martes, 1 de diciembre de 2015

A cien millas de Manhattan

Otra vez sin blog, y esta vez del todo. Como sólo quedan dos libros pondré aquí las reseñas

Penúltimo libro del club de tortura lectura del año. Casi no me creo que hayamos llegado hasta aquí. Ha costado, ha sido a ratos muy trabajoso y no tengo claro si leeré entero el libro del mes que viene, pero aquí estamos, a 1 de diciembre, con prácticamente todo hecho. 

El libro de este mes era completamente desconocido para mí, sí conozco a Guillermo Fesser y sabía que durante una temporada vivió en Estados Unidos pero no conocía la existencia de este libro ni de la sección de radio del mismo nombre, así que tampoco esperaba nada en concreto.

Dividido en doce capítulos, uno por mes, Fesser utiliza como excusa su vida de expatriado en Estados Unidos para contarnos un montón de anécdotas, a veces muy apropiadas y otras veces tan traídas por los pelos que no sabes a santo de qué te han empezado a contar esto. Y claro, unas te interesan y otras nada. Al final acabé pillándole un poco el punto cuando estaba a punto de terminar el libro, una pena, si se lo hubiera pillado antes seguramente me habría gustado más, porque la verdad es que no me ha entusiasmado, aunque tampoco es un horror.

Sensaciones que he tenido en distintos momentos del libro, algunas pronunciadas en voz alta en el transporte público

- Pero, ¿y esto qué narices tiene que ver?
- Oh, sí, venga, que sí, que eres superespecial, que ya lo sabemos.
- Al ver que unos esclavos se reVelaron, ¿pero esto es que no lo revisa nadie?
- Al leer "echa la ley, echa la trampa"...si tuviera el libro en papel le metía fuego.
- Al terminarlo "venga, majo, hasta otro rato."

Me he quedado bastante igual, pero si tuviera que decantarmen por bien/mal, creo que diría que bien. Es ameno, a pesar de que creo que tiene poca gracia y poco acierto con las historias que elige, pero es un libro que no es desagradable de leer, no te quita las ganas de vivir, sin grandes alardes literarios ni de profundidad en las cosas que cuenta. Y eso hace que sea también un libro fácil, que no agrede ni ofende ni por sus temas ni por cómo los cuenta, quitando las dos faltas de ortografía más bestias que he visto en mucho tiempo.

Pero he aprendido algo muy importante, convertir la temperatura: multiplicas por dos, le corres la coma, restas segundo del primero y le sumas treinta y dos.

Total, que no es gran cosa pero que tampoco te mueres del horror. 


Como siempre, tenéis otras reseñas con más enjundia en los blogs de CarmenPaulaNewland y Desgraciaíto. Y quizás haya podcast en el algún momento. O no, porque yo ya no estoy segura de nada.

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