que me dirías esto. Y por eso he elegido un pasaje en donde lo que novela es la vida "amatoria" de ¡un perro! ¿Pero cómo se puede hablar de pasión, de amar entre los barrotes, de lujuria, cuando se habla de un perro?
ResponderEliminarVoy a buscar más pasajes. Tengo todavía veinte días!! :-)
Es que tiene mucho que ver con los géminis, la madre tierra, el intensismo y la excepcionalidad de todo lo que cuenta. En ese mundo lo normal es que los perros sean amantes, los géminis inestables y la excepcionalidad, cotidiana. A mí me cansa. Tal vez más sabiendo que cuenta su vida, pero creo que si me abstrayera de ello también me cansaría.
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